Te Quiero Como Eres romance Capítulo 199

Marcos miró hacia Adriana. Se fijaban en Micaela. En sus ojos se veía la ira, la envidia y el deseo.

Sabía que Adriana había hecho algo para sufrir a Micaela, pero no quería reprocharla. No le gustaba, pero lo fingía para lograr lo que quiera.

Marcos se le acercó y la abrazó también. Se fueron.

Le sorprendió a Ivanna lo que hizo Marcos. Nunca había visto que hizo cosas así.

Héctor frotó la frente. Vio a una mujer desconocida. Era preciosa, pero se veía triste y sola.

Era Alba.

Alguien le llamó por teléfono. Alba sacó el móvil. Era Micaela. Miró a Eric.

—Habían tantas personas que pueden explicar qué pasó. No me necesitas. Me voy.

Se fue al terminar las palabras.

—Perdón. Se marcha rápido Carlos. Baja, estamos en el aparcamiento.

«No soy uno de vosotros, ¿sí?»

Recordaba que le impresionó mucho su aspecto maravilloso cuando entró, como el día que vio la foto que tomó, en el que se abrazaban Micaela y él.

—No hace falta. Llámame si quieres venir a la empres por la tarde.

Dijo con tono normal como si no pasara nada.

Se le ocurrieron los dedos rojos de Micaela. Se sentía arrepentimiento.

—Lo siento. No sabía que no le queda los zapatos. Es de tu talla, pero son más estrechos.

—No pasa nada. No me duele al principio. Solo me siento un podo de dolor después de quitarlos. Vamos a almorzar.

—Me llaman a regresar a casa. Dicen que necesitan decirme algo.

Inventó una excusa. Sabía que Micaela lo creía.

Efectivamente, no insistía.

—Bien. Te llamo más tarde.

—Chao.

Micaela y Carlos se sentaron en el coche. Diego arrancó el coche.

Colgó el teléfono y escuchó que Carlos manó a Diego llevarlos al hospital.

—No seas exagerado. No hace falta.

Micaela no se llevaba los zapatos. Se sentó en el coche con pies descalzos. Carlos puso las piernas de Micaela en sus propias rodillas con cuidado y empezó a revisarlas.

Micaela se puso colorada. Pero no se atrevía a resistir a Carlos.

—Estoy bien. Solo necesito pomada.

Carlos no dijo nada. No quería que trabajara en Brillantella. Solo pasó medio día y Micaela había sufrido tanto.

Abrió la puerta del refrigerador pero luego cerró. Tomó una botella de agua desde la parte de atrás. Abrió la tapa y la dio a Micaela. Esta tenía tanta sed que se tomó todo.

—Sr. Aguayo, ¿A dónde vamos?

Diego estaba confundido. Uno dijo que iban a hospital, y uno no lo quería.

—A Nyisrenda.

Aguayo llamó al médico doméstico venir y a Sofía a preparar la comida.

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