Te tomo prestado romance Capítulo 50

- Nastya, ¡¡mierda!!

Unas manos fuertes me agarran por la cintura. Un tirón, me arranca del suelo.

Estoy muerto, ¿no? ¿Se acabó?

Pero no hace daño. Al contrario, se siente bien. Caliente. Feliz. Los fuertes brazos de alguien rodean mi espalda con avidez, presionando mi cara contra mi poderoso y duro pecho.

- ¡¿Estás loco?! ¿Quieres ir al otro mundo? - Bulat grita enfadado, apretándome más fuerte en su agarre. Tan fuerte que mis huesos se resquebrajan.

Dios...

Gemí con rabia, hundiéndome en su abrazo caliente y fiable, que tanto había echado de menos. Entierro mi nariz en su poderoso pecho, buscando la salvación.

- ¿Asustado? Estúpido...

Qué alivio...

Casi me derrito como un charco por el calor del gran cuerpo de olor delicioso, pero inmediatamente me obligué a volver al suelo. ¡Y recuérdale a mi sediento corazón quién es realmente Bulat Basmanov y lo que me va a hacer!

- Sí... ¡Sólo para estar lejos de ti! No me encontrarás allí.

- Te sacaré de la tierra si es necesario. Pero tú y lo que llevas dentro -puso su mano en mi vientre, acariciándolo- me pertenecen. Sólo yo tengo derecho a controlar tu destino. Yo soy tu Dios.

- ¿Desde cuándo?

- Desde que te eché el ojo.

Intento salir de mi agarre, pero no soy lo suficientemente fuerte, por supuesto. Me doy cuenta de que Bulat y yo estamos de pie a un lado de la carretera, y él me sostiene cerca de él, protegiéndome de todo peligro.

En un momento dado, logró reaccionar a tiempo para atraparme. Me apartó de la carretera, envolviéndome en su cuerpo como un escudo vital.

- Prefiero morir antes que dejar que hagas lo que estás a punto de hacer...

- Te dije que estaría bien.

- Señor Bulat", una voz femenina desconocida suena detrás de él. - ¡Buenos días!

Nos damos la vuelta al mismo tiempo. Veo a una mujer regordeta de baja estatura con una bata blanca. Sonríe ampliamente. Al verla, Bulat me deja ir inmediatamente.

- ¿Está todo listo?

- Sí, adelante", el médico nos da la espalda y nos hace un gesto para que la sigamos.

- ¡No seas tonta, Nastya! - El empresario me agarra la mano y me la aprieta hasta dejarme los nudillos blancos. - Mi paciencia no es precisamente inquebrantable.

El hombre grande y voluminoso que está a nuestro lado es el guardia de seguridad de Bulatov. Se abre ligeramente la chaqueta. Trago saliva cuando veo que la empuñadura de la pistola sobresale inquietantemente de la cintura de su pantalón.

Me empujan hacia delante y entro en el amplio y luminoso despacho siguiendo al médico. La mujer se da la vuelta, me mira con severidad y me dice en tono firme:

- Toma asiento.

La puerta detrás de mí se cierra inquietantemente...

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado