Un disparo en mi corazón romance Capítulo 13

—¡Abuela! —Jairo se apresuró corriendo a la anciana con la intención de sostenerla.

Pero Yolanda lo apartó inmediatamente y dijo:

—¡No la muevas!

Acto seguido comenzó a dar reanimación cardiopulmonar a la paciente y dijo a Jairo:

—Llama al médico. ¿Qué tipo de medicamentos suele utilizar? Ve a buscarlos.

La sala se quedó en un caos.

En menos de dos minutos llegó el médico de familia.

Yolanda le hizo repetidamente la RCP a la anciana sin atreverse a parar, con el sudor corriendo por sus mejillas. Cuando vio venir al médico, se apresuró a apartarse y le contó la condición de la paciente:

—La abuela ha sufrido un ataque al corazón. Sentí que algo iba mal cuando vi su cara pálida antes.

Alan Aguinaldo, el médico de la familia Figueroa, se apresuró a dar una inyección a Ximena y a darle unas pastillas.

Por fin, la pobre anciana estuvo fuera de peligro.

—¿Cómo está el estado de la abuela? —Jairo preguntó ansiosamente.

Alan se levantó y dijo:

—La condición de la señora se ha estabilizado ahora gracias a los primeros auxilios de esa chica. Le he dado a la señora una dosis de tranquilizante. Déjala descansar un rato y ten cuidado de no agitarla de nuevo.

Después, el mayordomo Adrián acompañó a Alan hasta la puerta principal, mientras Cecilia y Estela ayudaban a la anciana a volver a su habitación.

Tras todo esto, Jairo se despidió de su madre y su hermana menor de mala gana y las dos regresaron descontentas a la casa lujosa en el centro de la ciudad.

En el gran salón, solo quedaban Yolanda y Jairo.

Jairo miró a Yolanda, que estaba muy cansada y se limpiaba ligeramente el sudor de la frente, y un rastro de duda se le pasó rápidamente por la mente.

Esta mujer era muy buena en los primeros auxilios. Y mirarla a ella cómo se masajeaba el corazón de la abuela le hizo a Jairo recordar la noche en que había sido rescatado. En ese entonces, parecía que había una par de manos dándole incesantemente la reanimación cardiopulmonar.

«¿Es mi propia alucinación? ¿Por qué siempre esta Yolanda me da una impresión familiar?»

—¿Alguna vez has dado a alguien más la RCP? —Jairo le preguntó de repente.

Yolanda asintió mientras se seca el sudor en la frente:

—Sí, claro.

Yolanda recordó de repente aquella noche en que había perdido su virginidad. Al pensar en ese hombre que le devolvía mal por bien, no pudo evitar fruncir el ceño.

—¿Era un hombre quien recibió tu ayuda? —siguió preguntando Jairo.

—¡He dado la RCP a muchas personas, incluidos hombres, mujeres, ancianos y niños! He recibido formación de primeros auxilios organizada por el colegio —Yolanda respondió con un poco de impaciencia.

—Disculpe, señorita Sáenz, ya pasó la hora de la cena. Espéreme un momento, voy a preparar un plato de fideos con marisco para usted —Adrián respondió inmediatamente.

—No hace falta —Jairo la tiró de la mano a Yolanda—. Te llevaré a comer afuera.

***

El Club Rey, situado en lo alto de la colina, estaba alejado del bullicio de la ciudad, cuyo interior estaba decorada de forma muy lujosa. No cualquiera podía frecuentar un lugar así, aunque tuviera mucha riqueza.

Jairo no sabía por qué se le había ocurrido traer a Yolanda aquí.

Después de que esta terminó de comer, Jairo llevó a Yolanda a la sala privada en el último piso del club.

Rubén Céspedes y Martín Andino eran muy buenos amigos de Jairo.

Uno era el hijo de un magnate inmobiliario y el otro era un rico del comercio electrónico.

Los dos estaban bebiendo y jugando a los dardos en la sala privada.

—Jairo, es la primera vez que te veo traer a una mujer aquí —Martín se sorprendió mucho al ver que su amigo había venido con una mujer. En su impresión, raras veces Jairo salía con las mujeres. Martín a veces incluso dudaba si Jairo era un hombre normal o no.

Jairo se sentó junto a la ventana del suelo al techo. A su frente estaba un acantilado oscuro y profundo frente a él, como si pudiera arrastrar a la gente al abismo en cualquier momento.

Jairo encendió un cigarrillo despreocupadamente y dijo a sus amigos:

—Ella es mi esposa.

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