Mirando la genuina sonrisa de Malinda, Eduardo no pudo ver en su alma. Frunció el ceño y cogió el colgante. Tras mirarlo detenidamente, comprobó que era de Lydia.
—¿Has encontrado esto en tu casa? —preguntó Eduardo, desconfiado.
—Sí. Quizá cuando tú y Lydia vinisteis a mi casa para la fiesta del otro día, se le cayó. Bueno, aparentemente, fue sólo un malentendido. Espero que no afecte a la relación entre tú y Elena. Por cierto, pídele a Lydia que la mantenga bien —dijo Malinda con una gran sonrisa.
—De acuerdo. Lo haré.
Eduardo sabía que no era tan sencillo, pero por suerte, el colgante estaba intacto. Así que iba a dejarlo pasar.
Elena intentó decir algo, pero Malinda la detuvo y la apartó. En cuanto salieron del despacho, Elena se deshizo de la mano de Malinda.
—¿Por qué se lo devolviste a Lydia? ¡Lo conseguí con tremendo esfuerzo! Incluso Eliseo sigue desaparecido!
—¡Sólo detente! —Malinda interrumpió— Baja la voz, o todo el mundo sabrá tu secreto.
Elena se dio cuenta de su estupidez. Miró a su alrededor con cautela y bajó la voz.
—¿Qué demonios, Malinda? Por qué...
—No preguntes. Realmente sé lo que estoy haciendo —La interrumpió Malinda, entrando en un ascensor. Elena no habló y se apresuró a seguirla. Cuando las puertas se cerraron, Lydia salió de otro ascensor, con una fiambrera en la mano. Caminó en silencio hasta la puerta del despacho de Eduardo, donde se detuvo y dudó un momento. Finalmente, llamó a la puerta.
—Aquí tienes.
Lydia miró el colgante y casi saltó de sorpresa. Se acercó corriendo a Eduardo y cogió el colgante. Lo estudió detenidamente, con un aspecto casi dolorosamente excitado.
—¡Genial! ¿Dónde lo has encontrado? —Se alegró mucho de recuperarlo de forma tan inesperada, incluso se olvidó de toda la mierda que había pasado estos días.
Lydia estaba absolutamente extasiada. Al mirarla, los labios de Eduardo se arquean en una sonrisa. Luego le dijo a Lydia las palabras de Malinda. Lydia escuchó y pareció estar sumida en sus pensamientos. Sabía exactamente que no había perdido su colgante en la fiesta, pero no lo dijo. Al fin y al cabo, su colgante había vuelto. Eso era lo importante.
—Bien. Me alegro de que lo hayas encontrado.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sorpresa de una noche
Final sin sabor...