Tenias que ser tu romance Capítulo 49

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Pablo Saramago era querido por su padre, mucho muy querido y se notaba tanto en la privacidad de su hogar, como cuando caminaba por el puerto con él en brazos o lo llevaba a la oficina. El niño, había nacido en la clínica particular del puerto, el único lugar privado que había y que podía brindar todo lo que Natalia exigía ya que se había rendido de convencer a Fernando que el niño naciera en Barcelona, como ella deseaba. Su plan, era que regresaran el último trimestre, que Pablo naciera allá y después se regresaran al puerto, pero Fernando dijo que no, sabía que esos trucos ya no servían con él.

Así que Pablo nació una mañana de invierno, justo a las diez de la mañana cuando el sol ya brillaba en el cielo y se podía ver su precioso rostro iluminado por el sol. Fernando estuvo ahí, apoyando a Natalia en lo que pudo y cuando tomó a su hijo entre sus brazos sonrío; era su viva imagen, era suyo, muy suyo.

Ahí, justo en ese hospital juró amarlo y cuidarlo hasta el último día de su existencia y, aunque el bebé no era de Paula de la O la mujer que él amaba, sabía que su hijo no tenía la culpa y que debía ser amado, tan siquiera por uno de los dos. En cambio Natalia, no lo hizo. Por meses trató de cuidarlo, de quererlo, pero su odio hacia Fernando y el saber que estaba atada a un lugar donde no quería estar le hizo ya no quererlo, ganándose no sólo la antipatía de su esposo si no de su suegra.

Entre migrañas, dolores de músculos, golpes de calor y otras tantas enfermedades que se inventaba, Natalia descuidó a Pablo y simplemente se hundió en la depresión total o más bien en el hartazgo y la desesperación. Ella pensó que el niño haría cambiar de opinión a Fernando sobre su estancia ahí, le haría volearla a ver y aunque fuera amarla un poco, pero el mensaje de Fernando era claro, él amaba a Paula de la O.

Las peleas entre ellos fueron constantes los primeros meses del nacimiento de Pablo y luego se tranquilizaron cuando Natalia se dio cuenta de que no lo haría cambiar de opinión, después entró en un enojo permanente para finalmente volverse antipática e incómoda, un fantasma que caminaba por la casa sin poder ser liberada, espaciendo su veneno a cada minuto del día.

Aun así, Natalia se empeñaba en estar ahí aunque no amara a Fernando, aunque él no la amara a ella. Sólo quería quedarse para recordarle que no podía ser feliz si ella no lo era, porque jamás lo dejaría irse con Paula de la O y su hijo para que ellos disfrutaran de la buena vida mientras ella se quedaba en la amargura y sin nada. Porque Natalia ya le había dado a Fernando años de su vida y no pensaba dejarlo tan fácil, aunque eso le costara más tiempo.

―Buenos días― dijo ella con una sonrisa fingida mientras Fernando le daba un poco de papilla a Pablo.

―Buenos días― respondió Fernando amable sin verla a los ojos― recuerda que hoy es el cumpleaños de Pablo y se hará el festejo en el jardín de atrás. Ya están preparando todo.

―Lo sé, es mi hijo también ¿recuerdas?, obviamente sé cuando es su cumpleaños― habló Natalia en tono antipático mientras observaba a su hijo que era la viva imagen de su padre, ni siquiera podía decir que el niño era suyo porque no había nada de ella en él.

El bebé sonrío cuando su padre abrió la boca junto con él para comer la papilla de mango que le habían preparado por la mañana provocando el desinterés de Natalia quién comenzó a comer la fruta.

―Una fiesta tan cara para un bebé que no recordará nada― hablo.

Fernando sin prestar atención respondió―le diré a Hortensia que arregle a Pablo, tengo que ir a la oficina a ver unas cosas antes de la fiesta, excepto que lo quieras hacer tú.

―¿A la oficina?, es sábado Fernando, por el amor De Dios― habló ella ignorado la sugerencia.

Fernando volteó y le sonrío ―¿cuál es tu queja ahora Natalia?, ¿no trabajo lo suficiente?, ¿trabajo demasiado?, o ¿por qué tendré que dejar a Pablo contigo y vas a tener que hacer por unas horas tu papel de madre? ― preguntó en un tono tan sarcástico que la molestó.

―No soy tonta, tampoco no me inventes que irás a la oficina en Sábado, seguro te irás a buscar con Paula de la O, o ¿qué?, ¿no te fue suficiente ayer que vino a la casa?― dijo ella entre sonrisas.

Fernando dejó la cuchara de la papilla y sin tener pelos en la lengua le respondió ―No, no me fue suficiente querida, jamás lo será pero eso, tú ya lo sabes, ¿no?

Natalia hizo bola la servilleta y luego la aventó hacia la mesa ―eres un descarado.

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