—Sé que estas ropas se ven muy desgastadas —Kaya le sonrió un poco avergonzada—, pero créeme, se llenarán totalmente de tierra y lodo y me agradecerás no haber usado tu ropa normal.
Jess solo sonrió y siguió a Kaya con una gran canasta de edredones, Kaya carga algunos con ayuda de Kenny y Dantalian. Jess admiraba lo trabajadora y hacendosa que era Kaya. Cuando ella misma estuvo embarazada de Dantalian estaba tan deprimida y paralizada por el miedo que había días que no se movía en lo absoluto. Otros días que Gunnar tenía que obligarla a comer. En cambio, Kaya esperaba con grandes ansias a su nuevo hijo, que parecía inyectarle de energía a cada momento.
Ese día era especial para la manada, todos se habían vuelto locos porque llegaría un príncipe y sus guardianes o algo así. Kaya decidió que no perdería el tiempo estando parada entre la gente todo el día solo para ver a lo lejos a un grupo de extranjeros.
—La primavera ha llegado a nosotros —gruño Kaya—, el rio estará descongelándose y saldrá un poco de sol, es perfecto para lavar los edredones. Aquí el agua es escasa, debemos aprovecharla.
—Pero mami —Kenny se había quejado un poco—, yo quiero ver a los príncipes…
—Son amigos de tu tío Clark y seguro tendrán que conversar mucho con tu padre porque es el beta de aquí —dijo Kaya—, aparecerán en algún momento por la casa, por eso la limpie tanto. Simplemente no puedo perder el día completo por estar de fisgona, estos edredones no se lavarán solos.
Los cuatro se adentraron al bosque y Jess no se lamentó de ser arrastrada por Kaya, Dantalian estaba divirtiéndose demasiado al lado de Kenny. Los dos niños se habían acoplado muy bien, Jess sabía que se debía a que Kenny era un niño precioso que era muy amable y paciente con el carácter algo difícil de su pequeño Dantalian, ya que su niño podría ser muy gruñón a veces.
Llegaron al rio después de tanto caminar, Jess supo de inmediato que era un lugar recurrente para Kaya ya que había algunos cordeles amarrados de un árbol a otro y un pequeño desfogue de agua al lado del río. Kaya se puso manos a la obra y Jess la ayudó con prontitud, mientras veían jugar a sus hijos. El agua estaba helada e incluso había pedazos de hielo que Kaya lanzaba de nuevo al río. Pero eso no las detuvo.
Jess realmente envidiaba a Kaya, tenía una casa bonita y acogedora, un mate que la adoraba, una familia unida y todos en la manada la apreciaban mucho. Todo lo que Jess desearía tener.
Como ella predijo, tanto ellas como sus hijos acabaron hechos un desastre, los niños estaban cubiertos de lodo y ellas estaban empapadas.
Kaya hizo un gesto de dolor un momento y Jess la sostuvo de inmediato.
—¿Estás bien? —preguntó Jess preocupada.
—Si, este pequeñín está que se remueve —Kaya intentó sonreír pero otro dolor se le atravesó—, creo que debería ir a cambiarme, tal vez está sintiendo el frío porque estoy empapada.
—Ve yendo, quedan algunas cosas que hacer aquí, yo termino rápido y te alcanzo —se ofreció Jess—, olfateare tu olor para llegar a tu casa.
—¿Estás segura? —Kaya estaba avergonzada—, no quiero dejarte sola.
—Estaré bien, era recolectora cuando estaba en mi manada, se manejarme muy bien en los bosques —le animo Jess—, debes ir a protegerte, tu mate se molestará si siente tu malestar.
Kaya terminó por aceptar y se fue junto a Kenny, Dantalian había decidido quedarse junto a su mamá. No le tomó mucho tiempo tender los últimos edredones. Arreglo todo como lo encontraron y tomó la mano de su hijo de camino a la casa de Kaya.
Dantalian reía y conversaba de todo lo que veía. El y Kenny habían recolectado algunas bellotas enterradas por alguna ardilla al pie de un árbol. Kenny se sorprendió lo bien que Dantalian sabía encontrar comida en el bosque, debido a que Jess le había enseñado como recolectora.
Dantalian vio un charco de nieve derretida en medio de su camino y no pudo evitar correr hacia él para saltar, no previó que el charco era un poco más profundo de lo que parecía y terminó cayendo, llenándose completamente de lodo.
Jess empezó a reírse de su hijo cuando se levantó con la cara manchada.
—¡Perdí mis bellotas mamá! —se quejó Dantalian.
—Mañana buscaremos más mi osito —Jess intentó sacarlo del charco—, tenemos que regresar, te resfriaras si sigues tanto tiempo empapado.
—Kenny y yo íbamos a plantar árboles de bellotas —Dantalian hizo un puchero.
Jess limpio el rostro de Dantalian con sus propias ropas, en cuestión de segundos los dos estaban totalmente manchados de lodo.
—Tengo hambre mami.
Jess terminaba de quitar como podía algunas hojas de su hijo cuando sintió una agitación en su pecho. Una ráfaga de calor le sacudió el cuerpo y sintió como si algo se rompiera en su interior. Como vidrio quebrándose en sus entrañas.
—Mami tengo mucha hambre —lloriqueó Dantalian—, y tengo frío.
Un olor le inundó la nariz, un olor delicioso y espeso. Su corazón se agitó y su loba empezó a aullar.
—¡Mamá! —grito Dantalian acercándose a ella asustado—. ¡Ese hombre de nuevo!
Jess tuvo que controlarse para ver qué era lo que su hijo decía y su corazón empezó a agitarse desesperadamente.
Su loba se desesperó dentro de ella.
Mate
Sus oídos se taparon
Mate
Sus ojos se encontraron y vio los ojos grises de Dantalian en aquel hombre.
—¡Mamá! —chillo Dantalian más fuerte.
Jess despertó de su estupor al escuchar a su hijo, era como despertar de un sueño. Todo el sonido volvió a ingresar por sus oídos, noto personas detrás de aquel hombre petrificado.
Cargó a Dantalian con prontitud y empezó a correr como si su vida dependiera de eso alejándose de ellos.
—¡Gunnar! —rugió aterrada—. ¡Gunnar!
Su hijo gritó asustado, Bael no podía comprender lo que pasaba, estaba tan aturdido con la situación que no supo cómo comportarse. Jessy parecía igual de aturdida que él hasta que también escuchó el grito. Entonces cargó a su hijo y corrió como si estuviera en frente de algún peligro.
Bael escuchó los voces detrás de ellos, los demás ya estaban alcanzándolo. Desapareció y apareció de inmediato un espacio más adelante. Evitando que Jessy dejará de correr.
—¡Por favor! —Jessy lloraba desesperada mientras abrazaba a su hijo—, ¡Por favor no nos hagas daño! ¡Por favor te lo ruego! ¡No lo separes de mí!
Bael cada vez se rompía más en su interior. Cuando la vio arrodillarse llorando y sujetando a su hijo con fuerza, creía que moriría ahí mismo de dolor.
—¡Por favor! —siguió rogando Jessy—. ¡Por favor no nos hagas daño! ¡Por favor! ¡Te lo ruego!
Bael se quitó la capa y de un movimiento veloz lo puso sobre ellos para protegerlos del frío y se arrodilló a la altura de ellos.
—Jessy… —susurro desgarrado—, Jessy mírame, soy yo Jessy, soy Bael, yo jamás te haría daño. Lo sabes, sabes que te lo jure.
Ella retrocedió arrastrándose en el suelo.
—Jessy —Bael lloraba igual que ella—. Soy yo, mírame ¡mírame!, yo juré que nunca te haría daño, Jessy soy yo, soy Bael.
—¡Aléjate! —Jessy lo miraba aterrada—, ¡Me vas a quitar a mi hijo!
—¡Jessy! —Bael intentaba sujetarla—. ¡Jessy soy yo! ¡Jessy mírame!
—¡Dantalian! —Jessy dejo de mirar a Bael y se dio cuenta que Dantalian empezaba a convulsionar—. ¡Dantalian!
Bael se lanzó a ellos cuando los demás llegaron.
Jessy gritaba descontrolada, Bael tomó a su hijo en sus brazos. Dantalian se sacudía violentamente.
Sorpresivamente la esencia demoníaca salía de él.
—Su demonio está saliendo del pequeño —Estefan fue el primero en llegar a ellos—, tienes que absorberlo como tu papá lo hacía con nosotros.
Bael atrajo a su hijo a su pecho con fuerza y empezó a absorber la esencia demoniaca que salía del niño mientras Jessy rogaba para que lo ayudaran. Fue peor que absorber a cualquier criatura o maldad de las personas.
Después de que su hijo se calmará, Bael se desmayó aferrado a él en brazos.
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