Tenias que ser tu romance Capítulo 48

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Paula de la O y Fernando Saramago, se hicieron amantes justo dos semanas después de casarse cuando ella, gracias a una pelea con Iván porque quería obligarla a dormir con él se escapó al último lugar donde había estado con el amor de su vida; para su suerte, él se encontraba ahí.

Se vieron esa vez y se hicieron el amor hasta que sus cuerpo no pudieron, después se prometieron regresar una vez al mes para poder estar solos en aquel escondido lugar que sólo algunos sabían como llegar. Así Fernando convirtió la antigua casa de su nana en el lugar de refugio para ambos, la remodeló, le puso una cama decente y para no levantar sospechas al exterior la alumbró sólo con lámparas de aceite y velas que le dan un toque más romántico a la velada.

Sin embargo, las sospechas de Iván y los infinitos celos que lo carcomen por dentro, comenzaron a hacer estragos en los encuentros, por lo que los horarios para ver se comenzaron a variar; a veces se ven por la madrugada justo cuando Paula sale a la central de abastos o muy de noche cuando Iván se pone borracho en el bar y se pierde entre el mar de botellas.

Eugenia se convirtió en una de las piezas clave para esto, siendo ella la que pasa los mensajes a Fernando y cubriendo a Paula cuando llega un poco tarde sin embargo, Iván no es tonto y a pesar de todo lo que ambos hacen para conservar su amor, el poder puede más y el dinero pueden un poco más por lo que siempre termina enterándose de lo que su mujer hace cuando él no está cerca, lo que le causa más celos, más frustraciones y sobre todo pesar.

Así, el encuentro entre Fernando y ella en su casa no pasó desapercibido por tanto tiempo, por lo que tan sólo regresó a su casa en la noche, Iván la esperaba sentado en la sala, con una botella al lado y el semblante enojado; desde hace un año él no era feliz, a pesar de tener a la mujer que amaba a su lado.

Paula cerró la puerta y antes de subir las escaleras la voz firme y severa de Iván la detuvo.

―Paula, ven a la sala.

Ella suspiró profundo, después dejó las llaves sobre la mesa del recibidor junto con su bolsa y entró caminando lento. La casa, que Iván había comprado para pasar el resto de su vida al lado de ella, era una de las más grandes que había en el puerto. En su mente, la llenarían de hijos, habría fiestas celebrando cada uno de sus cumpleaños y Paula viviría feliz y protegida. Sin embargo, ahora era todo lo contrario. De las siete habitaciones dos se encontraban ocupadas, no había fiestas ni hijos y la mayoría del tiempo se escuchaba el silencio para luego romperlo en una pelea que terminaba en lágrimas por parte de ambos. Iván, había llevado su corazón roto a otro nivel, al de la amargura, la confusión y la inestabilidad.

Así que, al entrar a la enorme sala, Paula supo lo que le esperaba y mejor se relajó ya que venía tan feliz de haber visto a Fernando aunque fuera una vez sin tener que recurrir a la obscuridad.

―¿Por qué tan tarde? ― le preguntó.

―Tuve que hacer el corte de caja de casi todos los almacenes― habló con la verdad.

―Y, ¿por qué no lo hizo alguien más?

―Tu hermana me lo pidió― respondió

Iván se sirvió un poco de tequila en el vaso que tenía al lado y tomándolo con la mano derecha se puso de pie para caminar hacia Paula. A ella le daba una lástima terrible verle así. El Iván gallardo, tranquilo y simpático había desaparecido para darle pasó a otro totalmente desconocido para ella. Iván le acarició el rostro con cariño, provocando que Paula cerrara los ojos para luego decirle ― duerme conmigo esta noche Paula.

Ella se quedó en silencio. Ésta no era la primera vez que Iván se lo pedía y las veces que había accedido todo había terminado muy mal, por lo que a partir de ese momento esa petición sólo tenía una respuesta.

―No― murmuró Paula ― sabes que no puedes pedirme eso.

Iván tomó de un sorbo el te quila para luego aventarlo contra el suelo y tomarla del cabello.

―¡Claro!, ¡lo sabía!, es porque te fuiste a ver a ese Fernando Saramago ― reclamó.

―¡Fernando no tiene nada que ver con esto!― arremetió ella jalando el brazo de Iván para que dejara de lastimarla ―¡Tú sabes porqué es eso!, ¡si no quiero estar contigo es tu culpa!

―¡Dime qué estabas haciendo en casa de Fernando y no me mientas!― gritó Iván furioso con un aliento a tequila que provocó que Paula cerrara los ojos.

―¡Fui a entregar un pedido!

―No te creo.

―Es verdad, tu hermana está de testigo. Si no me cree ve y pregúntale a ella― contestó firme Paula viéndolo a los ojos.

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