Te Quiero Como Eres romance Capítulo 561

Micaela no pudo evitar derramar lágrimas mirando el vídeo.

«Están tan enamorados y han experimentado tantas cosas y han tenido tantos buenos recuerdos juntos, ¿pero aun así no se puede superar esa ceguera facial?»

Al llegar al Barrio Fanslaño, Carlos aparcó el coche, se bajó y le abrió la puerta para Micaela, la cogió en brazos y le consoló:

—Cariño, no llores más. ¿Cuántas lágrimas has derramado hoy? ¿No sabes que me angustia cuando te veo llorar?

Micaela se sonrojó ligeramente y trató de contener sus lágrimas.

Después de estar con Carlos, Micaela se volvía vuelto cada vez más sentimental, probablemente porque sabía que lo tenía a este hombre que le amaba cerca, por eso daba riendas sueltas a sus emociones.

Alba también se bajó del coche, algo aturdida.

Ella realmente amaba a ese hombre, pero al final lo había olvidado por completo sin tener ni un rastro de recuerdo de él.

Alba echó una mirada a Carlos, quien tenía a Micaela en sus brazos, y se dijo a sí misma mentalmente:

«Al principio, Ernesto debía de ser una forma mía de olvidar a Carlos, pero inesperadamente, me enamoré de él y luego me olvidé de él...»

Los tres subieron las escaleras con sus propios pensamientos.

Micaela sentó a Alba en el sofá y le empezó a contar los momentos que ella había tenido con Ernesto, especialmente la peligrosa experiencia del atentado de la Nación Catyblaca.

Alba sí recordaba esa explosión, pero solo a Carlos, y su apuesto rostro lateral cuando desactivaba la bomba.

Tras una larga narración, Micaela se quedó un poco abatida al ver que Alba seguía sin recordar en absoluto a Ernesto y se preguntó cómo estaba Ernesto ahora.

Mientras ella estaba meditando, Carlos salió del estudio y les dijo:

—Vengan conmigo y echen un vistazo.

Micaela, un poco confundida, se llevó a Alba con ella y entró en el estudio del hombre.

Carlos se agachó ligeramente e hizo un clic en su ordenador, luego se puso al lado de Micaela.

Alba reconoció de inmediato que eran ella y el Ernesto que le había estado molestando en el aeropuerto, no, eran dos Ernesto. El que acababa de ver en la foto caminaba a su lado, pero de repente aparecieron unos hombres hábiles con traje negro y uno de ellos le tapó la boca y la nariz a Ernesto por detrás con un pañuelo, y otros dos se lo llevaron a rastras.

No había gente en el aeropuerto y los que pasaban por allí vieron la escena y huyeron corriendo por el temor de meterse en problemas, por lo que Ernesto fue arrastrado por aquellos hombres a la fuerza.

Carlos puso en pausa el vídeo, amplió la imagen, y volvió a reproducirlo ralentizando. En el vídeo, Ernesto trató de zafarse a duras de la presa de los hombres, con los ojos llenos de rabia e inquietud, preocupado de que Alba se dejara engañar por ese hombre disfrazado de él. Sin embargo, debido al efecto de droga en el pañuelo, él perdió la fuerza poco a poco y desapareció de la vigilancia.

Micaela se tapó la boca y le volvió venir el impulso de llorar.

«Ernesto ama tanto a Alba, a tal grado de que todavía pensaba en ella, aunque él mismo estaba en peligro...»

Carlos cogió a Micaela en brazos y la llevó fuera.

Alba miró la imagen y sintió una punzada aguda e inexplicable en el corazón. Le dolió mucho y sintió que algo estaba a punto de brotar, pero aún faltaba algo...

Fuera del estudio, Carlos miró a Micaela, la besó en la frente y le dijo:

—Mica, ve a arreglar una habitación para Alba. Voy a hablar con ella.

—Tu presencia, tus miradas y tu maldita ceguera facial, ¡son molestias para mí!

Carlos bajó deliberadamente la voz para que Micaela lo escuchara, pero aun así, se podía notar la ira en su tono.

En este momento, Carlos escuchó los pasos de Micaela al bajar las escaleras, al instante se levantó y, sin mirar a Alba, salió directamente y se acercó a Micaela, quien estaba mirando hacia el estudio.

—Mica, volvamos primero a Nyisrenda. El abuelo deberá refunfuñar mañana si no nos ve.

Con eso, Carlos la tomó de la mano a su mujer para irse, pero esta retiró su mano, se volvió hacia el estudio y dijo:

—Espera, quiero hablar con Alba de nuevo...

Carlos miró su propia mano vacía, aturdida. Fue la primera vez que Micaela tomó iniciativa de deshacerse de su palma...

Sin pensárselo dos veces, él dio un paso para alcanzarla, la abrazó directamente por detrás y dijo con su voz grave:

—No es necesario. Ernesto ya está en camino y él se encargará.

Micaela le miró con cierta sorpresa.

A su vez, Carlos la besó suavemente en la mejilla y explicó:

—Se lo llevó su padre, pero ahora ya está libre y casi está aquí. Pues dejemos unos momentos para ellos, ¿vale?

Micaela asintió entonces. Y antes de que ella pudiera despedirse de Alba, el hombre se la llevó afuera tomándola de la mano.

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