UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 50

Andrea sintió su respiración acelerada mientras Zack usaba aquellos dedos húmedos para aprisionar su cara.

—Tu cuerpo no puede mentirme, Andrea... —siseó besándola con posesividad y un segundo después aquellas manos enormes se cerraban sobre su trasero para levantarla contra la pared—. Quieres esto tanto como yo lo quiero...

Andrea se estremeció al escuchar las palabras de Zack. Sabía que no podía negárselo, sabía que lo deseaba desde hacía tiempo y ahora el fuego entre sus cuerpos estaba a punto de explotar. Asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar una palabra mientras aquella mano enorme se abría paso entre sus muslos y cuando él volvió a tocarla sintió una descarga de adrenalina que la atravesaba de arriba abajo.

—Dilo, Andrea —gruñó él con los ojos brillantes—. Quiero que me lo digas...

Andrea se mordió el labio para contener un gemido y sintió la lujuria corriendo por sus venas. Estaba tan excitada que pensar en negarlo se le antojó imposible y fue entonces cuando al fin dijo las palabras que Zack estaba esperando escuchar.

—Sí... —asintió entre dientes y sintió el cuerpo de Zack reaccionar—. Sí quiero...

Zack la besó con ansiedad mientras la sostenía apretándola contra su torso y ella jadeó sin control mientras sus manos recorrían el cuerpo de Zack. Apenas fue consciente de que estaba quitándole el saco y la camisa, pero lo escuchó ronronear de gusto cuando sus dientes fueron a morder uno de aquellos tatuajes. Una erección feroz se le despertó en un solo segundo y la muchacha jadeó por la anticipación al notarlo crecer contra su vientre. Él se sentía como una bestia salvaje, incapaz de contenerse pero también infinitamente feliz al ver a Andrea tan excitada.

—Esto va a ser duro y sucio, nena, porque de príncipe no tengo mucho, te lo advierto —murmuró mientras mordía el lóbulo de su oreja y por un breve instante la dejó poner los pies en el suelo—. Pero todavía no estás lista...

Andrea sintió que se ahogaba cuando lo escuchó sacarse el cinturón y al instante siguiente él le había bajado los tirantes de aquel vestido, y uno de sus pezones bailaba en su boca. Su piel se erizó aún más al notar la lengua caliente y húmeda recorriéndola con posesividad y la presión con que chupaba sus pechos, dejando pequeños mordiscos que erizaban su piel.

Una de sus manos bajó hasta su vientre, peleando con aquel vestido hasta que no pudo más y lo levantó con ambas manos, separando sus piernas y rompiendo las bragas para dejar su sexo al descubierto. Andrea sintió como el aire frío rozaba su piel y suspiró ante aquella presencia tan masculina y posesiva.

Zack la besó con desesperación, con aquella avidez y hambre que solo él podía provocar en ella y sintió que tocaba el cielo mientras sus dedos se perdían en su interior. La exploraron con sensualidad, acariciando su clítoris hasta que sus movimientos se volvieron cada vez más rápidos y profundos. Andrea era estrecha y tensa, y los espasmos en su sexo eran una invitación difícil de rechazar. Ella solo pudo arquearse y gemir. Sus caricias eran diferentes a cualquier otra, jamás había sentido tanta intensidad y calor como en aquel momento. Él sabía exactamente lo que hacía y como excitarla aún más con una exquisita mezcla de ternura y fuerza.

Solo fueron minutos, escasos y fugaces, en los que Zack jugó con ella hasta hacerla correrse explotando en miles de gemidos, mientras el placer le recorría el cuerpo de pies a cabeza. Cuando al fin liberó toda la energía en un pequeño grito, Zack la besó de nuevo con ardor para callarla.

—Ahora ya estás lista... —sonrió y Andrea sintió que apenas podía sostenerse en pie. Incluso después de acabar seguía deseando más, sus sentidos estaban tan estimulados que era incapaz de detenerse.

Él miraba alrededor hasta encontrar lo que estaba buscando.

La movió de lugar para llegar a una de las paredes del fondo y le subió las manos por encima de la cabeza hasta que Andrea abrió los ojos asustada, sintiendo las bridas alrededor de sus muñecas.

—De verdad no eres un príncipe... —murmuró mientras él las ajustaba, pero el jadeo desesperado que salía de la boca de aquel hombre era demasiado hermoso, demasiado sensual como para negarse.

—No... no soy un príncipe —gruñó él mordiendo su boca—. Pero conquistar el mundo para ti... eso sí lo puedo hacer.

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