UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 46

La mano de Zack había mejorado mucho, porque a pesar del dolor las quemaduras eran leves, pero incluso así se aprovechó para que Andrea tuviera que consentirlo de todas las formas posibles. Era desesperante tenerla tan cerca. Zack no entendía en qué momento aquella mujer había comenzado a provocarle aquella clase de estrés, pero era uno simple: el de querer lo que no se tenía. Y aunque tampoco sabía en qué momento había empezado a quererla para él, a desearla de aquella manera, en cuestión de días se le había hecho imposible no girar la cabeza cada vez que ella se cambiaba.

—¿Puedo elegir tu vestido? —murmuró Zack viendo cómo Andrea sacaba la ropa que iba a ponerse para el bautizo de la bebé.

Faltaban cuatro días para Navidad y la familia había decidido adelantar la fiesta. Bautizarían a Adriana en la iglesia del pueblo, y luego aprovecharían para hacer una fiesta hermosa en la casa. Ya en Nochebuena celebrarían pero solo en familia.

—Claro —murmuró Andrea y Zack eligió un hermoso vestido en azul marino que combinaba con el color de sus ojos.

—¿Te gusta este? —preguntó él acercándose y ella asintió con una sonrisa.

—Es muy lindo —respondió.

Pero aquel vestido no solo era lindo, también tenía un lindo cierre trasero que no había forma de subir para quien lo usaba.

"Aprovechado", pensó Andrea sabiendo que no podría llamar a nadie más para que la ayudara.

—Zack... ¿puedes ayudarme a subir el cierr...?

Pero apenas salió del baño cuando se quedó paralizada. Zack llevaba un traje sastre negro hecho a medida, con chaleco y pajarita. Parecía todavía más grande de lo que era y se veía absurdamente sexy vestido de etiqueta.

"No te babees, no te babees", pensó Andrea mientras se daba la vuelta para no mirarlo.

—El cierre —dijo apurada sosteniendo la parte frontal del vestido contra su pecho mientras contenía el aliento al sentir a Zack aproximándose a su espalda.

No tuvo más remedio que cerrar los ojos y contener el aliento mientras sentía el dorso de sus dedos rozando la piel de su espalda con un gesto delicado y sensual al subirle el cierre.

—Grac...

—No te muevas —le advirtió él en el oído con un tono de mando que la estremeció.

Un instante después la rodeaba con sus brazos y ponía en sus manos una cajita. Andrea se quedó muda cuando la abrió, y vio aquel juego de gargantilla y aretes en ella.

—Esto es... ¿es solo un préstamo, verdad? —preguntó Andrea como si eso la tranquilizara.

—Por supuesto que no —replicó Zack sacando el collar y poniéndoselo—. Esto es un regalo para la madre de mi hija, y es lo menos que puedo hacer.

—Zack...

—Y lo vas a usar porque yo digo que lo vas a usar... o de lo contrario te diré que me beses, tú eliges —susurró él en su oído y ella hizo silencio antes de mirarlo a través del espejo—. Bien... igual voy a pedirte mucho esta noche que me beses, ya sabes... para cubrir las apariencias... ¿verdad?

Andrea asintió esquivando su mirada y él le dio la vuelta para admirarla. Realmente era una mujer muy hermosa, lo había tenido bien oculto debajo de su aspecto desaliñado, pero era preciosa, frágil y dulce y le disparaba todos los instintos de protección y algo más.

Entrelazó los dedos con los suyos y salieron con la pequeña en brazos, listos para aquel día tan importante. La ceremonia de bautizo fue preciosa, sencilla pero llena de amor y de amigos.

Se eligieron como padrinos a Loan y a Zoe, una amiga de la infancia de los chicos Keller, y solo de ver el rostro radiante y feliz del señor Nikola, Andrea supo que habían hecho lo correcto al darle aquel gusto.

La fiesta en la casa fue tan espectacular como se había esperado, gente muy elegante y afable llegaba de todos lados, pronto uno de los salones se llenó de regalos para Adriana y todos los amigos estaban emocionados con la primera nieta de los Keller.

Andrea se veía feliz, pero Zack tampoco podía distinguir si eso era real. Se acercó a ella mientras uno de los camareros les ofrecía champaña y señaló arriba.

—Creo que ahora toca —murmuró mirando al techo y Andrea vio que estaban debajo de una hermosa ramita de muérdago—. Ya sabes, hay que respetar las tradiciones.

—Por supuesto —murmuró Andrea dejando que la envolviera en sus brazos y un segundo después su cuerpo se llenaba de hormigas mientras Zack derramaba aquel beso con sabor a champaña sobre su boca.

Podía sentir su lengua jugando con la suya y el mundo girando alrededor, y cuando por fin se separó de ella, Zack sonreía como si acabara de recibir un regalo. Sin embargo aquella sonrisa duró segundos, los pocos que le tomó desviar la atención hacia un revuelo en la entrada y reconocer a la mujer que lo había causado.

Andrea sintió la presión de los brazos de Zack y la tensión en su rostro en un instante.

—Zack... ¿qué pasa? —lo increpó, pero él solo la miró de nuevo y dijo unas pocas palabras.

—Lo lamento... de verdad lo lamento mucho.

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