Sorpresa de una noche romance Capítulo 204

Lydia estaba tumbada en la cama, inmóvil, con los ojos cerrados. Su rostro estaba pálido y sus labios temblaban. Cuando oyó el nombre de Eduardo, no se atrevió a abrir los ojos. Temía que fuera sólo un sueño.

Lydia sintió que el hombre sobre ella se había ido. Y pronto, un abrigo se colocó sobre ella. Abrió los ojos lentamente y vio a Eduardo de pie frente a ella, con mirada severa. Pudo ver la ira en sus ojos negros.

—¡Es la tercera vez, Lydia! —dijo Eduardo entre dientes apretados.

La había salvado tres veces desde que se casaron. La primera vez, fue secuestrada por su ex novio Ismael. La segunda vez, se la llevó Eliseo, que se hizo pasar por policía. Eliseo intentó violarla, pero no lo consiguió. Aun así, la noticia no tardó en difundirse en el extranjero. Hoy era la tercera vez, ¡encontró a su mujer acostada con su primo en la misma cama! Eduardo había llegado a su límite.

La voz de Eduardo era tranquila, pero con un tono de reproche. Lydia se sintió ligeramente herida.

—Lo siento, pero no es mi culpa —dijo.

Miró a Eduardo, con los ojos llenos de lágrimas repentinas y con un aspecto miserable.

Parecía delgada bajo el gran abrigo de Eduardo. Con sólo mirarla, toda la ira de Eduardo se apagó. Suspiró y sus ojos se volvieron tiernos. Ella tenía razón, no era su culpa. Salvo Ismael, tanto Eliseo como Erick tenían algo que ver con la familia León.

Erick se sentó en el suelo, jadeando. Fue golpeado por Eduardo. Los moretones cubrían toda su cara, la sangre se filtraba por las heridas. Erick miró la espalda de Eduardo, con ojos asustados. Mientras veía que la atención de Eduardo estaba en Lydia, quiso intentar escapar, pero cuando llegó a la puerta, Javier lo detuvo.

—¿Adónde quieres ir, Erick? —se burló.

—¿Qué va a hacer con él, señor León? —preguntó Javier.

Eduardo miró a Erick con frialdad. Una pizca de sorna se dibujó en sus labios.

—Nuestra sucursal en África está escasa de manos, ¡envíalo allí!

Erick estaba horrorizado.

—¡No, no, no! No voy a ir. ¡No voy a ir tan lejos! África no es segura. ¡Puede que muera! Sólo por una mujer, tú... ¡eres tan cruel conmigo! —Erick gritó, pero Javier lo arrastró.

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