Emmanuel se lo agradeció de inmediato:
—¡Gracias! Funcione o no, te estoy agradecido.
Macarena esbozó una sonrisa desdeñosa.
«Umm. Darío no cabe duda que me escuchará».
En cualquier caso, se limitó a murmurar una respuesta antes de ignorar a Emmanuel.
«Ve e invita a comer a otras mujeres. Espera, espera. ¿No juré no ayudarlo más? ¿Por qué accedí a su petición? ¡Juro que no ayudaré a este idiota la próxima vez!»
Al día siguiente, Darío fue convocado al cuartel general.
Se sintió extremadamente nervioso, pensando que Alessandra le había metido en un gran lío.
Después de todo, el temperamento de Macarena era conocido por todos en el Grupo Tiziano.
Supuso que iba a recibir una dura reprimenda por no haber estado localizable ayer y también por haberse retrasado un día en la entrega de los datos que ella quería, los datos que se había pasado la noche en vela rehaciendo.
Recibir una reprimenda seguía estando bien. Temía que Macarena lo despidiera por ira, ya que varios directivos habían sido despedidos en el pasado por lo mismo.
—Señora Quillen. —Darío llamó a la puerta y entró en el despacho de la directora general. Se mantuvo erguido con la cabeza gacha como un niño pequeño que comete un error.
—Hola. ¿Dónde están los datos? —preguntó Macarena con indiferencia, sin levantar la cabeza.
—Está aquí. —Darío colocó apresuradamente el documento impreso sobre su mesa.
Macarena hojeó el documento sin dedicarle una sola mirada.
Darío estaba tan nervioso que los músculos de todo su cuerpo se tensaron. Temía que Macarena le arrojara el documento y le dijera que se largara.
Darío era el sostén de su familia. Si perdía su alto salario, no podría pagar la hipoteca, el préstamo del auto ni la educación de sus hijos.
No se atrevió a pensar más.
Tras leer el documento, Macarena al final levantó un poco la cabeza.
Y lo que es más importante, no esperaba que ella asintiera y dijera:
—Prepara los recibos y envía un formulario de reembolso al departamento financiero.
—¿Eh? —Darío estaba asombrado más allá de las palabras. Tardó un rato en asentir—. De acuerdo, señora Quillen.
Por lo general, la empresa no reembolsaba a los empleados por accidentes como aquel. Sin embargo, supuso que no habría problema, ya que Macarena le había dado luz verde.
—La limpiadora tampoco lo tiene fácil. No la hagas responsable —añadió Macarena.
—Por supuesto, señora Quillen. Lo comprendo.
En realidad, Darío no. De hecho, le extrañaba que el poderoso director general se preocupara por una limpiadora.
No obstante, el hecho de que pudiera convertirse en director de departamento significaba que era inteligente. En cuanto salió de la oficina, se dio cuenta de algo.
«¿Podría esa limpiadora conocer a la señora Quillen? ¿Tienen algún tipo de relación?»
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