Te Quiero Como Eres romance Capítulo 200

Micaela notó que el médico había venido. Aparte del médico, las criadas también estaban en la casa, a las que les gustaba mucho observar su interacción con Carlos…

Ella se enrojeció, queriendo ocultarse de todo el mundo.

Al llegar a la sala, el médico a domicilio vio que el señor Carlos se lanzó hacia Micaela en el sofá. Y se detuvo inmediatamente.

«No debo verlos. No debo verlos. Y no he visto nada...»

Se dijo que debería marcharse, pero en realidad no quería salir y se rio…

«Dicen que a Carlos no le interesan las mujeres. ¡Qué va! ¡Se lanza directamente a esta chica en la sala!»

Pero…

El médico se asustó. Recién Carlos estaba mirando a Micaela amorosamente, pero de repente le dio una mirada muy empedernida al médico como si quisiera matarlo…

—¡Ven aquí tú! —Carlos dijo fríamente.

El médico se trompicó al lado de Carlos.

—Sí, señor Carlos. ¿Dónde se siente mal usted?

—¡Examínala si sus dedos del pie están heridos! —indicándolo, Carlos se movió a un lado un poco y levantó el pie de Micaela en sus piernas.

—¡Sí!

El médico se agachó y lo observó con cuidado. Las puntillas del pie de Micaela estaban algo hinchadas, pero no se sabía si los huesos estaban rotos. Por eso, el médico extendió la mano...

¡Carlos le dio un golpe tan fuerte a su mano que el médico la retiró!

—¿Qué haces? —Carlos preguntó.

—Solo quería tocar los dedos del pie a ver si los huesos tenían problema… —el médico dijo conteniéndose para no frotarse la mano.

—¡No la toques!

El médico se quedó sin palabras. No podía saber si los huesos estaban bien solo por una simple vista…

Y Micaela se puso avergonzada por el comportamiento de Carlos.

—Pues señor, hágalo usted. Pellizque los dedos con una fuerza moderada. Y señorita Micaela, sienta si te duele solo la carne o los huesos —el médico dijo después de pensar un poco.

—¡Lo hago por mi cuenta! —Micaela estaba para retirar su pie, pero fue detenida por Carlos.

Él pellizcó los dedos del pie de Micaela en una manera muy suave…

—¿Te duele?

Ruborizada, Micaela movió la cabeza.

Entonces, Carlos pellizcó los dedos con más fuerza.

Y al ver que Micaela frunció un poco las cejas, Carlos los soltó.

—Te duele mucho? —Carlos le preguntó preocupado.

—No, solo un poco —Micaela lo negó.

—Pues los huesos no tendrán problemas. El problema solo consiste en que los zapatos son un poco pequeños y apretados...

El médico se quejó sin entender por qué Carlos tenía que crear tantos líos para un problema pequeña.

—Tienda este ungüento en la parte hinchada tres veces al día. Exactamente, se recuperará después de utilizarlo tres veces. Si todavía le doliera tras eso, podría llevarla al hospital para una radiografía. Normalmente no habrá problema —el médico sacó un ungüento de su botiquín y se lo entregó a Carlos.

Carlos lo tomó y asintió con la cabeza con dudas, señalando al médico que ya podía irse.

Y el médico cogió el botiquín y se fue de inmediato.

—¡Voy a lavarme los pies primero! —Micaela tomó la mano de Carlos cuando Carlos le abrió el ungüento para aplicárselo.

Carlos estuvo de acuerdo y recogió el ungüento en el bolsillo de su abrigo. La levantó a la planta arriba.

—Suéltame, puedo caminar. El médico ha dicho que estoy bien…

—Sí, solo es una nimiedad. Se va a recuperar dejándolo así —segura de que él ya no estaba enojado, Micaela dijo.

—¿Sabes? Todo lo relacionado contigo no es una nimiedad. Incluso hay que cuidar muy bien cada pelo tuyo —él la miró y dijo seriamente.

De repente Micaela recordó la cena con Katarina. Ella bromeó diciendo que quería tomarse un poco de carne y sangre para el estudio de Katarina. En aquel entonces, Carlos mostró su antipatía y dijo que no podía tener tal idea de hacerse daño, lo cual ella no tomó en serio. Pero ahora se notaba que lo dicho de Carlos era cierto. Ella le importaba a él más que a ella misma.

Recién en el coche, él quiso tomar el agua mineral helada en el refrigerador. Pero al pensar que para las mujeres, era mejor tomar menos bebidas heladas, se dirigió al agua a temperatura ambiente. Aunque estaba enfadado, prestaba atención a estos detalles...

Conmovida, Micaela se mordió los labios y abrazó a Carlos en el cuello.

Encontró que, de hecho, parecía que la iniciativa no era tan difícil…

Sin embargo, ¡Carlos la esquivó con la cabeza girada a un lado!

Generalmente, era ella quien lo eludía, ¿y hoy a él le tocó?

¿Qué había pasado?

A Micaela Carlos le parecía muy increíble.

—¡Me has dicho que te beso luego! —Micaela dijo.

Carlos no pudo evitar reír y le frotó la cabeza, señalándole que viera hacia la puerta.

Ella vio la puerta medio cerrada. Entre la brecha de una docena de centímetros, había tres personas susurrando:

—Dame más espacio. ¡Yo también quiero ver!

—¡Agáchate más! ¡Tengo que verlos mientras tanto el señor no ha cerrado la puerta!

—¡Silencio! ¡Silencio! ¡No os dejéis descubrir por el señor! Tiene un oído…

Sin haber terminar las palabras, una de las criadas encontró que las habían descubierto y se apresuró a erguirse.

—¡Señor, señorita Micaela, el almuerzo ya está listo! ¡A comer! —la criada empujó a otras dos y dijo en voz alta.

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