Confundida, Micaela la miró. ¿Qué había dicho Carlos?
Alba hizo un clic tranquilamente en la pantalla para que la cámara se dirigiera a Micaela.
—Carlos, ¿acaso puedes oler el aroma de Micaela a través del móvil? —ella bromeó.
Mirando a la cámara, Micaela pensó que las palabras de Carlos se refirieron a lo que dijo Alba.
¿Cómo sabía que ella no había ido a ducharse?
—Toma. Dile tú misma. ¡No puedo ayudarte! —Alba le dio el móvil.
Micaela lo tomó y Alba se dirigió a las escaleras.
Ella notó que, al aparecer Micaela en la pantalla, él mostró su rostro...
Carlos era una excepción entre los hombres. ¡Cada comportamiento suyo indicaba que a él solo importaba Micaela!
Alba se sentía feliz por Micaela, mientras triste por ella misma. No había sabido que en realidad ella era tan sensible...
Micaela hizo que la cámara girara hacia sí misma.
—¿Has llorado? —al ver su cara, Carlos le preguntó.
Siempre podía notar la anormalidad de Micaela por solo una vista.
Exactamente, había llorado.
Enrojecida, Micaela miró a Alba, quien había entrado en su habitación con la puerta cerrada.
No podía esconder nada de él.
—Mírame —Carlos la ordenó.
Y ella lo miró inconscientemente.
Ella estaba mirándolo atentamente, y él a ella también.
Era la segunda vez que hicieron videollamada…
Se mostraba mucho cariño en los ojos de Carlos. Estaba en un hotel de lujo…
—¿Por qué has llorado? —él preguntó.
—Alba y yo hemos estado en la familia Elvira. Y he recogido un álbum de ahí. Me sentí un poco triste después de ver las fotos de mis padres… —ella le contó lo que había pasado.
—¿Te han vejado? ¿Te han hecho cosas malas?
Después de preguntarle eso, Carlos pensó que sus preguntas eran demasiadas, puesto que ahora Micaela estaba bien hablando con él.
¿No es verdad que ella y él son recibidos con un video?
Si pasara algún accidente, ya lo habría sabido...
—No, estoy bien, no te preocupes. Me he sentido triste solo por las fotos.
—A esta hora debería estar a tu lado. Lo siento, chiquita —Carlos se alivió.
—¿Por qué? —Micaela se extrañó.
—Puedes llorar solo en mis brazos.
—Deberías decirme que no quieres que llore, ¿no?
—Tendrás muchas oportunidades de llorar en mis brazos… —Carlos se rio.
—Tonterías. Me quieres tanto, no quieres que llore —diciendo, la cara de Micaela se puso más roja.
¡Micaela se había puesto cada vez más sinvergüenza!
Mirando su cara ruborizada, Carlos quisiera volar a su lado.
—Mi chica… —después de un rato, se oyó la voz ronca de Carlos— ¿Me echas de menos?
Ella no había pensado en la otra mitad, ¿de verdad?
Carlos se puso un poco serio. Solo Micaela iba a gustarle. ¿Pero ella no se dio cuenta de esto e incluso quería objetarlo?
—No he pensado en esto…
Solo se le ocurrió que otras mujeres no iban a gustarle y era la única para él.
Él también le había dicho que la esperaría. Pero la interrumpió antes de que ella pensó que él solo la quería…
—Pues, ¿me das la razón? —Carlos preguntó astutamente.
En realidad, él sabía muy bien lo que pensaba ella. Pero todavía no pudo evitar hacerle bromas.
Sonrojada, Micaela lo admitió asintiendo con la cabeza.
Ella tenía confianza de que él solo la quería y no haría caso a estas mujeres disolutas.
Pero también existía una persona que le hacía sentir la crisis a Micaela…
—Micaela, te echo de menos mucho…
Micaela quería sumergirse en la suavidad de Carlos así para siempre…
Ella pensó que tenía mucha suerte de encontrarse con él…
Sin querer colgar la llamada, los dos se miraron durante mucho tiempo, ¡hasta que una llamada de Micaela los interrumpió!
Era Katarina.
Micaela se sintió un poco desanimada porque todavía no había terminado la videollamada con Carlos. Solo tuvo que contestarla, queriendo acabar hablar con ella lo más pronto posible para luego llamar a Carlos.
—Hola, Katarina…
—Micaela, ¿no has abierto el regalo que te di?
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