UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 52

—Claro que no, nena. Jamás...

Zack asintió y aceleró el ritmo, deslizándose dentro de ella con una fuerza que la hacía apretar los puños. Andrea ahogó un grito cuando él soltó sus manos y fueron a dar los dos al suelo, sobre el heno suave del cobertizo.

Sin decir palabra Zack la levantó por las caderas, haciéndola descender sobre su miembro mientras veía como aquel cuerpo precioso se arqueaba sobre él y penetrándola con cada vez mayores embestidas. Andrea gritaba ahora con cada empujón mientras el placer la envolvía, y él le acariciaba el pelo como si eso pudiera calmarla un poco, pero en realidad solo servía para alimentar su deseo. Sus gemidos se hicieron más fuertes y entrecortados a medida que los movimientos de Zack se volvían más rápidos y furiosos.

—¡Zack, por favor! —suplicó desesperada, aferrándose a su cuello y cerrando los ojos.

—¿Qué es lo que quieres, nena? ¡Dime! —gruñó él contra su boca, sintiendo que no le alcanzaban manos para abrazarla o piel desnuda sobre la que besar.

—Quiero correrme... por favor deja que me corra... —susurró ella al sentir como la llenaba entera con su miembro.

Con un gruñido desesperado Zack aferró el cabello de su nuca y levantó su cara para besarla con desenfreno y en ese momento el placer se hizo más intenso. Se movían juntos como una sola criatura, sus cuerpos se fundían como si fueran uno solo. Sus bocas se encontraban en un beso interminable, sus lenguas jugando y sus manos aferrándose al otro con fuerza.

Las embestidas de Zack eran cada vez más salvajes, su respiración se tornaba profunda y agitada, Andrea estaba a punto de correrse cuando él le dio la vuelta para quedar sobre ella.

—Te quiero... ahora... córrete para mí...

Sintió las pequeñas uñas de Andrea haciendo surcos en su espalda y eso solo sirvió para hacerlo estallar en un clímax explosivo mientras sentía las paredes de Andrea apretándose en un espasmo tras otro mientras se corría, hasta que los dos se unieron en el orgasmo más intenso que habían tenido en sus vidas.

El mundo parecía girar demasiado rápido y entonces todo lo que quedó fue el techo de aquel cobertizo y dos bocas que intentaban encontrarse entre las risas y la falta de aliento.

—Dime que estás bien —murmuró él con los ojos cerrados.

—¿Espiritualmente o físicamente?

—Tu corazón me interesa más, las piernas te las puedo arreglar mañana —sentenció él y Andrea abrió los ojos para mirarlo.

—Mi corazón está andando... con miedo, pero andando —murmuró Andrea.

Zack arrugó el ceño mientras la atraía hacia su cuerpo y la envolvía en un abrazo protector.

—No hay absolutamente nada a lo que debas tenerle miedo mientras estés conmigo, ¿lo sabes, verdad? —preguntó él con el pulso todavía acelerado, pero esta vez por la inquietud.

—Ese es el problema. Tú te portas como si la Navidad tuviera mil días, pero yo sé que se acabará en enero —dijo Andrea y lo sintió dejar de respirar por un instante.

—La Navidad tendrá mil días si yo lo quiero, Pastelito. No deberías dudar de mí —dijo finalmente sonriendo y se quedó acurrucándola hasta que los dos estuvieron lo suficientemente calmados como para levantarse.

Zack la vio hacer un gesto de dolor y no era para menos, pero solo la hizo ponerse su camisa y le acarició una mejilla con suavidad. Luego la envolvió en una manta que había en el cobertizo y le dio un beso.

—A ver pase ese bracito sobre mi hombro, eso es —susurró levantándola en brazos con delicadeza—. Ahora me la llevo al jacuzzi y después de que duerma a la nena voy a darte el mejor masaje de tu vida. Te prometo que mañana estarás como nueva.

—Zack, sobre hoy... no usamos... ya sabes...

Él sonrió de medio lado mientras caminaba hacia la casa.

—No te preocupes, mañana a primera hora lo resolvemos —aseguró él.

La dejó en la habitación y bajó con su madre a despedir al resto de los invitados porque la fiesta ya estaba como para terminarse.

—Lamento mucho que todo esto haya pasado, mamá.

—Yo no —dijo Luana—. A veces uno necesita estas cosas para saber quién de verdad nos quiere. Te juro que tus hermanas me rompieron el corazón esta noche... pero por otro lado me quedo tranquila, porque sé que estás en buenas manos.

Zack respiró profundo.

—¿Hablas... de Andrea?

—Por supuesto. Solo espero que sepas conquistarla, hijo, porque realmente esa muchacha vale mucho —suspiró su madre con cansancio.

Zack asintió y se armó de valor para ir a ver a su padre, que estaba en el salón frente a la chimenea, dándole su biberón a Adriana.

—Papá... ¿podemos hablar? —le preguntó y el señor Nikola le sonrió con cansancio.

—Voy a ahorrártelo, Zack. En todo este año solo me has dicho lo que me hace feliz. Quizás tuviste un año pésimo, quizás has sufrido mucho aunque nosotros no sepamos nada, porque no has querido preocuparme por mi enfermedad —murmuró el hombre—. Lo entiendo, y lo lamento, hijo, lamento que mi corazón ya no sea tan fuerte como para protegerte.

A Zack se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Lo has hecho toda mi vida, papá. Ahora es mi momento —respondió—. ¿Hay algo que quieras preguntarme?

El señor Nikola negó con cansancio.

—No, tengo que asumir que te crie bien y estás haciendo lo correcto. Solo quiero que me prometas algo —le pidió su padre—. Prométeme que nunca, jamás, te alejarás de esta niña. ¡Jamás, Zack, prométemelo!

Su hijo miró a los ojitos somnolientos de aquella bebé y Nikola lo vio esbozar la sonrisa más sincera y llena de amor mientras apretada los deditos de Adriana.

—Te lo prometo, papá.

Él lo decía en serio… pero por desgracia el resto del mundo tenía otros planes.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD