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―¡Qué hiciste! ― gritó Fernando al ver a su esposa muerta sobre el suelo.
―No, yo no fui, yo… una camioneta― murmuró.
Fernando tomó a Iván del cuello de la camisa y lo sacudió enfurecido ― ¡Por qué la mataste! ― le gritó ―¡Por qué!
―No, yo no, te juro que yo…― repetía Iván desesperado mientras sentía como Fernando le apretaba el cuello.
―¡Déjalo!― gritó Paula defendiéndolo ―¡Ya déjalo Fernando!
Él le dio un golpe sobre el rostro haciendo que Iván se cayera sobre el suelo ―¡Cómo pudiste hacerlo!― continuó Fernando―¡Dímelo!, ¡por qué lo hiciste!
―¡Está borracho Fernando!, ¡no se puede defender! ― gritó Paula desesperada mientras defendía a su marido que seguía sin saber que sucedía ―¡déjalo en paz!
Por fin, después de tantos ruegos Fernando logró separarse de Iván. Se quitó el sudor con las manos rojas del esfuerzo y volvió a ver el cuerpo de Natalia.
―No, así no― murmuró mientras caía de rodillas sobre el suelo levantando el cuerpo de su mujer ― así no Natalia, así no quería que sucediera.
Paula ayudó a Iván a levantarse y cuando ambos estuvieron de pie se acercaron al cuerpo de Natalia ― te juro que yo no lo hice Fernando. Yo, vi una camioneta alejándose yo llegué después.
―¿Quieres que te crea?, ¿quieres que te crea?― preguntó Fernando con el cuerpo de Natalia entre sus brazos ― ¡cuándo dijiste que te las pagarías!
―Lo siento Fernando, Iván puede ser muchas cosas menos un asesino― intervino Paula de inmediato― yo lo conozco y es incapaz de hacerle daño a alguien, meto las manos al fuego por él.
―¡Entonces por qué está aquí!― gritó Fernando entre lágrimas mientras el cuerpo de la madre de su hijo se desangraba entre sus brazos.
―Lo mismo me puedo preguntar de ustedes dos― habló con más seguridad Iván viendo a Paula― lo mismo me puedo preguntar, ¿qué hacen aquí?
Fernando y Paula se quedaron en silencio ante la reacción ahora de Iván. No cabía duda, los tres estaban involucrados en esto al parecer por razones del destino. A lo lejos se escucharon las sirenas de las patrullas que venían ante el ruido de los disparos.
―¡Vete de aquí Paula! ― le pidió Iván.
―No, me quedaré con los dos― habló ella.
―Paula, no seas necia― le dijo Fernando.
―Me quedaré aquí― murmuró Paula― los tres estamos en esto y así seguiremos, ¿entendido? ― miró a Fernando e Iván que asintieron con la cabeza.
―Si tú no fuiste, entonces me ayudarás a averiguarlo ― contestó Fernando hablando entre dientes―tendrás que probarlo.
―Y lo hará― dijo Paula segura.
Segundos después las patrullas llegaron y los rodearon de inmediato ―¡Tire el arma!― le pidieron a Iván que en seguida se puso de rodillas y puso el arma sobre el suelo.
―Yo no lo hice, me crees ¿verdad Paula?, ¿me crees? ― insistió Iván.
―Te creo.
La policía esposó a Iván mientras se acercaban a Fernando que seguía con el cuerpo de Natalia entre sus brazos.
―Señor Saramago, ¿se encuentra bien?― le preguntó el policía.
―Estoy bien, pero ella, ella no― habló viendo a Natalia.
El policía volteo a ver a Paula de la O quien seguía sin poder creer lo que estaba sucediendo.
―¿Usted qué hace aquí? ― preguntó.
―Esa parte de la playa es peligrosa, porque está un poco lejos del puerto y obscura, siempre que voy la llevo conmigo.
―Dime qué pasó, ¿por qué estabas ahí?, me dijiste que te ibas a la ciudad.
―¿Y por eso aprovechaste para irte con Saramago?― habló despechado.
―Iván, no es momento― rogó Paula― estoy tratando de ayudarte, dime qué pasó.
Iván suspiró― no lo sé. Llegué de la ciudad antes de lo planeado y no te encontré, así que fui a dar un paseo para ver si te veía en la calle y de ahí pasé a la zona de las playas y como venía tomando decidí estacionarme a la orilla de la carretera. Me quedé dormido un momento cuando escuché la detonación del arma. Como pude tomé la mía y baje de loa camioneta para ir hacia donde lo había escuchado. Llegando, vi a lo lejos una camioneta apunto de arrancar y cómo tiraban un cuerpo. Corrí hacia allá, grité que se detuvieran varias veces pero fue imposible, cuando llegué vi a Natalia sobre el suelo y no supe que hacer, jamás había visto a alguien muerto y menos de esa forma―suspiró ― después llegaste tú y Fernando, no recuerdo como, sólo sé que cuando escuché una voz volteé, pensé que la persona de la camioneta había regresado.
―¿Lograste ver algo más?, ¿las placas?, ¿el color?― insistió Paula.
―No, la luz apenas alumbraba, sé que es una camioneta por la forma pero no sé ni qué marca ni color― concluyó Iván.
Paula tomó un suspiro y cerró los ojos, no podía creer que todo esto estuviera sucediendo, que Iván estuviera en la cárcel y la esposa de Fernando muerta, ¿quién habría sido la persona que hubiese cometido este asesinato? Era seguro que a Paula no le agradaba Natalia, pero jamás le había deseado la muerte y menos de esta manera.
―Yo no la mate, Paula― le dijo Iván viéndola a los ojos― te juro por todo el amor que aún te tengo, que yo no la maté, tu sabes Paula que yo no soy capaz de hacerlo, por favor, te lo pido, créeme sí― y entre los barrotes logró sacar la mano para acariciar su rostro― me conoces mejor que nadie, sé que hemos tenido unos días horribles, pero no soy un asesino.
Paula le regaló una leve sonrisa ― te creo― murmuró ― yo te creo.
―Gracias― respondió Iván.
―¡Paula de la O!, se ha terminado el tiempo― escuchó a lo lejos al guardia.
―Me tengo que ir, pero te juro que todo saldrá bien y que pronto saldrás de aquí― le prometió ella.
Iván la vio a los ojos― no me abandones Paula, dime que no me vas a abandonar en esto, tú sabes que no la maté, aunque ames a Saramago sabes que yo no la maté.
Ella asintió ― yo te creo.
Paula se alejó de Iván y después se dio la vuelta para salir de ahí. A pesar de todo, ella le creía a Iván, sabía que no era su culpa lo que había sucedido y estaría dispuesta a probarlo aunque eso significara ir contra lo que Fernando pudiese pensar aunque en estos momentos no tenía ni idea de lo que pasaba por su mente.
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