Sorpresa de una noche romance Capítulo 205

Después de que Erick fuera arrastrado, hubo mucho silencio en la habitación. Lydia y Eduardo se miraron. Llegaron a un silencio incómodo por un momento, y entonces Lydia habló por primera vez.

—Hablemos de eso —dijo con calma. Lo que acababa de ocurrir era en parte culpa suya. Sabía que Erick sentía algo por ella, pero bajó la guardia delante de él.

Eduardo enarcó una ceja, con aspecto ligeramente sorprendido. Se sentó en un sofá y cruzó las piernas.

—Adelante —dijo Eduardo, con aspecto extremadamente grave.

Mirando a Eduardo, Lydia parecía casi nerviosa porque sabía que se le daba bien la negociación. Se aclaró la garganta y se armó de valor para decir:

—¡Creo que no has olvidado nuestra relación, Eduardo! Yo te ayudo a mantenerte alejado de las citas a ciegas y tú me ayudas a encontrar a mi familia. Esta es nuestra relación.

—Sí. ¿Y entonces? —dijo Eduardo, impasible.

—Así que, según lo acordado, hay algo que tienes que hacer. Elena le pidió a Eliseo que me quitara el colgante. Tienes que recuperarlo —Lydia se enfadó al pensar en ello. El colgante era la única prueba que tenía para su familia, pero justo cuando descubrió que quizá el señor Ramón sabía algo de su colgante, Elena se lo quitó. Esa chica lo destruyó todo.

—¿Traerlo de vuelta? —preguntó Eduardo.

—¡Sí!

En realidad, Eduardo ya había tomado medidas para recuperar el colgante, pero no le dijo la verdad, pues la fría expresión de la cara de Lydia le incomodaba.

—¿Por qué habría de hacerte un favor, Lydia? Realmente crees que eres alguien, ¿eh?

El rostro de Lydia cambió un poco. Estaba muy disgustada por sus palabras, pero se esforzaba por ocultar sus emociones.

—Sé que no soy nada. Pero hemos hecho un trato, y debes cumplir con tu deber. El colgante es una prueba clave.

Se acercó a Lydia y continuó:

—¡Estoy al tanto de tus planes, Lydia! Estás intentando seducir a Rubén y luego buscar una oportunidad para conocer al señor Ramón. ¿Estoy en lo cierto? —Sólo de pensar en sus ojos adoradores cuando miraba a Rubén, Eduardo se puso celoso. No quería perder a Lydia y tenía que impedir que se acercaran.

—¡Te lo estás tomando mal, Eduardo! Sólo somos amigos.

—¡Pruébalo, entonces, aléjate de él!

Lydia abrió la boca, pero la cerró sin hablar. Se sentía enferma, igual que el tequila que se agitaba en su vientre. Cuando Eduardo se acercó a ella, no pudo aguantar más. Vomitó y vomitó sobre Eduardo.

Eduardo, de pie, cubierto de vómito, estaba lívido de rabia, pero antes de estallar contra Lydia, ella se desmayó.

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