—¿Cuántos años han pasado?
—Aproximadamente 7 años desde que nos vimos por última vez —dijo Steve mirando a Taylor con tristeza—, cuando salí de la clínica psiquiátrica ya te habías ido, tu madre me dijo que te fuiste al Reino de los hombres lobos con tu novio.
Taylor miró hacia otro lado, ver a Steve era rememorar una vida que parecía demasiado lejana. Su villa venía a su mente como un golpe bajo en el estómago, algo que arrojó a su interior como todo lo malo.
De pronto se sintió avergonzada de no haberse preguntado por Steve todos esos años. Si bien su padre era el traidor que acabó con su villa, Steve intentó detenerlo, había intentado salvar a su madre oponiéndose a su padre. Después vio cómo el señor Alan masacro a todos y quedó muy traumatizado.
Él también lo perdió todo aquel fatídico día.
Miró nuevamente a Steve.
—¿Qué tal si empezamos contando todo lo que nos pasó desde entonces? —dijo Steve sabiendo que Taylor no tenía una puta idea de cómo seguir la conversación—, me gustaría saber cómo te ha ido.
Taylor sonrió.
Taylor miró hacia Gerard, que, si bien este seguía conversando con sus amigos, no había dejado de observarla de reojo. Con un asentimiento de cabeza le indico que todo estaba bien. Empezó a caminar con Steve por todo el lugar. A este le costó cinco meses salir del centro mental, se fue de Finlandia hacia Suiza, a una villa de cazadores donde vivía una prima lejana que no le importaba mucho sobre las locuras de su padre.
Técnicamente cambió su apellido, cortó todos los lazos que tenía con su antiguo hogar y empezó de nuevo.
—Yo era su mate —dijo Taylor apoyándose detrás de un puesto de armas—, el desgraciado lo había sabido todo el tiempo y no me dijo nada para no ahuyentarme.
Taylor empezó a explicar todo lo que pasó el día del ataque de la villa desde su perspectiva. Con anterioridad pensaba que si volvía a hablar de eso le dolería demasiado, así que por años se guardó toda la m****a en su interior, en cambio ahora enfrente de Steve enfrentaba sus demonios sin problemas. Como si estuviera hablando de comer helado en un día soleado.
Después le contó cómo le iba en el Reino de los hombres lobos y de todas las locuras que había visto desde entonces.
Se dio cuenta que Steve miraba su cuello.
—No lo he dejado —explicó Taylor.
—Mierda, eso no debe tenerlo feliz ¿eh? —Steve soltó una carcajada—, estamos hablando que eres la mate del segundo hombre…¿o futuro segundo hombre más poderoso de los hombres lobos? ¡Lo que sea!, la cuestión es que los hombres lobos tienen un problema con las marcas de parejas y eso ¿no te ha insistido?
Taylor negó con la cabeza.
—Theo no es así —dijo ella suspirando—, dioses, tal vez sea el hombre lobo más complaciente y amable de todos, le dije firmemente que no dejaría que me marcara el cuello como si fuera un maldito vampiro y acepto eso con total normalidad.
—¿Estás segura de que es un hombre lobo? —se cuestionó Steve.
—Si, lo he revisado.
—Dioses…espera —Steve la miro interrogante—, si eres la pareja del beta del príncipe, ¿Qué carajos haces aquí?, si un cazador se una a una manada de hombres lobos es vetado de la organización, tú perteneces a la manada más grande del mundo.
—Conexiones —respondió Taylor.
Le explico sobre Gerard.
—¿El que parecía mendigo era el famoso Gerard? —dijo Steve pasmado—, ¡Él es una leyenda!
—Es un dolor de muela —dijo Taylor con disgusto simulado—, está loco de remate, pero es un cazador de primera, el Rey lo contrató para entrenarme y es repudiado por eso, ya sabes…
—Entonces eres tú de quién están hablando todos —dijo Steve negando con la cabeza.
—¿Yo?
—De la vendida de los hombres lobos —le explicó Steve—, hace un rato escuche decir a un grupo de chicos que una amante de un hombre lobo estaba dando el examen, si hubiera sabido que hablaban de ti les hubiera roto la cara.
Taylor fue la que soltó una risotada ahora.
—Déjalos que hablen —dijo restándole importancia—, sabía a lo que me exponía viniendo aquí. Siendo sinceros no debería estar aquí, ni siquiera necesito el título, pero…no sé…
—Es lo que siempre soñaste —asintió Steve—. Lo que siempre soñamos ¿Recuerdas?, robábamos las armas de nuestros padres y luchábamos de juego en el patio para simular que éramos cazadores nivel A4, los más temibles del mundo.
—¿No es extraño? —Taylor miró a la gente pasar, los dos estaban sentados en unas bancas improvisadas de madera—, al final los dos pudimos llegar aquí. De un modo u otro lo logramos.
—Yo tampoco necesito el maldito título —se quejó Steve—, estoy pensando dejarlo todo y largarme a hacer un humano normal.
Taylor alzó una ceja.
—¿Tu? —lo miró como si estuviera loco—, ¿Qué piensas hacer? ¿Policía o algo así?
—Lo que sea —Steve se encogió de hombros—, solo quiero una vida normal, tal vez vaya a una universidad normal y tenga una carrera donde seres mágicos no intenten matarme todos los días.
—¿De veras?
—Vine para terminar bien esto —dijo Steve mirándola decidido—, se presentó la oportunidad y pensé ¿si voy a dejar esta vida porque no lo hago por todo lo alto?
—Dejar de ser cazador después de tener el rango más alto —silbo Taylor—, tú también estas demente.
Un gran ¡Boom! Los puso de pie a la defensiva, al parecer esa era la señal para que los pupilos y sus entrenadores se acercaran a la central para recibir indicaciones.
Se despidieron brevemente para volver cada uno junto a sus entrenadores.
—¿Quién era? —preguntó Gerard mirándola de cabo a rabo.
—Un viejo amigo.
—Te ves diferente —Gerard la miró interrogante—, ¿Por qué te ves tan diferente?
—Acabo de hacer años de terapia en una conversación de una hora —pestañeo Taylor con una sonrisa burlona.
—No podré estar cómodo mientras me dices “Alfa” —Auguste se metió las manos a los bolsillos y se acercó al minibar que tenía en la habitación—, siéntate por favor.
Liana asintió y se sentó en el asiento al frente de su escritorio.
Auguste le sirvió agua sin preguntarle si quería. Ella lo recibió con educación. Auguste se sentó encima del escritorio casi invadiendo su espacio personal.
Liana realmente odiaba que invadieran su espacio personal, casi arruga la nariz al sentir el perfume de Auguste.
“Malditos sean los perfumes franceses” gruño Liana en su interior “¿Por qué tiene que oler también?, sería más fácil si oliera a mal”
—¿Cómo has estado Liana? —Auguste no tuvo reparos en admirarla—, no te veo desde la boda de Liam.
—He estado perfectamente —respondió ella sosteniéndole la mirada—, mis clases han transcurrido sin inconvenientes.
Auguste se mordió el labio, podía ver la pared de indiferencia que Liana había construido a su alrededor. No era la chica que vio hace semanas, que era todo sonrojos y enojo, ahora era un completo témpano de hielo.
Era como hablar con Jaime Dickens, ahora podía ver el parecido aterrador del que hablaban Estefan y Joon.
—Temía porque este proyecto interfiera con tus notas de la escuela —siguió Auguste intentando no sentirse desanimado—, pero tu padre me dijo que estabas lista para la tarea.
—Lo estoy —asintió Liana—, espero no defraudarlo alfa y demostrarle que soy perfecta para la tarea…
Auguste fue muy rápido, su mano tocó el rostro de Liana sin que ella pudiera retroceder o apartarlo. Él acaricio su mejilla como si estuviera buscando algo. Sintió como ella se estremecía ante su toque y lo miraba sorprendida.
Él retiró la mano y sopló la cosa inexistente entre sus dedos.
—Tenías una pestaña, lo siento —dijo el con simpleza—, mi mamá me decía que cuando a alguien se le caía una pestaña y la atrapabas, uno podía pedir un deseo —le dio una gran sonrisa—, sé que es una tontería, pero cada vez que veo una pestaña en el rostro de alguien, soy un niño tonto que anhela tener algún deseo.
Liana se aclaró la garganta.
Ahora entendía porque el alfa Auguste tenía tanto éxito entre las mujeres, si a todas las miraba así y les sonreía así. Era natural que cayeran como moscas a la miel.
—J'aimerais savoir à quoi tu ressembles sans ces lunettes (Quisiera saber cómo te ves sin esos lentes) —dijo Auguste en su idioma, mirándola como si fuera un dulce prohibido.
—No me siento cómoda sin ellos y sería muy inapropiado alfa —hablo Liana intentando ocultar su enojo—, me gustaría empezar con las tareas que tenga para mí, no quiero parecer impertinente, pero si bien no tengo problemas para trabajar para usted, más rápido termine aquí podré trabajar con mis labores de la escuela.
No pudo evitar acomodarse los lentes después de que Auguste se levantara mirándola como si fuera el amo del universo.
Realmente la exasperaba.
—Tienes razón belle —hablo Auguste ocupando su lugar—, tenemos mucho trabajo nosotros dos. Así que deberíamos empezar.
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