Micaela miró a Carlos para pedir ayuda, por lo que Gael se asombró al encontrar que los dos siempre se miraban.
—¡Joder! ¿Machismo? Carlos, ¿en qué siglo estamos? ¿De dónde viene tu machismo?
¿Qué? ¿Machismo? Sólo se oían calzonazos…
Micaela se abochornó al escucharlo.
Carlos le echó una mirada de reojo sin hacerle caso y miró a Micaela.
—Hazlo.
Ya que se había decidido, Gael tenía la razón. Con cierta popularidad era más fácil estar en el círculo.
Micaela se sintió un poco confusa, pero todavía creó en Carlos y asintió con la cabeza.
***
Mientras hablaban de la fotografía de revista, pasó una agitación en el orfanato.
Era la hora del almuerzo, cuando unas cuidadoras y la directora enseñaban a los niños a comer en la mesa, de repente Adriana entró y tiró un vistazo desagradable a la comida sencilla en la mesa.
—Mamá Directora, ¡viene la mala bruja otra vez! —Mario señaló a la puerta y gritó repentinamente.
—¿Por qué has venido, señorita Elvira? —la directora se puso de pie apresuradamente y se vio un poco perdida.
—¡Vieja!, os he regalado la tierra de balde. ¡Compórtate bien después! ¡Tráeme el tazón y los palillos! —Adriana fijó los ojos en Mario y se acercó a la mesa.
Pese a que a la directora le parecía incomprensible, lo hizo según dijo ella. Cuando iba al aparador para tomar vajilla, vio a una multitud entrar en el patio llevando cámaras y muchos tipos de equipos.
—¿Señorita Elvira, vas a almorzar aquí? Pues voy a cocinar algo más... —después de traerle el tazón y los palillos, la directora le preguntó a su lado.
—Ya —Adriana miró a los niños alrededores, que estaban sentados en 2 mesas completamente, y dijo—. ¡Escuchad, niños! Si alguien se atreviera a decir tonterías, no le permitiría vivir aquí y le echaría del orfanato. ¿Entendéis?
A pesar de que los niños tenían miedo de ella, al ver su crueldad, se mostraron tristes.
—Quiero a Micaela…
—Y aquel guapo...
—La bruja es muy terrible...
Adriana se enfadó mucho y respiró unas veces profundamente. Vio el tiempo y se ajustó porque llegarían muy pronto las personas.
—Cariños, si os comportáis bien sin hablar a voleo, os daré 10 chupachups a cada uno, ¿bien? —acochada, Adriana les dijo sonriendo con mucha cordialidad.
¿Diez chupachups?
Como los dulces no eran buenos para la salud, la Madre Directora generalmente solo le daba uno a cada uno. Por eso, diez chupachups eran una gran atracción para ellos. Y de repente, todos los niños se callaron.
Sólo Mario miró con desdén a la gente en el patio.
La directora no entendió qué había pasado para que se quedaran tan tranquilos. Vio que Adriana se sentó y puso un poco de arroz en el tazón que le había dado. Hizo una señal hacia fuera y unas personas entraron con cámaras.
—¡Come! —Adriana miró la directora con rabia.
—Ah, sí… —la directora se sentó inmediatamente.
Grabaron el entorno general y luego a ellas. Y después, una chica entró con micrófono…
Gael llamó al camarero y pidió un filete sin ninguna cohibición. Almorzó con ellos y fijó la fecha de la fotografía y los asuntos relacionados. Mirando a Carlos con una cara fría, se dio cuenta de que les había molestado, ¡pero se sintió contento!
Esta oportunidad de burlarse de Carlos era difícil de encontrar. ¡Claro que tenía que jugársela a él! ¡Y le encantaba interviniendo entre ellos!
Carlos le tomó de la mano a Micaela y salieron juntos. Y así, la tarjeta fue olvidada en la mesa por la intención de Carlos.
Micaela lo miró, que estaba colgado de su mano.
«A continuación, deberíamos ir al cine, ¿no?»
Exactamente, sería el cine. ¡Pero no había esperado que todo resultaría tan lujoso!
A frente de ellos, era un palco y el ambiente estaba bien. La pantalla era solo un poco menos que la del cine. Dos sofás se habían puesto juntos. También había un refrigerador y estantes de vino. La decoración era muy rumbosa…
Carlos se adelantó y dijo a Micaela que se sentara en uno de los sofás, mientras ajustó el sofá para que se sintiera cómoda.
Luego, se sentó junto a ella. Reguló el sofá para que los dos se pudieran ver.
Micaela se sintió un poco nerviosa. Si no existieran brazos separando los sofás, los dos parecerían echados en una cama…
—¿Qué quieres ver? —Carlos dio el iPad de control a Micaela.
—¡Titanic! —Micaela no lo tomó, sino decir muy emocionada.
Siempre le parecía una pena que no hubiera visto esta película, porque cuando era estudiante, estaba ocupada con el estudio y el trabajo, lo cual le impedía verla. De vez en cuando Alba le convencía de ver películas populares con ella. Y como Alba había visto Titanic, ella no quería mencionársela. Pero por el momento, quería compensar esta lástima.
De repente le vino la idea de que si Carlos también la había visto. No tenía sentido repetir una película. Además, probablemente a los hombres no les gustaba ver este tipo de películas.
—Pues… ¿La has visto? ¿O veamos otra?
Carlos enarcó las cejas.
—De acuerdo, Titanic. ¡Tampoco la he visto! —dijo con seriedad, al pensar los fragmentos sexuales de la película y la vergüenza que sentiría Micaela cuando los viera.
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