Tras la Máscara del Amor romance Capítulo 51

Cuando terminó la entrevista, Beatríz corrió a la central e irrumpió en el despacho de Macarena.

—¿Qué pasa? ¿Tienes algo de lo que informar? —Macarena levantó la vista. Su expresión era fría.

—Jeje. Adivina a quién he entrevistado hoy. —Beatríz se acercó a ella alegremente.

—No me interesa adivinar. Escúpelo si tienes algo que decir —espetó Macarena mientras seguía haciendo su trabajo.

Por suerte, Beatríz había esperado esa reacción de Macarena. De hecho, la primera estaba acostumbrada. A pesar de todo, anunció emocionada:

—¡He entrevistado a Emmanuel!

—¿Qué? —Macarena levantó la vista.

En el pasado, Beatríz no creía que Macarena tuviera a alguien que le importara, por no mencionar que esa persona era un hombre.

«¡Diablos!»

A juzgar por la reacción de Macarena, Beatríz tuvo la sensación de que corría el riesgo de perder su apuesta con Letizia.

—¿No está contratando a alguien a tiempo parcial para que la ayude con los proyectos? ¿Por qué ha venido a la entrevista? —preguntó Macarena con curiosidad.

Riéndose, Beatríz respondió:

—Quizá Emmanuel esté corto de dinero.

Al notar el cambio en la expresión de Macarena, Beatríz añadió de repente:

—Por cierto, le pregunté y resultó que ayer no estaba cenando a la luz de las velas con Claudia. Sólo le estaba dando las gracias por ayudar a su madre a recuperar la sala.

—¿Qué?

Macarena parecía más agitada, tanto que su reacción sorprendió a Beatríz.

«¡Santo cielo!»

En el pasado, nunca pudo imaginar que su hermana reaccionara así.

Después de todo, Macarena era la indiferente directora general del Grupo Tiziano que tenía misandria.

Alessandra llevaba dos años sin trabajar debido a su mal estado renal.

Últimamente, había estado trabajando duro para ayudar a pagar las deudas de Emmanuel y tratando de comprarle a Macarena regalos de esponsales y joyas.

Grupo Tiziano era una empresa famosa de reciente creación. La verdad era que ser limpiadora era fácil, pero Alessandra trabajaba demasiado. Incluso servía bebidas a los empleados, lo que la dejaba exhausta.

Cuando el director le pidió que limpiara la sala de conferencias, ya le dolían los riñones del agotamiento. Por eso tuvo que apoyarse en la mesa.

Justo en ese momento, se desploma por accidente al suelo y choca contra una mesa.

Al instante, todas las bebidas se derramaron sobre la mesa, empapando el portátil y el flamante iPhone catorce del gerente antes de que éste pudiera siquiera llevárselos.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado?

Darío Constantini, el director, entró corriendo. Su expresión se ensombreció y se le encogió el corazón al ver lo que había en la sala de conferencias.

—Señora, ¿se encuentra bien?

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