—Micaela, tal vez todo esto es el mejor destino. Piensa, en aquel entonces, eras una niña. No podías hacer nada si tu tía quería lograr la empresa de tu papá. ¿No te sentirías más dolorosa viéndola robar todo sin poder hacer nada? —Alba sintió la lástima por ella—, Si hubiera sabido la verdad, guardarías mucho rencor y ya no serías tan meritoria como ahora, ¿no?
Micaela se quedó sin palabras. De acuerdo con las informaciones de Carlos, se había mudado de la Provincia Zyalen y en Teladia y no tenía ningún pariente más que los Elvira. En otras palabras, aunque no perdiera la memoria, no podría encontrar a nadie que le ayudara.
—Gracias, Alba —Micaela dijo agradecidamente.
Alba le tiró un vistazo y vio que ella todavía no había abierto el álbum.
—¿No te atreves a verlo?
—¡Vamos a verlo cuando lleguemos a casa! —después de mirar la portada del álbum un buen rato, Micaela lo dejó.
Tras más de 20 minutos, las dos llegaron al Barrio Fanslaño. Cerraron la puerta, encendieron la luz al máximo y se sentaron juntas en el sofá.
Micaela se sintió nerviosa e inquieta, pero también estaba esperando algo. Se encogió en el sofá y colocó el álbum en sus piernas. Alba apoyó en ella con la misma postura.
Después de una respiración profunda, Micaela lo abrió lentamente.
Como las fotos fueron tomadas hacía más de una década, se habían desvanecido un poco. Pero eso no afectaba nada a las imágenes gracias a la buena conservación.
La primera foto era de toda la familia de Micaela.
La madre estaba a la izquierda y el padre a la derecha. Entre ellos, Micaela estaba ahí. Los tres estaban sentados en la sala de la casa de los Elvira de ahora.
Con el corazón latiendo rápido, Micaela estaba mirándola atentamente. A ella le parecía desconocida, pero también familiar.
La madre era hermosa y se veía muy amable a primera vista. Y el padre era un caballero. Era alto y delgado…
—Micaela, ¡eres guapa desde que eras niña!
Alba se fijó en la Micaela pequeña en la foto. Con los ojos vivos, aunque solo tenía nueve años, se notaba su belleza.
Las dos siguieron viendo las fotos atrás. La mayoría era de Micaela, que mostraba varias posturas. Notablemente sus padres la querían mucho.
En una de las fotos, Micaela estaba en el césped por la puerta de la villa. La luz del sol tendía sobre su cara delicada y ella se mostraba feliz…
—Micaela, aprendiste a caminar como modelo. Mira cómo te plantas, ¿no es la postura de un modelo estándar?
Micaela miró la foto. Efectivamente, ¡esta posición era la misma que la que Eric le había enseñado!
Parecía que la aprendió de niña.
¿Pero por qué la había olvidado tan completamente?
—Alba, en las telenovelas, las personas que han perdido la memoria pueden recordar todo tras desmayarse por un golpe en la cabeza. ¿Lo intentaremos? —ilusionada, Micaela miró a Alba.
—¡Jolín! Es demasiado arriesgado. ¿Qué pasaría si con este golpe te convirtiera en tonta e incluso no reconociera a Carlos?
Tenía razón. ¡Qué arriesgo!
Micaela abandonó esta idea poco realista.
—Pero puedes ir al hospital para comprobar si hay equimosis presionando los nervios o algo así. La medicina ya está muy desarrollada, ¡y tal vez te ayuda a recordar lo de tu niñez!
Micaela asintió con la cabeza y las dos siguieron viendo las fotos.
En las páginas siguientes, había algunas fotos de ella con la familia Elvira, y también la de ella con Adriana juntas.
—¡Bah! ¡Mira a Adriana! ¡Te envidiaba y odiaba de niña! ¡Mira su miradita!
De repente, sonó una videollamada en el móvil de Micaela.
Ambas adivinaron que era de Carlos.
Al ver el móvil, ¡era él!
Pensando que debería dejarles espacio, Alba se levantó para irse. Pero Micaela metió el móvil en su mano.
—¡Alba, contéstalo y dile que estoy en la ducha!
Alba no entendió qué quería hacer.
—Mira, mis ojos están hinchados. Va a notarlos y no quiero que se preocupe.
Alba la comprendió. Al ver sus ojos, Carlos sabrías que había llorado.
Ella tomó el móvil y se sentó en el sofá.
Conteniendo la inquietud, Alba contestó la llamada.
Apareció la cara de Carlos en la pantalla. Al ver que era Alba, se apagó su sonrisa.
—¿Dónde está Micaela? —él preguntó directamente.
—Acaba de ir a ducharse. Y su móvil se queda aquí.
En la pantalla, despareció su cara y solo se mostró el techo.
—Alba, ¿me estás mintiendo?
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