Tenias que ser tu romance Capítulo 41

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Fernando llevó a Paula hasta la habitación del bungalo y ambos se quedaron viendo frente a frente. Él, podía ver como su pecho subía y bajaba agitado de lo nerviosa que se sentía en ese momento.

—Paula, si quieres, no es…

—Lo quiero— interrumpió ella de inmediato mientras la luz de la luna iluminaba ligeramente el rostro de Fernando.

Él, rozó su rostro con una de sus manos, acarició sus labios con la yema de su dedo pulgar para después bajar hacia su escote y rozar suavemente la línea de sus pechos. Las miradas de complicidad se dieron entre los dos y él se atrevió a bajar un poco más llegando hacia su cintura.

—Bésame Paula— le murmuró y ella se acercó a sus labios besándolos está vez con más seguridad que cuando estuvieron en la cocina.

Fernando aprovechó para subir su mano por su espalda y lentamente bajar el cierre de su vestido que se fue aflojando hasta descubrir su hermoso cuerpo envuelto en una lencería de color blanco que le hacía ver tan sensual, más de lo que él se lo imaginaba. Paula se quedó un momento ahí, sintiendo su piel caliente, su sexo excitado y por primera vez unas ganas increíbles de que alguien la tocara. Por años había evitado el contacto directo a su cuerpo y hoy no había nada que se lo prohibiera.

—Desnúdame Paula— le pidió Fernando.

Ella se acercó un poco más y con sus manos, temblando de miedo, comenzó a desabrochar uno a uno los botones de su camisa hasta que logró abrirla y de nuevo admiró su atlético torso. Deslizó sus manos sobre él, acariciando su piel, hasta llegar a sus hombros y quitarla por completo de su cuerpo. La camisa cayó sobre el suelo rozando sus pies. Paula lo admiró por uno momento y sin poder evitarlo, sonrío.

Tímidamente junto sus labios a los de Fernando y le dio otro beso que encendió de nuevo las pieles de ambos y que hizo que sintieran cosquillas vibrando de deseo, ese que por años se había acumulado en sus cuerpos y estaba a punto de explotar. Fernando colocó las manos por debajo de los muslos desnudos de Paula y la cargó de nuevo para que ella se enredara sobre su caderas intensificando el beso que le había despertado sensaciones que pensó no excistían en ella.

Fernando recostó a Paula sobre la cama, sobre esas sábanas calientes gracias al clima y se puso encima de ella para empezar a llenarla de mimos, caricias, de besos. Poco a poco sus manos y el movimiento de su boca fueron cambiando a algo más pasional, más erótico, provocando que Paula diera su primer gemido llevado por el placer y endulzando los oídos de Fernando que por mucho tiempo lo había esperado. Sus besos se fueron tornando más osados y abandonaron la boca de Paula para pasar hacia su cuello, la línea de sus pechos y luego su vientre, éste que subía y bajaba agitado por todo lo que estaba sucediendo. Cuando besó sus caderas ella las arqueó un poco gimiendo una vez más.

Las manos de Paula, acariciaban el cabello de Fernando, jugaban con él, recorría con sus dedos el principio de su espalda memorizando cada músculo que se formaba. De pronto, sus manos pasaron directo a las sábanas para aferrarse a ellas al sentir un enorme placer entre sus piernas. Las manos de él tocaron su cintura para después quitar su braga y dejarla descubierta ante sus labios que ya la besaban de una manera sumamente especial.

—Fernando— murmuró ella cuando sintió un gran placer subiendo hacia su rostro., para después subir y bajar por su columna y permanecer ahí.

Paula gimió fuerte, cuando el placer acumulado en sus caderas se despertó y explotó sin que ella pudiera resistirlo. Estaba fascinada, confundida, llena de preguntas pero a la vez sabiendo que todo esto era lo que deseaba sentir desde hace años atrás. Fernando subió hacia su rostro, besando su cuerpo, sus pechos, quitando su sostén para tenerla desnuda por completo y así llegó a su boca para besarla cortándole la respiración. Las manos de ella tocaron su espalda baja y deslizaron su pantalón para descubrir más que su ropa interior.

—Te amo Paula— murmuro Fernando a su oído.

Ella abrió los ojos y se encontró con los suyos. Ambos se miraron a los ojos y supieron que estaban en el lugar correcto, sintiendo y deseando lo mismo. Fernando la besó de nuevo sobre los labios calientes y con cuidado entró en ella haciendo que cerrara los ojos para lidiar con todo lo nuevo que sentía sobre su cuerpo.

—¿Qué será de nosotros? — le preguntó ella bajito.

Fernando sonrío — podemos quedarnos aquí, amor. Desaparecer del mundo, olvidarnos de todo y ser felices. Hacer de este bungaló nuestro hogar. Besarnos hasta el amanecer y nadar en el mar desnudos. Amarnos sin restricciones, sin rumores, sin personas que nos quieran arruinar.

Paula sonrió ante las palabras de Fernando y él removió con cuidado el mechón de cabello rubio que caía sobre su frente — eso suena muy bien, pero sabes que no podemos quedarnos. No podemos huir de todo porque no importa donde vayamos algún día todo eso nos alcanzará — ella acarició su pecho a la altura del corazón —quedémonos unos días más aquí — propuso— y luego regresemos al puerto para enfrentar a todos de una vez por todas, a tu madre, a Iván. Averigüemos la verdad entre las intrigas y los malos entendidos y después llévame donde desees, yo te sigo.

Fernando se volteó para quedar de nuevo encima del cuerpo de Paula y el roce de sus pieles volvió a encender el fuego entre los dos — pero ¿me amarás?, ¿ya no volverás a fingir que no me amas? — preguntó y Paula negó con la cabeza.

—Jamás Fernando. A partir de este momento estaremos juntos, pase lo que pase. No importa los rumores que surjan o los juegos sucios de nuestras familias. Soy tuya, eres mío y lucharemos por juntos por este amor.

—Entonces te sigo — respondió él de inmediato— te seguiré por toda la eternidad, así tenga que abandonar a mi madre o dejarlo todo. Yo te juro Paula de la O, que seremos felices, no importa lo que suceda.

Paula sonrío ampliamente y colocando las manos detrás de su nunca invitó a que Fernando besara sus labios —hazme el amor una vez más, hazme el amor las veces que desees… soy tuya.

—Y yo soy tuyo — respondió él sobre sus labios cayendo así de nuevo entre sus brazos.

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