Un extraño en mi cama romance Capítulo 100

Quedé impactada mientras apuntaba con el dedo los números en la pantalla y comencé a contar los ceros.

-Diez, cien, mil, diez mil, cien mil, un millón, diez millones, cien millones, mil millones... ¿Por qué hay tantos ceros?

La cabeza me dio vueltas después de que terminé de contar.

-¿Tanto dinero?

-Tú tienes ese dinero -dijo él mientras se metía el teléfono en el bolsillo—. No te concentres en la inversión por adelantado. Sino en las ganancias futuras.

-Yo -titubeé- Tengo que pensarlo.

-¿Qué te dije ayer? -dijo él, con el ceño fruncido-. ¿Te dije que tu madrastra te va a comer viva en menos de seis meses? Me retracto.

Estaba segura de que lo siguiente que diría no sería algo lindo y tenía razón.

—Menos de cuatro meses —aclaró—. Te quedarás sin nada.

Avanzó a pasos largos. Lo seguí dando tumbos.

-Es una inversión enorme. Tienes que dejarme pensarlo.

-Ya te estoy haciendo un favor al dejarte entrar porque eres mi esposa.

-Tengo que hacer un estudio de mercado, investigar qué tan lejos está la isla del continente, cómo vamos a transportar a los trabajadores que construirán el parque temático y la villa vacacional, el medio de transporte y eso, ¿no? Ya que construiremos el proyecto en una isla, debe ser un sitio vacacional de lujo. Nos encontraremos con ciertas limitaciones en cuanto a nuestro público meta. Todos esos son factores que tengo que considerar.

De repente, se paró en seco. Casi choqué con su espalda. Me miró y dijo:

-Parece que sí tienes un cerebro funcional dentro de ese cráneo. No está completamente lleno de lana.

Levantó un dedo y me dio un golpecito en la frente. Yo miré su frente. Ayer había chocado con el marco de la puerta y se había hecho un moretón enorme, pero sanaba muy rápidamente. Casi no podía verle la hinchazón Le agradecí por su elogio. Aunque lo siguiente que dijo no era nada halagador.

-Sin embargo, tus preocupaciones son extremadamente básicas. ¿Crees que no habíamos considerado todo eso?

—¿Dónde está la propuesta? Quiero echarle un vistazo.

-No la traigo, está en la oficina.

—¿Entonces por qué me haces decidir ahora? Primero quiero ver la propuesta.

Para ser honesta, me tentaba en extremo la oferta de Roberto. Tanto él como Arturo eran expertos en cuanto a proyectos de inversión. Asociarme con ellos involucraba poco riesgo. Y las probabilidades de tener pérdidas eran cero. Era como él había dicho: había mucha gente que se moría por trabajar con ellos. Tenía que aprovechar esta oportunidad.

Arturo me dijo con gentileza:

-No hay prisa. Tómate el tiempo para pensarlo. Cuando regreses, revisa la propuesta. Esperaremos a que tomes una decisión antes de firmar el contrato.

—Gracias.

A la mitad del tour por la isla, estaba exhausta. No era pequeña. Tenía unas vistas increíbles. La extensa playa estaba cubierta de suave arena dorada. No pude encontrar una sola piedra.

-El ambiente natural se ha conservado bien. Los nativos tienen un fuerte sentido de la ecología -me explicó Arturo pacientemente—. Puede que se vea grande, pero cuesta lo mismo que un terreno para construir un parque temático en la ciudad. Sin embargo, las condiciones en la ciudad no son tan deseables para construir una villa vacacional. La isla tiene un gran paisaje. También podremos ofrecer

noches de crucero a los turistas.

Me pareció una gran idea. Cuanto más lo pensaba, más me gustaba el plan.

Le enseñé la hermosa escena de la playa y el mar. Ella gritó:

-Se ve increíble. Debí haber ¡do.

Volteé el teléfono y le enseñé toda la extensión de la playa. De repente, pegó un grito:

-Espera, espera. ¿No es Arturo?

Miré por encima. Arturo venía hacia mí. Llevaba algo en la mano. No esperaba que volviera tan rápido. La voz de Abril atravesó el aire.

-¿Qué hace Arturo ahí? ¿Es de la isla? ¿Lo viste, Isabela?

-Eh —respondí débilmente—. Lo vi.

Arturo llegó hasta donde estaba y me dio algo.

-Isabela, allá hay plátanos rojos. Saben diferente de los amarillos. Pruébalos.

Abril se quedó muda de la impresión. Aunque sólo duró dos segundos.

—¿Están juntos en la isla? Isabela, ¿por qué no me dijiste que te lo habías topado?

Estaba acabada. Pude escuchar que algo explotaba dentro de mi cabeza. No había manera de limpiar este desastre. No podía decírselo. Temía que dijera algo de más y revelara la posibilidad de que Arturo fuera mi padre. Eso definitivamente influiría en la opinión de Abril. Incluso si fuera mi padre, no importaba, siempre y cuando ella lo amara de verdad. Arturo vio a Abril en el video. Le sonrió y la saludó con la mano.

-Hola, Abril.

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