Tenias que ser tu romance Capítulo 42

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Después de la pequeña luna de miel que Fernando y Paula vivieron, era hora de regresar a la realidad y enfrentar los problemas que se vendrían. Ambos estaban seguros que todo sería un caos lleno de enojo y dolor cuando pisaran el puerto, pero ahora estaban juntos, enamorados y dispuestos a enfrentar todo. Una noche antes de partir, los dos enamorados disfrutaron de la noche, cenando deliciosamente y haciendo el amor hasta caer dormidos porque no sabían qué momento lo volverían a hacer; esperaban que fuera pronto.

Al siguiente día, se despertaron temprano, observaron el amanecer y en frente de él se prometieron que jamás dejarían de amarse y que no importara lo que pasara lo recordarían día y noche hasta que pudiesen estar juntos y así irse lejos para disfrutar de su amor. Horas después, Paula y Fernando montaron al caballo y a galope, regresaron por ese camino entre las montañas y los árboles. Esta vez no lo hicieron tan rápido, si no al ritmo relajado del caballo. Ella lo iba abrazando fuerte, recargando su cabeza sobre su espalda y él con una sonrisa dibujada sobre su rostro.

Esta vez, entraron al puerto por la playa que a Paula tanto le gustaba y ella le pidió que le dejara ahí para regresar caminando hacia su casa ―es mejor así ― le dijo con ternura mientras Fernando le ayudaba a bajar del caballo ― si entramos juntos será el escándalo de la temporada y ahora no lo necesitamos, mejor camino hasta allá y veo como está la situación.

―¿Segura?, te juro que no me importa que se escandalice el mundo, creo que ya lo logramos hace días atrás ― insistió Fernando.

Paula negó con la cabeza ― ve a tu casa, te prometo que más noche nos vemos.

―¿Me lo juras? ― preguntó Fernando enamorado.

―Te lo juro ― respondió ella y dejándose llevar le dio un beso sobre los labios.

―Te prometo que es la última vez que nos separamos Paula de la O, te prometo que pronto nos iremos de aquí juntos para olvidarnos de todo y ser felices ― prometió Fernando.

―Te creo ― respondió ella con una sonrisa.

Paula de la O volvió a besarlo, disfrutando del momento, de los exquisitos labios del amor de su vida para luego alejarse lentamente. Fernando poco a poco la dejó ir, soltando su mano y viéndola partir por la playa hasta que su figura desapareció a lo lejos.

Fernando inmediatamente se montó en le caballo y cabalgó a lo largo de la playa sintiendo la frescura de la brisa del mar y el calor de los rayos del sol que brillaba como todas las mañanas. Se sentía feliz, enamorado, realizado. Paula de la O era su ya y de nadie más, había encontrado por fin al amor de su vida, a esa mujer por la que estaría dispuesto a ir contra quién se le opusiera aunque ésta fuera su madre.

Atravesó el centro de la ciudad utilizando los caminos aledaños, se metió entre callejones y jardines hasta llegar a la casa donde había crecido. Frenó antes de entrar por el portón y tomó un suspiro, era el momento de enfrentar las consecuencias de sus actos, pero esta vez estaba seguro que éstas las resolvería al lado de la mujer que amaba y no solo como siempre lo había hecho.

Tan sólo entró al portal, el galope del caballo alertó a todos los que estaban en casa y el movimiento del personal fue evidente así como los gritos de alegría ¡Fernando regresó!, ¡Fernando regresó!, gritaban por todas partes y el esposo de hortensia fue a ayudarle con el caballo.

―¡Joven Saramago!, ¡no sabe el gusto que nos da que esté bien! ― le saludo mientras le daba un abrazo.

―¡Estoy mejor que nunca! ― pronunció con felicidad mientras le respondía el saludo ― límpielo y dele mucha agua, tuvo unos días agitados ― indicó y el hombre asintió con la cabeza.

Fernando suspiró profundo al ver el rostro de Natalia en la ventana de su habitación viendo hacia el hombre que le había hecho pasar la vergüenza de su vida. Él sabía que de todas las personas que tenía que enfrentar, su ex prometida sería la más difícil pero no podía ocultar más que estaba enamorado de otra mujer, era ahora o nunca.

La puerta de la cocina se abrió de par en par y un nuevo y muy sucio Fernando de la O entro hacia el recibidor donde su madre sin pensarlo dos veces se fue hacia sus brazos y se colgó de su cuerpo mientras derramaba lágrimas de felicidad.

―¡Estás vivo!, ¡estás bien!, no tienes idea lo mucho que me preocupé ― le dijo a viva voz.

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