Ernesto aún no sabía lo que había pasado, pero en su cabeza pasó rápidamente lo que había dicho ella.
Dijo que podía enamorarse, porque se iba a olvidar.
—Te habrás dado cuenta de que ella y yo no nos llevamos bien —dijo Mateo.
Ernesto no dijo nada, porque a su parecer, la relación entre los dos era nada buena, incluso se podía decir que era fría.
Alba nunca se ofrecía a volver a casa, tampoco mencionaba a este único pariente que tenía. Y ahora ella acababa de salir con Ernesto y vivían juntos, como su hermano, no se lo impidió, porque se comunicaban muy poco.
—Porque si me junto con Alba, y luego ella tiene apego a mí, también va a olvidarme.
Ernesto se quedó tan sorprendido que abrió grandes los ojos.
—¿Por qué?
—Alba se ha olvidado a mucha gente, hay algunos sí que ella recuerda, pero ella solo sabe la existencia de ellos, se ha olvidado su apariencia y la historia con ellos. En cuanto a la gente que realmente le gusta, al final será olvidado totalmente por ella, ni recuerda su existencia.
El tiempo se detuvo, los dos hombres guapos se quedaban en un salón tranquilo, uno estaba triste, y el otro estaba aturdido. Un rato después, Mateo dijo,
—Soy su única familia, no puedo dejar que olvide incluso a mí.
El corazón de Ernesto empezó a latir fuertemente, ya no sentía ningún sueño y cansancio.
—Hasta el día de hoy, solo hay una persona que ella aprecia y ama, sin olvidar.
Por un segundo, el corazón de Ernesto se detuvo,
—¿Es Carlos?
—Es Micaela.
Ernesto se alivió, pero al mismo tiempo había un caos en su mente.
—Ella siempre piensa que solo va a olvidar todos los hombres que le van bien, pero en realidad no es así. Se ha olvidado todos los familiares y amigos íntimos, menos Micaela, como si ella estuviera grabada en su mente.
—A lo mejor ella lo sabe subconscientemente, por eso no se junta mucho con nadie, en su cabeza, Micaela es la gente más cercana a ella, mucho más que yo.
Ya era explicable que después de un año de estudio en el extranjero, ella nunca mencionaba sus compañeros tras volver, al final aquellos compañeros solo eran amigos de vista.
De repente se le ocurrió a Ernesto que cuando Carlos llevó a Micaela a despertarla del hipnotismo, entonces Alba se comportaba como si fuera a perder a ella. Alba dependía de Micaela porque ella era la única persona que había entrado en su corazón y todavía recordaba.
Por eso Mateo le daba un poco de envidia a Micaela.
Como hermano, casi era olvidado por Alba. Cuando él se dio cuenta de que cuantas más emociones que Alba invertía, más olvidaba, él empezó a alejarse de ella y mostrar indiferencia, y eso hizo que ella recordase que tenía un hermano.
Desde aquel entonces, ni podía llamarle Albita, solo podía llamar su nombre completo como si llamase a una desconocida.
No era porque quiera aproximarse a su única hermana, sino era porque no podía hacerlo.
Lo que dijo Mateo hizo pensar a Ernesto en muchas cosas.
Ella no había olvidado de él, ¿esto significaba que ella no amaba a él?
Pero, ¿el amor tenía que ser el olvido?
En aquel entonces, a Alba se le veía el afecto por Carlos en los ojos, pero tampoco lo olvidó, ¿acaso también estaba grabado en la cabeza como Micaela?
O sea, a ella no le gustaba tanto Carlos, ¿en realidad él no había entrado en su corazón?
Los supuestos parientes, ocupados en diputar la herencia de su familia, nadie se preocupaba de los dos huérfanos.
Al final, fue un amigo de su padre que se asentaba en el extranjero volvió a ayudarlos, de ahí que la Familia Gilabert pudo sobrevivir.
Ernesto levantó la cabeza viendo el techo, parpadeó con mucha fuerza para que no se le cayesen lágrimas.
Él siempre decía que ella era empedernida, ¿era porque aún no había salido de ese daño tan grande?
—Ernesto, tú eres especial, desde que nos encontramos —dijo Mateo.
Ernesto lo miró increíblemente.
En sentido estricto, la primera vez que vio a Alba fue en el aeropuerto, para huir de los perseguidores molestos, tiró a Alba de las multitudes al azar y la besó.
Mateo estaba atontado entonces, porque Alba no le empujó a Ernesto a primera hora, sino dejó besar por él en sus brazos un buen rato, cuando ella se dio cuenta de lo que había pasado, le dio una bofetada.
—Que yo sepa de Alba, ella tiene el cinturón negro de Taekwondo, en aquel momento te comportabas como un mujeriego, apenas tuviste la oportunidad de acercarte a ella —dijo Mateo.
Ernesto se quedó aturdido.
—Hoy te he dicho demasiado, digiérelo.
Mateo se levantó, tardó un minuto en decir,
—Espero de corazón que mi única hermana pueda ser feliz, también deseo que tú vayas a ser el que esté grabado en su cabeza.
Mateo se bebió todo el té de la taza y la dejó, caminó hacia la primera planta.
Ernesto se sentaba en el sofá un buen rato dándole vueltas a la cabeza.
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