Todo alrededor existía bajo tal tranquilidad como si se pudiera oír el latido perturbado de quién.
Uno, uno y otro latido... hasta que el repentino sonido de pasos perturbaba su regularidad.
Daniela se volvió inconscientemente, sus ojos a través de la tenue luz amarilla se fijaron en dos hombres borrachos que aparecían en la entrada del parque. Primero la decepción inundó su corazón, y al segundo siguiente, esa se convirtió en un miedo y una ansiedad incontrolables.
Estaba claro que aquellos borrachos también la habían notado de momento,
—Joder, pensé que había visto un fantasma cuando encontré con una mujer tan hermosa aquí en mitad de la noche.
—No importa si es un puto fantasma, follémosla primero. Por eso dicen que valdría la pena de morir por mujer hermosa.
Con estas palabras, dos hombres borrachos se acercaron con los pies tropezados, sus miradas llenas de lujuria examinaron con intención mala el delgado cuerpo de Daniela.
La sucia mirada hizo que sintiera una punzada de náusea,
—¡Alejados de mí!
Su resistencia hizo, en cambio, que los dos borrachos aún más contentos. Se le acercaron paso a paso y rodearon estrechamente a Daniela que intentaba escapar. Bajo la noche se limitaron a verse dos pares de ojos feos llenos de lujuria.
—¡No tengas miedo, belleza, seremos muy gentil contigo!
—Vaya, esta belleza parece cada vez más agradable a la vista. Por qué no lo hacemos juntos, ¡seguro que será más divertido!
Palabras asquerosas, ojos asquerosos.
Daniela no podía moverse por el miedo y apretó los puños con terror. Quería escapar, pero no había ninguna salida.
—¡Largados, no os acerquéis!
—¡Ah! ¡No me toquéis!
—¡Socorro!
Los gritos de miedo rompieron la tranquilidad de la noche.
En un instante, su miedo llegó al máximo. Mientras luchaba por huir, le agarraron la muñeca y así se cayó al suelo. En este momento, el hombre que se abalanzaba hacia ella apareció en su mirada aterrorizada... cerrando los ojos, ella estaba tan desesperada como para querer morir.
—¡Está bien, está bien!
Echó una mirada a esos dos borrachos que recibían golpes por Antonio a su lado y una saña recorrió por los ojos de José.
—¡Antonio, dales paliza fuerte!
Antonio con rostro inexpresivo lo respondió con voz baja y aumentó la fuerza en patadas, haciendo que los borrachos en el suelo lanzaran gritos sucesivos sin ninguna energía para defenderse. ¡Sabía claramente que lo más tabú para el señor era que otros tocaran a su mujer!
Incluso si Daniela era sólo un sustituto.
—¡Te llevaré al hospital!
Entonces José levantó a Daniela quien estaba helada y se dirigió con gran paso al auto fuera del parque.
Al colocarla en el lado del pasajero, bajó los ojos y encontró una bolsa en su mano.
—¿Ese inexplicable mensaje que acabas de enviarme es una protesta por lo que te he obligado a mudarte para vivir conmigo?
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