Adriana frunció el ceño. ¿Qué le había pasado a Micaela? ¿Por qué estaba tan confiada?
—Mamá, muéstrasela —Adriana miró a Marta.
A Micaela le sobresaltó un poco. ¿Ella podía mostrársela?
Observándola, a Micaela le parecía que Marta sentía miedo.
—Puedo mostrarte la escritura de propiedad. Pero tengo que dejar todo claro. Después de verla, ¡ya no puedes en mi casa!
Micaela contuvo la ira.
«¡Es mi casa! ¿No puedo entrar?»
—Pero si no puedes mostrármela, largaos de aquí sin poder entrar más, ¿qué os parece? —Micaela dijo con firmeza.
—Micaela, ¿estás despierta? ¡Bueno! Mamá, ¡muéstrasela! —Adriana sonrió.
Marta le echó un vistazo a Micaela fijamente y subió al piso.
Examinando a Micaela, a Adriana le parecía más hermosa. Se notaba la belleza de mujer...
Por lo tanto, Adriana se sintió más celosa y quiso despreciarla más. Pensando que mañana ella iría al set Super Ángel pero Micaela no pudo, Adriana se halagó.
—¿No quieres alcanzarme? Mañana voy a Super Ángel. Estás destinada a no poder alcanzarme.
—¿No es demasiado pronto para decir esto? —Micaela se rio.
—¿Pronto? Me parece justo. He recibido la invitación, pero tú no. ¿Acaso no te he ganado? Al menos tengo la oportunidad, pero no tienes nada —Adriana se contentó mucho.
Micaela no entendió por qué dijo esto.
Ella también había recibido la invitación. Adriana estaba tan orgullosa, ¿había algo oculto?
Marta ya bajó con un folleto en la mano.
Adriana lo cogió y lo mostró frente a Micaela.
—¡Fíjate bien en la escritura de propiedad! ¡La casa es de la familia Elvira!
Micaela la quitó de ella y miró fijamente. El folleto era algo viejo, como algo de una docena de años atrás. Y el sello se veía muy claro, que no se parecía falso…
—¡Largados de aquí y no podéis entrar! Si no, llamaré a la policía sin importar eres mi paciente o no —observando la reacción de Micaela, Marta dijo alegremente y se alivió.
Micaela siempre les llevaba muchos problemas. Gracias a su aviso, ella podía…
—Si esto es verdad, cumplo lo que he prometido. Pero, ¿estás segura de que la escritura es verdadera? —Micaela cerró el folleto y miró a Marta.
Marta volvió a sentirse nerviosa…
—¡Qué tonterías estás diciendo! ¡Claro que es verdadera! —Marta se apresuró a quitar el folleto de ella.
Micaela la esquivó.
—Si es verdadera, ¿por qué tienes tanta prisa?
—¡Devuélvemela, es mi escritura de propiedad! Hija de puta…
Mirando la reacción de su madre, a Adriana le parecía un poco extraña. Marta normalmente no era así…
—Realmente es tu escritura de propiedad, pero has pagado para falsearla, ¿verdad? —Micaela preguntó fríamente.
—¡Qué tonterías! Micaela, aparte de que no sabes agradecerme por haberte criado tantos años, también llevas persona a mi casa para golpearme. Y ahora quieres ocupar mi casa, ¡voy a llamar a la policía!
—Sí, la policía. Hay que llamar a la policía. Raúl, llámala ahora mismo y dile que alguien se ha apoderado de la propiedad de otra persona. Además, ha pagado y usa la escritura de propiedad falsa —Micaela le devolvió la escritura de propiedad y dijo a Raúl.
«Si el señor se enterara de que haces cosas tan peligrosas aquí, ¡me despediría!»
Micaela subió al primer piso.
Todo le parecía familiar. Al principio, la habitación de Marta era de sus padres.
Y Adriana también había ocupado la habitación que sus padres habían diseñado para ella.
Micaela vivía en segundo piso cuando volvió del orfanato…
Dejando de pensar, ella entró en el estudio.
Aparte del jardín, el estudio era el lugar donde su se quedaba más.
Todavía se conservaba casi el mismo que antes.
A Micaela le encantaba leer de niña y siempre leía en el estudio con su padre. Luego su madre les servía bebidas y frutas. Así, los tres disfrutaba del tiempo sentados en la alfombra del estudio…
Micaela siguió entrando y se emocionó al mirar todo.
Paró en una estante y sacó un libro. Tanteando, encontró un botón escondido. Lo presionó y salió la escritura…
Era verdad...
Micaela empezó a llorar.
El estante fue diseñado por su padre, a quien le encantó diseñar. Como este espacio era tan pequeño que no podía caber ningún documento, él puso la escritura de propiedad de paso. En aquel entonces, Micaela tenía 10 años y lo miró hacerlo.
Afortunadamente, después él no sacó la escritura de ahí...
Nadie había imaginado que un acto de paso salvaría esta casa...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te Quiero Como Eres