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Minerva de Saramago. Ese nombre siempre seguía de algún adjetivo que la alababa o le daba ese rango de superioridad que tanto necesitaba. Sin embargo, ahora estaba en boca de todos pero por las razones equivocadas, ella era la culpable de que Iván y Paula estuviesen en el hospital.
Nadie sabía qué la había llevado a hacer esos actos pero, había una persona que lo averiguaría lo más pronto posible, antes de que Minerva fuera trasladada a la cárcel y ya no tuviese acceso a ella. Ese era el agente Aitor, y sabía precisamente a qué persona buscar.
[…]
Aitor esperaba paciente afuera de uno de los almacenes del mercado cuando Hortensia se apareció un poco agitada y con una bolsa en la mano. Al verlo pasó de largo, lo ignoró y luego se metió a un local de aguas frescas que había por ahí. El agente entendió lo que pasaba y sólo le siguió.
―¿Qué va a querer? ― preguntó la tendera.
―Un agua de lima, por favor ― pidió él y la señora se alejó buscando lo que le había pedido.
―No sé si sea bueno que me vean con usted ― murmuró Hortensia que esperaba su pedido también.
―Tal vez, pero necesitamos respuestas y sé que tú las tienes. Sin embargo, ahora te noto diferente, nerviosa, ¿escondes algo?
La señora regresó y les dio a ambos los vasos con agua y ellos los tomaron de inmediato. Hortensia se dio la vuelta ignorado una vez más a Aitor y caminó unos pasos hacia una de las mesas que había cerca de las ventanas.
Aitor, tomó su agua también y se sentó en la mesa más cercana a Hortensia que encontró. Luego la volteó a ver y murmuró ―¿cómo haremos esto?, ¿nos mandaremos notas?
―Hubo una discusión fuerte ― habló Hortensia apurada y a la vez asustada― no le dije nada a la policía cuando fue a registrar la casa de los Saramago, porque el señor estaba ahí.
Aitor volteó alrededor para ver el local y luego entre dientes le dijo ― cambiante a la mesa de atrás, viendo hacia la pared blanca.
―¿Qué?
―Sólo hazlo.
Hortensia se puso de inmediato de pie y cómo pudo se sentó como le dijo el agente. Aitor se sentó en la mesa de Hortensia viendo hacia la puerta y justo en frente de ella. Luego tomó un sorbo de agua para disimular ―Habla, y cuando te diga que calles, callas.
―Sí.
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