UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 60

—¿Te crees que es gracioso? —rezongó, pero por su sonrisa se dio cuenta de que sí lo era—. ¡Vamos a ver si te hace gracia ahora!

Tiró de su cinturón y lo escuchó gruñir de gusto mientras se deshacía de sus pantalones. Besó aquel abdomen marcado y su boca fue bajando hasta que aquel monstruo salió del bóxer para encontrarse con la boca de Andrea esperándole.

Zack jadeó al sentir la calidez de su boca alrededor de él y cerró los ojos mientras su cabeza caía hacia atrás. Ella subió y bajó despacio, acompasando el ritmo con sus caricias y saboreando su miembro. Le chupó con fuerza y Zack contuvo el aliento, aunque sentía su lengua dominándolo, no podía dejar de observarla. Suspirando de placer, Andrea se aferró a sus muslos y lo introdujo todo en su boca, saboreando cada centímetro del miembro caliente y palpitante que estaba entre sus labios.

Zack gritó ahogado cuando consiguió llegar al fondo de su garganta. Alcanzó su cabello y guio sus movimientos, estremeciéndose con cada embestida y se rindió ante el placer que le daba.

Zack gritó de gusto al sentir la lengua de Andrea deslizarse por su miembro. Ella sabía muy bien lo que tenía que hacer para llevarlo al éxtasis y así se lo demostró con cada lamida y cada mordisco, hasta que él no pudo resistirse más tiempo.

—¡Ven acá, Pastelito, que me estoy muriendo por ti! —murmuró mientras la levantaba, sentándola a horcajadas sobre él.

Andrea movió sus caderas, sintiendo aquella húmeda erección restregarse contras su sexo mientras su boca se encontraba con la de Zack y se besaban desesperadamente. Los dos estaban a un segundo de explotar, los dos estaban excitados, hambrientos. Sintió las manos fuertes de Zack sobre sus caderas y gimió mientras él la levantaba.

El placer la recorrió cuando él la penetró con una fuerza salvaje.

Su cuerpo se estremeció al sentir aquel miembro caliente dentro de ella y su boca se abrió en un gemido de gusto. Zack comenzó a bombear con fuerza, sin detenerse ni por un segundo, dando vueltas y deslizándose en su interior hasta que ella gritó.

—¿Estás bien, nena?

—Mejor que nunca —sonrió ella sobre su boca, dándole carta abierta a un juego en el que ya no podían parar.

De repente, Zack la levantó y la colocó sobre el borde de la cama, besando su espalda y separando sus muslos para dirigir aquella erección hacia su sexo con toda la fuerza que tenía. Andrea gritaba cada vez más alto mientras él seguía empujando contra ella, perdido en la vorágine del momento, haciendo énfasis en cada embestida, con profundidad y pasión, mientras sentía cómo el interior de su sexo se calentaba y sensibilizaba a cada movimiento.

—¡Zack...! —suplicó ella mientras se acercaba al orgasmo desesperadamente. Estaba tan mojada que ya no le dolía, pero no podía evitar querer una intensidad mucho mayor.

Y él sabía que aquel punto era el exacto, el perfecto, él único en el que su voluntad y su cuerpo cederían completamente. La escuchó gemir mientras deslizaba un dedo tentativo en su trasero y sintió cómo lo abrazaba con fuerza mientras su placer llegaba al límite.

—Vamos a hacer esto suavecito, ¿sí, nena? —susurró en su oído con un tono que la estremeció completamente.

Andrea ni siquiera fue capaz de negarse. Lo sintió lubricarla, empujar con delicadeza y perderse en ella hasta jadear de gusto contra su cuello. Se balancearon juntos al compás de sus movimientos, mientras Zack llenaba cada centímetro de Andrea con su miembro y ella gemía estremeciéndose. El calor, el deseo y el placer los envolvían, llevándolos a un viaje sin fin hacia lo más profundo del éxtasis. Sintió una mano de Zack sobre su sexo, masturbándola hasta que no hubo una sola de ella que no estuviera a punto de estallar.

—¡Por favor, Zack... por favor! —suplicó desesperada y lo escuchó jadear por la anticipación.

Sus suaves embestidas se volvieron más rápidas y soltaban explosiones dentro de Andrea que la hacían retorcerse y gritar, desencadenando así el orgasmo mientras Zack inundaba su interior con oleadas calientes, llenándola completamente hasta el último rincón.

Ella soltó un grito ahogado cuando consiguió liberar la energía acumulada y dio rienda suelta a la ola de placer que los invadió. Ambos cayeron sobre las almohadas agotados tras aquel salvaje encuentro, incapaces de pensar en una única palabra, sintiendo como el corazón de los dos latía con fuerza.

—Tú... eres lo mejor del mundo... —susurró Zack envolviéndola en un abrazo protector—. ¿Te he dicho que te quiero? ¿Que te quiero mucho?

Y por desgracia esas palabras calarían en Andrea más que todo el sexo del mundo, más de lo que él mismo imaginaba.

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