Eduardo llevó a Lydia a la empresa.
En el camino, no miró el paisaje fuera de la ventana, ni revisó su Facebook y Twitter como antes.
—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó Eduardo de repente. Era la duodécima vez que Lydia le miraba.
—No. No. Eduardo, ¿cómo podría un hombre como tú permanecer soltero durante todos estos años? —Lydia bajó la cabeza y jugueteó con sus uñas. Sus hermosas manos eran finas y finas. De vez en cuando miraba a Eduardo, como si esperara su respuesta.
Eduardo era tan sobresaliente. Parecía que podía hacer cualquier cosa bien. Debían de ser muchas las chicas que le perseguían allá donde iba.
Al pensar en esto, Lydia no pudo evitar sentirse un poco perdida.
—¿Soltero? Estoy casado.
—¿Qué?
—Sí —Eduardo miró a Lydia y parecía estar mirando a un tonto:
—¿Qué te crees que eres?.
—Puf...
Lydia se dio cuenta de lo que quería decir Eduardo. Inmediatamente se sintió muy avergonzada y se sonrojó. Jugueteó con sus dedos con más fuerza. Tenía sentimientos encontrados en su corazón. Dijo:
—No quería decir eso. Quiero decir... Quiero decir, ¿no te has enamorado de ninguna chica antes de conocerme? Eres tan guapo y seguro que muchas chicas están locas por ti —Y lo más importante, ¿por qué la había elegido a ella?
preguntó Lydia con seriedad. La boca de Eduardo se crispó y se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—Salga del trabajo dos horas antes esta noche y le llevaré a una fiesta de recepción —recordó Eduardo.
—¿Es la fiesta de recepción del Sr. Ramón? —Lydia estaba emocionada. Eduardo había mencionado antes que la llevaría a la recepción. Tenía muchas ganas de conocer al señor Ramón. Si ella... era realmente su nieta debía preguntar por qué sus padres la habían abandonado.
Eduardo pareció pensar en algo:
—De acuerdo.
—¡Genial! Lydia ignoraba por completo lo que tenía en mente. Asintió con la cabeza y dijo:
—¡Definitivamente vendré a verte antes! —Después de decir eso, ella ya había corrido hacia el edificio. Había pasado su pase de personal y estaba junto al vestíbulo del primer piso esperando el ascensor.
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Final sin sabor...