Tenias que ser tu romance Capítulo 53

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Natalia Martí estaba muerta. Había caído víctima de un asesinato del cual, por ahora, sólo era culpable Iván el que podía considerarse el enemigo número uno de Fernando Saramago.

¿Muerta por despecho?, ¿había sido un crimen pasional?, o ¿sólo una confusión gracias a la obscuridad del lugar? Fuera lo que fuese, ahora se hallaba recostada en medio de ese lugar donde años atrás su padre había estado debido al accidente que había tenido en la carretera, por lo que los recuerdos de Minerva de Saramago salieron a flote tan sólo al entrar al lugar.

De nuevo se encontraba ahí, en medio de un crimen que no tenía resolución, de un escándalo que envolvía al apellido Saramago sin embargo, ahora tenía que ver con su único hijo, el que se supone debería heredar los bienes de la familia, no los escándalos. Así que, al ver a Fernando parado en medio de la sala lo primero que hizo fue entrar y pegarle una bofetada sobre el rostro que apenas lo movió.

―¡Dónde te encontrabas!― gritó y el eco chocó entre las paredes del lugar ensordeciendo todo.

Fernando se quedó de pie, sin mover ni un miembro de su cuerpo y sin despegar la vista de la de su madre. No tenía respuestas, pero tampoco podía ocultar lo que estaba haciendo, así que se dio la vuelta para caminar unos pasos adelante.

―¡Ves lo que has provocado!― exclamó ― tu esposa está muerta, tu hijo sin madre y lo único que haces es quedarte de pie sin decir ni una palabra.

―¡Y qué quieres que te diga madre!― gritó al fin Fernando―¡dime qué quieres escuchar!, ¿que empiece a echar culpas?, ¿que señale culpables?, ¿qué admita que todo esto tiene que ver por Paula de la O?, ¿eso es lo que buscas?, pues no, no sé, no tengo nada que decir.

La señora Minerva se quedó en silencio, con los puños cerrados para contener el coraje o más bien para poder sobrellevar todos los sentimientos que en ese momento recorrían su cuerpo. Hace años atrás, ella había entrado desesperada porque el amor de su vida había muerto en ese accidente con la madre de Paula de la O y, de nuevo, estaba segura que el mismo apellido tenía que ver algo con la muerte de su nuera.

―Sólo quiero recordarte Fernando que, aunque Natalia haya muerto, tienes un hijo y Paula de la O está fuera de tu alcance. Podrá ser tu amante pero no te casarás con la esposa de un asesino, ¡jamás!, ¿entiendes?, ¡jamás!, por si te está pasando por la cabeza― gritó―¡excepto que tengas algo que ver con esto!

―¡Pero por supuesto que no!― gritó―¿me crees capaz de planear el asesinato de mi propia esposa? ¡Qué tipo de hijo crees que tienes!

―Pues no lo sé Fernando, porque no sé dónde estuviste, porque no sé lo que haces todas las noches cuando te sales sin razón y llegas al amanecer, porque era sabido que tú no amabas a Natalia y ahora yace muerta aquí.

―Pero no soy un asesino madre, jamás planearía el asesinato de mi mujer para quitármela de encima o qué, ¿hay algo que yo deba saber que le haga sospechar de eso? ― preguntó directo y su madre se quedó en silencio― dime mamá, ¿te recordó a algo?, ¿posiblemente algo que me tengas que contar?

―¡Qué demonios estás insinuando tú!

¿Cómo le explicaría a su hijo más adelante?, o tal vez, sería mejor que nunca le hablara de ella ya que en realidad no había estado presente casi en ningún punto de su vida. Ahora, era viudo, con un hijo y libre pero, el hombre que había quitado la vida a su esposa era justo el esposo de la mujer que amaba y posiblemente la razón por la que Natalia estaba muerta.

―Si esta es tú venganza has ido muy lejos― murmuró frente al espejo mientras pensaba en Iván, en esa arma y el cuerpo inerte de su mujer sobre el pavimento. Sin embargo, lo que más le molestaba es que Paula de la O estuviera tan segura de que él no hubiese sido y que hasta metiera las manos al fuego por él.

Todo podría ser tan sencillo ahora, Iván podría ser culpable, Paula podría divorciarse de él porque lo condenarían años a la cárcel y ambos irse lejos de San Carlos con el pequeño Saramago para iniciar una nueva vida. Sin embargo, no era así. Tanto Iván como él cargaban en su conciencia la muerte de Natalia y Paula de la O había quedado atrapada en medio.

El sonido del llanto de Pablo lo distrajo de sus pensamientos y lo agradeció, porque en su mente empezaba a planear una estrategia para poder salirse con la suya. Por más que le había impactado la muerte de su mujer, por dentro no sentía nada, ni siquiera cerrando los ojos y apretándolos con fuerza para lograr alcanzar aquel pensamiento que le llevara a las lágrimas. Todos sus pensamientos se concentraban en Paula, en cómo terminaría esto, como lograrían ser felices al final de cuentas sin que la muerte de su mujer les pesara.

Fernando cargó a su hijo entre sus brazos y dándole un beso sobre la frente le apretó contra su torso. El niño como siempre se recargó sobre él y se llevó el dedo pulgar hacia los labios para comenzar a succionarlo. No tenía ni idea de que horas antes la madre que le había dado la vida yacía muerta y que ahora solamente tenía a su padre.

―Te juro que todo estará bien― murmuró Fernando mientras veía hacia el jardín ― te prometo que jamás te abandonaré, aunque tenga que sacrificar a la mujer de mi vida, me quedaré contigo, nunca nos separaremos Pablo― y, al recordar el ruido del disparo le hizo una última promesa― también te prometo que encontraré quién le hizo esto a tu madre y cuando lo haga, lo pagará muy caro. No me importa quién sea, pero tú, querido Pablo, no te quedarás con la duda como me quedé yo, ¿entiendes?, yo si te prometo no, te juro, que sabrás toda la historia y que no te esconderé nada como me pasó a mí; eso va de mi cuenta― recitó mientras los recuerdos de la muerte de su padre pasaban por su mente.

No cabía duda que el asesinato de Natalia Martí había despertado no sólo un terrible suceso en el puerto, si no también otro, sucedido años atrás, y que por lo visto aún tenía cientos de incógnitas sin resolver.

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