—Vale, vale, dejad de discutir. ¡Vamos, volvamos a casa!
Mientras decía, Micaela empujó a Alba hacia afuera. Alba se dio vuelta y volvió, luego salió de nuevo después de recoger su regalo y cerró la puerta.
Al ver que el regalo que compró se llevaba en los brazos de Alba, Ernesto no pudo evitar que las comisuras de su boca se levantaron levemente.
Micaela pensaba con una sonrisa.
«Le gusta el regalo de Ernesto. ¿Fingió ser indiferente porque teme que me moleste que Carlos le dio regalo a ella? ¡Qué tonta!»
Ernesto vino en el coche de Alba como habían imaginado.
Alba puso la bola de cristal en la consola central. Se quedaba muy bien. Luego volvió al asiento trasero y se sentó con Micaela.
Micaela preguntó:
—Señor Mancebo, ¿por qué eres el conductor de hoy?
Ernesto arrancó el coche y dijo:
—No te andes con ceremonias, llámame Ernesto. Carlos me pidió que viniera, él tiene que seguir trabajando esta noche.
«Eso me ha dicho Carlos, pero qué extraño es, puesto que Carlos tiene muchos chóferes. Además, ¿Ernesto es el presidente de Solnaciente no? ¿Cómo tiene tiempo venir para servir como un conductor?»
Micaela se detuvo.
«¿podría ser que él mismo lo pidiera?»
Micaela ya estaba más segura de que Ernesto estaba interesado en Alba.
«Viene a recoger Alba con intensión especial.»
De repente, Micaela se sintió un poco preocupada, no sabía si Ernesto había escuchado la conversación de ellas...
Ernesto se fue al llevarlas a Barrio Fanslaño.
Alba miraba al coche que salió, dijo después de un largo rato:
—Eso es mi coche, ¿no crees que está demasiado acostumbrado a conducirlo?
Micaela la llevó a subir las escaleras.
—De todos modos, tienes miedo de conducir por el momento, entonces déjalo como quiera él.
No había cocinado por sí misma muchos días, Micaela estaba dispuesta a probar.
En la nevera había ingredientes frescos que Sofía renovaba regularmente. Micaela se acostumbró cada vez más a todo lo que Carlos tenía preparado para ella.
Se puso a trabajar en la cocina, y Alba fue expulsado varias veces cuando entró.
Por fin, todo estaba listo. Notando que era temprano, Micaela pensó que Carlos aún no había cenado.
Entonces tomó una fiambrera y guardó la ración de comida de Carlos. Alba se acercó:
—Vaya, qué novia tan virtuosa, ¿vas a enviar la cena a tu querida marido?
Micaela se puso roja como un tomate:
—No me bromees, quién es su esposa...
Alba sonrió:
—¿No eres su novia? ¿Entonces eres su mujer? ¿Su esposa?
Micaela no sabía si reír o llorar, realmente se rindió a las palabras de Alba.
Cuando preparó bien la comida para Carlos, Micaela se sentó y empozó a cenar con Alba. Como quería enviar la cena a Carlos pronto, Micaela comió con prisa.
Al poco tiempo, se levantó y se dispuso a marcharse. Preguntó a Alba:
—¿Quieres ir conmigo?
De hecho, Alba quería ir juntos, pero no podía, rechazó a ver a los dos mostrar su amor.
—Yo no voy. Todo es por culpa de ese maldito Ernesto, que me robó el coche, de lo contrario, podía llevarte allí.
—Tranquila, no tarda mucho con el taxi. Pues puedes quedarte en casa, volveré juntos con Carlos más tarde.
Imitando la expresión de Micaela, Alba dijo con tono dulce:
—Volveré con mi cariño, Alba, ¡vete a dormir después de bañarte!
Micaela recogió la fiambrera. Realmente quería llorar, ¿qué debería hacer con una amiga así?
—Vale, anda, anda. ¡Cuídate!
«Debo chocarlo para cambiar su dirección, de lo contrario, ella se lastimará...»
Micaela también había notado a ese coche, la cara se puso pálida de pronto. Recordó al accidente de auto que había sucedido Alba ayer, ¿acaso le tocaría a ella hoy?
«Tengo que llevar la comida a Carlos. ¿Sabe que estoy en peligro?»
El taxista se orinó en los pantalones. Obviamente, ese coche loco pretendió a chocarlo, por lo que él no sabía qué hacer, e incluso pisó en el freno con fuerza.
El hombre en el Toyota gritó:
—¡No!
El hombre odió tanto, se odió a sí mismo por no haber visto ese coche antes...
De repente, un Bentley negro corrió hacia allí como una flecha disparada...
***
Carlos estaba firmando los documentes en la oficina. Tenía que dejar el tiempo libre mañana por la mañana, para llevar a Micaela a...
Sintió un brusco dolor en su corazón.
La mano que sostenía la pluma empezó a temblar. Tiró la pluma y se apresuró a ver la localización del teléfono de Micaela...
«¡Micaela está a dos semáforos de distancia de mi empresa!»
«¿Qué hace por allí?»
Carlos se levantó y puso la mano en el pecho, apenas pudo respirar. Sonó el teléfono cuando iba a llamarla. ¡Carlos se le dolió el corazón más al ver el nombre señalado!
¡Era el que puesto cerca de Micaela para protegerla en secreto!
Su llamada representaría que había ocurrido algo.
Carlos contestó de inmediato.
Se oyó un grito por el otro lado del teléfono:
—¡Señor, venga rápido! Voy a detenerse ese coche...
Enseguida, fue un enorme ruido de choque y el sonido de los neumáticos rozando el suelo...
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