—¡No me digas más tú! —Micaela quería callarle para concentrarse en desatar el cinturón.
Con la cabeza bajada, se preocupó mucho sin poder conseguirlo porque antes no lo había conocido…
—Toma esto —finalmente, Carlos habló por ya no querer hacerle bromas.
Ella levantó la cabeza y tomó la infusión.
Carlos le tomó la mano y la puso en la hebilla. Con una presión ligera, se soltó el cinturón…
Micaela entendió que el cinturón llevaba un interruptor.
—Lo haces a propósito! ¡Puedes desatarlo por tu propia cuenta! —enfadada, Micaela lo miró.
—Tendrás que aprender eso. Ahora lo haces de antemano —Carlos le devolvió la mirada con una sonrisa astuta.
«¿Por qué tengo que aprender eso? ¡Qué no!»
Ella se fastidió mucho. Pero como él estaba enfermo con que no podía hacer nada, solo lo fijó con enojo.
—Tienes que mirarme… —Carlos no le dijo completamente lo que quería decir.
Enrojecida, Micaela cerró los ojos y giró la cabeza hacia un lado.
«No veo nada, ni oigo nada…»
Se escuchó el ruido del baño, Micaela todavía no se atrevió a abrir los ojos hasta que Carlos le abrazó.
Vio que Carlos se le acercó y la dejó después de tocarle en los labios ligeramente.
Mirando que Micaela estaba avergonzada con los ojos cerrados, era una lástima sin hacer nada con ella. Pero como él tenía fiebre, solo le dio un besito leve para no contagiarla…
—No te canses, déjamela —Carlos cogió la infusión de Micaela y se marchó sosteniéndola.
Micaela lo siguió apresuradamente por su actito conmovedor.
Notando que ya no quedaba mucha agua, ella llamó al médico.
A Carlos el médico le midió la temperatura de nuevo y resultó que todavía tenía fiebre leve. Por lo general, ya no se necesitaba la infusión para esta condición. Sin embargo, la situación de Carlos era diferente. Para no hacer falta la infusión, su temperatura debía reducir a un valor normal y no volver a lo anterior. Por eso, el médico le puso otra infusión y sacó el medicamento recetado. Y Micaela le sirvió un agua templada.
—Micaela, aquí tiene el termómetro. Mídele la temperatura después de media hora —vio a Carlos terminar el medicamento, el médico dijo a Micaela.
—¿Te pago para que descanses aquí? —Carlos le preguntó fríamente.
—Yo voy a medirle la temperatura después de media hora —el médico se precipitó a contestarle respetuosamente y salió. En realidad, lo dijo eso era solo para no molestarlos.
—Descansa —Carlos miró a Micaela.
Él viajaba con frecuencia, por lo que podía adaptarse rápidamente a la diferencia de hora. Pero ella no lo podía y necesitaba descansar.
—No importa, estoy aquí acompañándote... —Sentada por la cama, Micaela sacudió la cabeza.
—Vale, pues dúchate y acompáñame a dormir —Carlos le dijo al oído.
Inmediatamente Micaela se ruborizó y su corazón empezó a latir rápido. Ella vio la infusión llena y pensó que no habría terminado cuando ella regresara.
—Bien —se puso de pie y escapó del cuarto de Carlos…
Al llegar su habitación y entender la luz, a Micaela se le ocurrió que habían llevado toda su ropa al Barrio Fanslaño, ¡incluyendo su pijama!
Pero todavía se dirigió subconsciente al armario a ver si se quedaban unas.
No se cansaría de oler el aroma mezclado con gel de ducha exhalado de ella.
Él le guio a la cama indicando que ya era hora de dormir.
Inquieta, ella se quitó los zapatos y se metió en la cama.
Carlos se acostó junto a ella. Apagó la luz y la tomó en sus brazos.
En realidad, todavía era muy temprano y no tenían que dormir ahora.
Y él todavía tenía una fiebre leve pero no notable.
Micaela acababa de regresar de la Nación Mangzarent y ya llevaba toda la tarde cuidándolo, por lo que él quería que descansara más temprano.
También sabía que ella no podía dormir tranquila si él todavía tenía fiebre. Por consiguiente, había pedido al médico que se marchara. Tampoco quería que el médico entrara y viera a Micaela durmiendo a medianoche.
El corazón de Micaela latía rápidamente. No sabía por qué le vino otra vez la escena terrible de la noche del cumpleaños…
Sintiendo la rigidez del cuerpo de Micaela, Carlos pensó que ella estaría pensando en algo.
—¿Ha llamado Gael? —él habló para distraerla.
—Sí, ha llamado esta tarde. Como estabas durmiendo, le he contestado. Me ha dicho que mañana me tienen que tomar fotos para la portada —Micaela le dijo.
—De acuerdo, te llevaré ahí mañana.
La mandíbula de Carlos estaba sobre la cabeza de Micaela y ella estaba relajándose gradualmente.
—También ha dicho que le dejes en paz, por favor —Micaela dijo después de un rato.
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