Micaela se sintió aún más tímida y metió la cara en sus brazos.
—Si no te hubiera dejado ir en aquel entonces, yo habría estado seguro de que eras tú a quien conocí aquella noche de dos años atrás.
Micaela susurró:
—No es demasiado tarde para saberlo ahora...
Carlos ezbozó una sonrisa pícara y continuó hablando con una voz encantadora:
—Creo que es tarde. ¡Cuántos «placeres» me he perdido!
Micaela levantó la vista, indignada, y se quejó:
—Aunque es así, ¡no deberías haberme deseado tantas veces en una sola noche!
«¡Me he quedado muy exhausta por tu apetencia insaciable!»
—Oye, lo que hice contigo ayer no es la compensa de lo perdido, ¿eh? Lo que me perdí, lo recuperaré poco a poco de ti.
Micaela se quedó sin palabras, sin saber qué decir para replicar.
Carlos se rio con satisfacción y la soltó, sin seguir más en este tema porque temía estar fuera de control si coqueteaba un poco más con la mujer.
Luego volvió a la cocina. Al ver que las gachas en la cazuela estaban bien hechas, apagó el fuego y empezó a freír el huevo.
Micaela se sorprendió al ver que, aparte de ser un poco torpe, Carlos freía el huevo perfectamente hasta dejarlo crujiente por fuera y tierno por dentro.
Ella quiso ayudar, pero fue rechazada por él, quien la dejó sentarse a la mesa del comedor y dijo:
—Cariño, lo único que necesitas hacer es esperarme unos minutos sentándote tranquilamente aquí. Yo me ocuparé del resto, ¿vale?
Tras decir eso, volvió a la cocina.
Aunque llevaba un delantal de color rosa, no desmerecía en absoluto su imagen de hombre alto y apuesto, e incluso parecía ser más maduro y suave.
«El hombre que yo amo me está preparando el desayuno personalmente...»
Mirando fijamente a Carlos ocupando en la cocina, un sentimiento de felicidad extrema le surgió en el corazón a Micaela.
«Realmente tengo mucha suerte que no me lo he perdido a él después de tantos contratiempos.»
Después de preparar bien lo todo, Carlos le puso un desayuno abundante a Micaela en la mesa, y luego sirvió personalmente un cuenco de gachas de maíz a ella.
Mirando los granos de maíz en las gachas, la mujer se quedó bastante conmovida.
—Pelé personalmente el maíz grano a grano sin pedir ayuda a Sofía —dijo el hombre a un lado.
Micaela levantó la vista y lo miró un poco sorprendida al oírlo.
—Micaela, quiero que entiendas que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti.
Al mirar sus ojos sinceros del hombre, Micaela se sintió muy conmovida.
Carlos se sentó a su lado y le apresuró:
—¿No tienes hambre? Date prisa y desayuna. Posiblemente, tenemos que almorzar en la Nación Fracimon.
«¿Nación Fracimon?»
Micaela se quedó asombrada, y de repente recordó que Carlos le había dicho que la llevaría a la Nación Fracimon después de este periodo ocupado para recuperar sus recuerdos perdidos de la infancia a través del tratamiento de equipos médicos.
Micaela se quedó un poco perturbada y pensó en lo que el doctor Wade le había dicho en ese momento: «Durante el tratamiento, podrá suceder algo inesperado, como que la memoria actual se verá afectada o algo así.»
«Si ocurriera un accidente durante el tratamiento, ¿yo olvidaría a Carlos?»
Pensando así, Micaela sintió una punzada en el corazón.
Al ver que la mujer estaba aturdida sin desayunar, Carlos frunció el ceño ligeramente, mirando los platos sobre la mesa.
«¿Mi cariño no tiene apetito o no le gusta el desayuno que le he preparado? Parece que tengo que practicar más mis habilidades culinarias.»
Sumida en sus propios pensamientos, Micaela se metió despreocupadamente una cucharada de gachas en la boca, inmediatamente levantó la cabeza con expresión de asombro y exclamó:
—¡Son muy ricas! Carlos, ¡eres muy bueno en cocinar! ¿De verdad es la primera vez que cocinas?
Micaela elogió sinceramente al talento de Carlos para cocinar, con el brillo de sorpresa en sus ojos, para que este supiera que ella no lo estaba halagando deliberadamente. Al ver la expresión de la mujer, Carlos aflojó sus cejas fuertemente unidas.
Carlos suponía que el desayuno debería saber bien porque hoy se había levantado muy temprano y se había preparado durante mucho tiempo, pero aun así, preguntó para confirmar:
—¿De verdad?
Al ver los ojos expectantes del hombre, Micaela sintió de repente que ahora no era el presidente altivo, sino un hombre corriente que esperaba ansiosamente los elogios de su esposa.
En este momento, Carlos miró a su asistente.
Diego llevaba un maletín en la mano y dijo con respeto:
—Señor, todo ya está listo.
Carlos asintió con la cabeza y tomó la iniciativa de cogerla de la mano a Micaela y subir al avión con ella.
Ernesto y Alba les siguieron después.
Alba observó la amplia, lujosa y confortable cabina y exclamó en su interior:
«¡Qué lujosa es la vida de los ricos! No sé cuánto tardará mi propio hermano en llegar a estas alturas.»
Hizo una pausa y miró a Ernesto, que la tomaba de la mano, pensando que a lo mejor este hombre podría llegar al mismo alto que Carlos más rápido.
Los cinco tomaron su asiento respectivamente.
Diego, como el único soltero entre los cinco, se sentó muy conscientemente en el sofá individual en la izquierda.
El avión despegó lentamente y penetró en el cielo.
Al pensar que su memoria actual podría verse afectada durante el proceso del tratamiento, Micaela se puso bastante inquieta.
Sí que quería recordar a sus padres y su infancia, pero tenía miedo de olvidar la belleza de la vida presente, a sus buenos amigos y especialmente a Carlos
En este momento, el hombre alargó la mano y la cogió en sus brazos, dio un beso suave en su frente y la conformó:
—Cariño, no te lo pienses demasiado. No dormiste bien anoche, descansa un poco más, ¿vale?
Oliendo el aroma agradable del hombre, Micaela se sintió mucho más tranquila, cerró obedientemente los ojos y se quedó dormida en un santiamén.
Alba, sentada detrás de Micaela, estaba hojeando una revista, pero su mente estaba en otra parte.
«Anoche, Micaela finalmente se entregó a Carlos, ¿verdad?»
Alba sintió que el corazón se llenó con un sentimiento angustiado.
En realidad, anoche, ella misma también estuvo a punto de tener una relación «íntima» con Ernesto.
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