Te Quiero Como Eres romance Capítulo 370

Miran a Liliana, Micaela no dijo nada.

Liliana también la miró y sintió miedo por sus ojos claros.

Cuando Micaela estaba en la familia Elvira, Liliana siempre la maltrataba y decía mal de ella ante Adriana.

—Abre la puerta —Micaela dijo.

Liliana sintió más disgusto por ella al notar su noble temperamento. Solo era una huérfana, ¿de dónde venía ese temperamento tan atractivo?

—¿Por qué tengo que abrir la puerta? ¿Crees que eres notable solo porque eres modelo! ¡No voy a abrir la puerta!

Raúl frunció el ceño. ¿Qué le había pasado a esta criada? ¿Se atrevía a hablar así con la señorita Micaela?

—Señorita, retroceda. Con solo una patada voy a deshacer esta puerta —él se adelantó y dijo a Micaela.

¡Liliana suspiró!

Raúl era robusto. A través de la camiseta, se notaban sus músculos. Obviamente hacía muchos ejercicios y era fuerte. ¡Podría destrozar la puerta si quería!

—¿Qué haces?, Micaela. ¿Para qué vienes con este hombre?

Mirando a Liliana, Micaela señaló a Raúl que no hacía falta deshacer la puerta.

—Abre la puerta, necesito entrar.

—No, ¡la señora ha dicho que no se puede abrirte la puerta!

Micaela comprendió. Marta había dicho que ella no podía entrar.

—Jaja, qué gracioso. ¿No me permite entrar en mi casa? —Micaela se rio.

—Micaela, ¿qué dices? ¡Aquí es la familia Elvira! Vete, la señora no te deja entrar —Liliana la negó.

Micaela dio un paso adelante y la miró con una mirada dudosa.

—Abre la puerta. Si la puerta se rompe por tu culpa, ¡cuidado con que la señora te retenga el sueldo!

Liliana se asombró y tiró un vistazo a Raúl. Después de pensar un poco, ella abrió la cerradura. Raúl abrió la puerta para que Micaela entrara.

Liliana se volvió corriendo a la villa.

¡Ella tenía que decirles a Marta y Adriana que la perra Micaela venía con un asistente!

Micaela se estaba acercando al piso.

A ella le vinieron los recuerdos.

Ese columpio bajo el árbol había sido su favorito cuando era niña.

Como Adriana siempre ocupaba el columpio, su padre puso dos para ellas...

Las flores debajo de la muralla también las había plantado su padre. Debido a él, a Micaela le gustaba plantar flores. Y ahora las flores estaban floreciendo…

Al escuchar a Liliana, Marta salió apresuradamente. Se tranquilizó un poco cuando vio que Micaela había venido con un chofer en vez de Alba.

—¡Lárgate, hija de puta! ¡No estás bienvenida a mi casa!

—Señora, respétala por favor —Raúl se adelantó e hizo calentamiento en las articulaciones de las manos, lo cual asustó a Marta mucho.

—Micaela, ¿qué quieres? ¿Quieres atracarme? ¿Crees que con un novio rico puedes hacer lo que quieras? ¡Hay leyes en la sociedad!

Micaela estaba revisando la casa. Se fijó en Marta al oírla.

Marta vio la mirada fría de ella. ¡Le parecía que Micaela ya era diferente que antes!

—Señora Elvira, ¿también sabes que existen leyes?

Marta se quedó atontada…

¿Qué le había pasado a Micaela?

Generalmente ella la llamaba tía Marta respetuosamente, ¿pero hoy la llamó señora Elvira?

¿Qué?

Marta y Adriana se suspendieron.

¿Echaba bravatas?

¡Marta también sabía hacerlo!

—Voy a llamar a la policía. No te permito entrar en mi casa y has entrado a la fuerza. Es asalto. Además, has venido con el hombre que me ha golpeado. ¡Te merecen dos delitos!

¡Qué irrazonable Marta era!

¡Raúl apretó el puño, queriendo golpearla!

Pero no pudo hacer nada sin el permiso de Micaela.

—¿Y a qué condenarán por la apropiación ilegal? —mirándolas, Micaela dijo tranquilamente.

Marta se puso suspensa y miró a Adriana…

—Micaela, deberías buscarlo en Google. No estáis bienvenidos a mi casa, salid, por favor —Adriana dijo.

—¿Tu casa? —Micaela miró a Marta— Señora Elvira, ¿sabes qué significa apoderarse del puesto que por derecho corresponde a otro?

Marta se asustó. Antes podía decir muchas cosas para replicarla. Pero ahora Micaela ya no era la mismo que antes. Y Marta no pudo decir nada…

—Micaela, ¿cuántas veces te lo hemos dicho? Esta villa fue de tu padre, pero la vendió. ¡Y ahora es nuestra!

Adriana ya se cansó de repetir las mismas palabras.

—Entonces muéstrame la escritura de propiedad —mirando a Marta, Micaela dijo seriamente.

—¿Por qué tengo que mostrártela? ¿Vienes a comprobar mi identidad? —con los brazos cruzados, Adriana mostró una sonrisa de desprecio.

—¿Por qué no me la muestras? ¿Tienes miedo? ¿O en realidad, no la tienes? —Micaela preguntó.

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