Lydia siguió a Eduardo por las escaleras. Bajó la cabeza y parecía estar sumida en sus pensamientos.
Eduardo la miró con preocupación. Pensó que estaba triste por no haber podido conocer al Sr. Ramón esta vez.
—Vale, sé que estás disgustada... —intentó consolarla.
—No estoy disgustada, porque sé que eres el tipo de persona que hará lo que has prometido. Fue por mis tacones —dijo Lydia. Su rostro se convirtió en una sonrisa radiante, llena de la luz de la juventud.
Durante un rato, Eduardo no pudo apartar los ojos de su cara. Luego dio un carraspeo seco y miró hacia otro lado.
—Bueno. Vamos.
Nada más llegar al primer piso, dos invitados se acercaron a Eduardo y hablaron. Eduardo era el presidente del Grupo Emperador. Por lo tanto, había muchos invitados que querían conocerlo.
Lydia permaneció a su lado en silencio. Para su sorpresa, alguien vino a saludarla,
—Te vi caminando con el Sr. León hace un momento. Supongo que eres su esposa, Lydia. Es un honor conocerla.
—Yo también estoy encantada de conocerte —dijo Lydia amablemente. Elena, con sus amigas, también entró en la conversación. Lydia les habló con una sonrisa educada. Sabía que no sólo era Lydia, sino también la esposa de Eduardo y la señora León. No podía deshonrar a la familia León en este momento.
Sin embargo, justo en ese momento, una voz nítida llegó desde las cercanías.
—¡Ah! ¡Lydia! ¿Eres realmente tú? ¿Qué estás haciendo aquí?
Lydia siguió la voz y vio a una sirvienta de pie frente a ella. Reconoció que era Helena, que iba al mismo instituto que ella.
—¿Dónde has estado todos estos años? No te he visto desde hace mucho tiempo. No esperaba verte aquí. ¡Oh, Dios mío! Tu vestido parecía tan caro —Helena continuó y la emoción en su voz era palpable.
—En efecto, habíamos ido a la misma escuela, Malinda. Ahora ella trabaja para ti. Espero que puedas echarle una mano si lo necesita.
—Claro —dijo Malinda. Miró a Lydia con sorpresa. En una situación así, Lydia no parecía sentir ni siquiera un poco de pánico. Al contrario, no le daba vergüenza admitir su pasado. La multitud de curiosos quedó bastante impresionada por su sinceridad y se alejó. Malinda echó un vistazo a Lydia, aparentemente perdida en sus pensamientos. Lydia era más inteligente de lo que pensaba.
—Lo siento, Helena. Primero tengo algo que hacer y espero volver a verte —Dijo Lydia y la tomó de la mano.
Helena había entendido lo que estaba pasando. Parecía un poco blanca y avergonzada.
—Lo siento, Lydia. Siempre digo lo que no debo.
—No te culpes. No hiciste nada malo —Lydia le tomó la mano, tratando de reconfortarla. No esperaba verla aquí, pero no era nada especial. Ella no quería ni podía ocultar sus humildes orígenes. Aun así, Lydia se sintió un poco deprimida por su mirada despectiva. A partir de entonces, nadie le habló. Quizá pensaban que Lydia no merecía ser su amiga.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sorpresa de una noche
Final sin sabor...