Tenias que ser tu romance Capítulo 50

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Las cosas entre Fernando y Natalia quedaron al rojo vivo. La discusión que ambos habían tenido por la mañana llevó a Natalia a la furia total. Destruir su habitación, rompiendo los jarrones y el vidrio del baño no le bastó para descargar el enojo que tenía dentro, por lo que salió decidida a enfrentar a la única persona que era culpable de su desgracia: Paula de la O.

Desde que había llegado al Puerto de San Carlos, Natalia y Paula jamás habían cruzado palabra, pero sí miradas. Era seguro que ambas se identificaban, que sabían quién era quién y el papel que jugaban dentro de la vida de Fernando Saramago:mientras una tenía su vida, la otro tenía su corazón.

Después del anuncio de Natalia de que estaba esperando al primer hijo de Fernando, el que seguiría con la “dinastía” de los Saramago y el que le demostraba a todo el mundo que ella había ganado sobre Paula de la O, la relación entre Paula y ella se hizo nula. Natalia, amargada por lo que vivía y harta por el calor, se refugió en la casa de los Saramago para llevar su embarazo y su “vida maternal”, mientras que Paula, después de su boda con Iván, se refugió en el trabajo para olvidarse de todo lo que sucedía a su alrededor. Sin embargo, cuando hay dos personas que aman al mismo hombre, la relación jamás se puede separar por lo que siempre han estado unidas a lo lejos, aunque sea por los lazos de la amargura y la resignación.

Así que esa mañana, en lugar de vestirse para la fiesta de cumpleaños de su hijo, se fue directo al trabajo de Paula de O, para hacerle saber cuál era su lugar en este drama y a la vez poder salirse de esa prisión que era su casa y que no la dejaba ser feliz; aunque en realidad no había nada que lograra hacerlo.

―Paula, tienes visita― escuchó la voz de un trabajador mientras ella se encontraba hasta el fondo del almacén.

―Ahora no puedo, estoy muy ocupada, ¿no lo puedes atender tú?

―¡Yo creo que no!― escuchó la voz y cuando volteó vio a lo lejos la silueta de Natalia, con los brazos cruzados sobre el pecho y el pie indicando impaciencia.

Paula dejó la libreta en las manos del trabajador y suspiró― sigue contando los costales, y luego te pasas a las cajas de allá― le pidió amablemente mientras caminaba hacia donde Natalia la esperaba.

Ella se acercó a paso firme y con la mano le pidió que saliera de la trastienda ya que le era prohibido a los clientes entrar hasta donde se encontraba la mercancía almacenada. Natalia le hizo caso y cuando llegaron a al calle fue la primera que habló.

―Paula, qué bueno que te encuentro en tu trabajo para no tener que ir a tu casa ― habló con una voz chillante y de niña consentida que a ella le caía muy mal.

―¿Qué quieres Natalia?, ¿no se supone que deberías estar en la fiesta de tu hijo? ― habló Paula con seguridad.

Natalia esbozó una sonrisa ― nada más vengo a decirte que estoy enterada de lo que pasa entre tú y Fernando. También vengo a recordarte que es mí esposo, y que no importa lo que hagas se quedará conmigo como siempre debió ser.

Paula se río bajito ―Y , ¿esta advertencia a qué viene? ― preguntó Paula ― meses no me hablas y de pronto, ¿Fernando es tu marido? ¿Estás aburrida a caso?

―No está demás recordártelo Paula de la O, así que te pido que te mantengas alejada de mi esposo, de mi casa y de todo lo que concierna con los Saramago― respondió Natalia enojada.

Paula asintió con una ligera sonrisa entre sus labios― no te preocupes Natalia, tu amaneza está demás, no volveré a tener contacto con Fernando― le dijo en un tono que denotaba sarcasmo― si me disculpas, yo tengo muchas cosas que hacer y no puedo estar conversando. Hasta luego.

Paula se dio la vuelta para volver al almacén, cuando de pronto sintió la mano de Natalia y la obligó a que la viera de nuevo ―Y ¡tú qué pensabas!, esta estúpida ya se la creyó.

―Yo jamás te dije estúpida, no pongas palabras en mi boca― respondió de inmediato Paula.

―¡Ja!, ahora aparentas educación y tranquilidad, ¡hipócrita!, todo el mundo sabes que de eso no tienes nada.

―Pues piensa lo que se te da la gana Natalia, no tengo porque justificarme ante nadie y mucho menos ante ti. No sé que te pasa hoy pero si vienes a buscar pelea no lo conseguirás aquí― habló Paula para volver a darse la vuelta y de nuevo la mano de Natalia la jaló ―¡que me sueltes!

―Ni creas que voy a permitir que me quites a Fernando como tu madre le quitó el marido a mi suegra, ¡eres una cualquiera igual que tu madre y bien dicen todos, que de tal palo tal la astilla!― gritó Natalia en medio de la calle.

Paula inmediatamente subió la mano y le dio una bofetada sobre el rostro que le enrojeció la mejilla de inmediato. Pudo ver en sus ojos el enojo que había provocado con esas palabras.

―Fernando, te pido que esperes por favor―pidió Minerva con un tono un poco lastimoso― no es bueno que la gente vea que no estás preocupado por tu mujer, empezaran a pensar que…

―¿Qué?, ¿qué Natalia y yo estamos distanciados?, creo que ya es muy tarde para eso madre― respondió el hombre un poco apresurado― solo te recuerdo que si Natalia está aquí es porque ella decidió quedarse, no porque yo le haya obligado.

―Y yo te recuerdo que vienes de una familia decente Fernando, ¡muy decente!, y que los escándalos no van con nosotros.

Fernando se rió― madre, somos es hazmerreír del Puerto desde hace años atrás, ya deberías estar mas que acostumbrado a esto, ¿no te cansas de fingir que todo está bien y que no se cae a esto a pedazos?

―Lo que me cansa es tener que lidiar contigo y con tu gran desfachatez. Estoy bien enterada de tus escapadas para ver a Paula de la O, mientras tu hijo y tu mujer se quedan en esta casa ¡esperando por ti!― gritó― ¡eres igualito a tu padre!

―¡Soy mejor padre de lo que fue el mío y lo sabes! ― respondió en el mismo tono― soy mejor que él en todos los sentidos porque en lugar de darle la espalda a Pablo como lo hizo él conmigo, yo me he quedado aquí protegiéndolo, atendiéndolo y amándolo pero eso tú no lo ves.

― ¡Lo único que veo es cómo repites el patrón de tu padre! Si no mal recuerdo yo te envíe lejos para que no terminarás como él.

―Pues sabes a quien deberías enviar lejos, a tu marido― respondió Fernando sin poderse aguantar, ya que llevaba meses cubriendo el secreto de su padrastro Iñaki.

―¿Qué?, ¿de qué hablas?― preguntó ella poniéndose de pie―¿ahora qué te hizo Iñaki?

―¿Qué me hizo?, ¡qué te está haciendo a ti!, estás tan metida en la vida de los demás que has descuidado la tuya, ¿eso fue lo qué pasó la principio, no mamá?, estabas tan metida en la vida de los demás que descuidaste a mi padre y por eso te engañó― comentó con rabia― pues adivina qué, mamá.

―¡Cállate Fernando!, ¡Cállate!― gritó Minerva alterada.

―No, no me voy a callar, porque estoy harto de esconder cosas que no me corresponden, de estar lejos de la mujer que amo, de estar atado a una mujer que no ama a su hijo y más de mantener a un bueno para nada y cornudo como él. Así que antes de juzgarme porqué no vas a ver dónde está tu marido y luego me reclamas, ¿te parece?― concluyó Fernando para luego dirigirse a la cocina dejando a su madre con un rostro desencajado por la conversación― por cierto― volvió a hablar regresando a la sala por un breve instante― te doy una pista, Playa Cortés, si te atreves a tomar mi consejo, puede que lo encuentres. Buenas noches mamá, no me esperes despierta― y salió del lugar.

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