UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 48

—¡Pero a mí sí me engañó! —espetó Giselle.

—¡Escupe la dignidad antes de que te atragantes con ella! —le siseó Andrea enfrentándola—. ¡Si te engañó es porque lo habrá aprendido de ti! ¡Deja de decir que perdiste a tu bebé, no lo perdiste, lo abortaste, por eso Zack te dejó!

—¡Eso es mentira!

—Eso es lo que dirá tu médico cuando le pregunten, o al menos en lo que aparece en los papeles de tu seguro médico, Aborto Programado con énfasis en la palabra Programado. Así que no vengas a hacerte la víctima, que no te queda.

—¡Él era mi novio! ¡Y tú de zorra te acostaste con él y te embarazaste! —le gritó la mujer.

—¡Basta, Giselle! —gruñó Zack con fiereza, alejándola de Andrea.

—¡Es cierto! Hice todo eso, pero lo hice yo, Zack no tuvo nada que ver. Él solo hizo lo correcto, que fue hacerse responsable de la bebé, nada más —murmuró Andrea viendo la frustración y la impotencia en el rostro de Zack, pero al menos el de su padre se había relajado notablemente—. Todo esto es culpa mía. Por favor no se enoje con Zack.

Giselle miró con rabia a Andrea y luego a Zack. Abrió la boca para decir algo, pero pareció que alguien más estaba interesada en hablar.

—¿No quieres que mi padre se enoje con tu gallo de los huevos de oro? ¡Pues claro que no! ¿O me vas a decir que te quedaste embarazada por otra cosa que no fuera el dinero que tiene mi hermano?

—¿¡Y tú por qué mejor no te callas!? —le rugió Zack—. ¿¡No estás satisfecha con haberme arruinado el bautizo de mi hija!? ¡Acaba de ponerte de acuerdo! ¿O no es mía o Andrea se embarazó para sacarme dinero? ¿Qué es lo que están buscando ustedes exactamente?

Noémi levantó la barbilla desafiante.

—¡Tenemos derecho a saber la verdad! ¡Papá no se merece que lo engañen! ¡Ten un poco de vergüenza!

Zack vio cómo su padre se llevaba una mano al pecho con gesto de dolor y sintió que perdía los estribos.

—¡A lo único que tienes derecho es a meterte la lengua en las nalgas porque si hay un ser humano que no sabe de vergüenza eres tú! —le gruñó Zack a su hermana—. ¡Las quiero fuera de mi casa! ¡Ahora!

Chiara se adelantó para responderle pero en un instante Luana estaba frente a ellas.

—Chiara, creo que será mejor que tu hermana y tú vayan por el auto, y devuelvan a su invitada a su hotel...

—¡Mamá...!

—Y de paso se buscan una habitación donde quedarse, mañana les mandaré sus cosas —terminó su madre y las gemelas las miraron atónitas.

—¿¡Qué dices, mamá!? ¿¡Nos estás echando... en Navidad!? ¿¡Por Zack y su zorra!? —le escupió Noémi y en un segundo la mano de Luana le había cruzado el rostro con una bofetada.

—Si te tomaras un segundo para mirar a tu padre te darías cuenta de lo mal que lo pusiste, pero no lo has hecho simplemente porque no te importa —siseó Luana con decepción—. Todos estamos tratando de ahorrarle disgustos y a ustedes dos les importa muy poco si le da un colapso por el escándalo que están armando. ¡Las quiero fuera mi casa, ya!

Las gemelas no se aguantaron las maldiciones, pero se dieron la vuelta y Giselle se fue tras ellas, no sin antes lanzarle una mirada asesina a Andrea.

Zack las vio marcharse, sintiéndose aliviado y culpable a la vez. Estaba dispuesto a enfrentarse a Giselle, pero Andrea se había encargado de protegerlo de la confrontación con su padre. No pudo evitar sentir una oleada de gratitud hacia ella, porque si Nikola no estaba peor era por ella.

Sin embargo era demasiado pedir que estuviera bien.

—Papá, papá mírame... —le pidió Zack asustado cuando lo vio aflojarse la corbata.

Los tres hijos varones los rodearon enseguida y Andrea se dio cuenta de que las tenía rojas, así que aquella falta de aire probablemente significara que tenía la presión por techo.

Sin decir una sola palabra tomó a la bebé de los brazos de Milo y se la puso en el regazo al hombre.

—Tiene que calmarse, señor Nikola —le dijo con suavidad—. Si usted no se calma Adriana se va a asustar mucho... intente calmarse... todo está bien...

Lo vieron perderse en los ojitos de la nena, que le sonreía tratando de alcanzar el pañuelo de su bolsillo y poco después su respiración se había normalizado, aunque era evidente que estaba muy triste.

—¿Va a estar bien? —susurró Zack a su madre, y en cuanto esta asintió se levantó, tomando a Andrea por una muñeca y arrastrándola fuera de la casa.

Ella lo siguió a tropezones, mientras atrás quedaba aquel desastre, pero por el semblante de Zack parecía que había otro por llegar, y cuando él empujó la puerta de aquel cobertizo y la arrastró dentro, por la mente de Andrea pasaron toda clase de escenas no aptas para menores.

—¿¡Me quieres explicar qué demonios fue eso!? —rugió Zack tirando de su mano y pegándola a su cuerpo con violencia, y el corazón de Andrea se disparó como si ya presintiera todo lo que iba a pasar allí.

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