Un extraño en mi cama romance Capítulo 20

Cuando al fin traje de vuelta a mi mente errante al presente, encontré a Arturo mirándome. No era la mirada que los hombres daban a las mujeres, pero la intensidad de su mirada íntegra hizo que mis mejillas ardieran.

Aparté la mirada de manera apresurada. Sonó mi teléfono entonces. Lo saqué de mi bolso y me sorprendió ver el nombre de Silvia en la pantalla.

Nunca me llamaba. En primer lugar, tenía dudas de que tuviera mi número.

A la voz de Silvia le faltaba su calma habitual cuando atendí su llamada. Sonaba como si estuviera ahogada por la emoción. ¿Estaba llorando?

—Hospital Médico, Urgencias. Ven aquí, rápido.

-¿Qué? -dije confundida-. ¿Qué pasó? No estoy en la ciudad en este momento.

—Papá tuvo un accidente automovilístico —dijo muy seca

y luego colgó.

Siempre me quedaba aturdida cuando me encontraba con algo inesperado. Me tomó mucho tiempo reaccionar a la noticia.

Por fortuna, se había subido el volumen de mi teléfono. Al escuchar lo que Silvia había dicho, Abril me tiró de mi asiento muy rápido.

-¿Qué estás haciendo ahí sentada como una idiota? Tu padre acaba de sufrir un accidente. ¡Ve al hospital en este momento!

Al fin salí de mi estupor. Mis extremidades se sentían entumecidas. No podía ponerme de pie. Hubo un fuerte zumbido en mi cabeza. Escuché a Abril decir:

-Arturo, tenemos que hacer algo... algo surgió... tenemos que ir al hospital...

Cuando la niebla en mi cabeza se despejó al fin, ya estábamos en el auto. Abril me abrochó el cinturón de seguridad.

Me volví y miré hacia el hermoso patio. Arturo estaba en las puertas, dándonos con un recordatorio.

-Manejen con cuidado.

El muro de rosas se elevaba detrás de él. Se veía tan hermoso. Los diminutos capullos de color rojo brillante de las rosas parecían alfileres de sangre saliendo de la piel astillada.

Abril mantuvo su flujo de palabras reconfortantes durante todo el viaje en automóvil.

-No te preocupes, tu papá se pondrá bien. El tráfico en la Ciudad Buenavista está atascado y es lento. Cualquier accidente que tenga lugar no sería grave. Es sólo un ligero golpe entre coches.

Sabía que no había sido un simple accidente. La voz de Silvia no habría temblado por el teléfono si así fuera. Mi padre debe haber estado involucrado en un grave accidente.

Abril sostuvo mi mano mientras conducía.

-Todo va a estar bien, Isabela. Todo va a estar bien. Dios no va a ser tan injusto contigo. No te va a quitar a tu papá después de que haya hecho eso con tu mamá. Eso no pasará. No te preocupes.

Sus palabras no me sirvieron de nada, pero su mano estaba cálida. Agarré la mano de Abril con las mías que estaban temblorosas. No dejaban de temblar.

Al fin llegamos al hospital. Abril ayudó a mi cuerpo tambaleante mientras me apresuraba hacia Urgencias. La entrada del pabellón estaba abarrotada de gente.

Mi hermana mayor y su familia. Mi madrastra. Silvia.

Había alguien más parado al lado de Silvia. Era Roberto. Se agarró del codo de Silvia. Parecían una pareja parados así.

No estaba de humor para preocuparme por sus gestos íntimos. Corrí y pregunté.

-¿Cómo está papá?

Los fríos ojos de mi madrastra recorrieron mi rostro. Mi hermana mayor puso los ojos en blanco. Sólo Silvia se me acercó y respondió:

-Todavía está en cirugía. Perdió mucha sangre.

—¿Eso es malo? —Casi no podía oírme a mí misma preguntando.

-Sí -Silvia asintió.

Flaqueé. Abril me atrapó.

-Tomemos asiento y esperemos allí.

Las puertas de la sala de urgencias se abrieron. Una enfermera salió y todos corrieron hacia ella. Me empujaron hacia atrás. Entonces, alguien me golpeó. Tropecé y casi me caigo cuando alguien me sujetó hasta que estabilicé mis pies.

Escuché a la enfermera decir.

-El señor Ferreiro perdió demasiada sangre. Tenemos algunos pacientes que estuvieron involucrados de manera similar en colisiones automovilísticas. Ahora no hay suficientes suministros en nuestro banco de sangre. Los miembros de la familia del Sr. Ferreiro pueden hacerse un análisis de sangre antes de donar su sangre para el señor. La transfusión de sangre del señor Ferreiro.

La voz de mi hermana mayor habló primero.

-Estoy en medio de mi período. ¿Qué debo hacer? ¿Mamá?

Me paré en la parte de atrás del grupo, de inmediato tensa y alerta.

-¿A dónde vamos para la prueba?

-El laboratorio en el segundo piso.

Corrí hacia el segundo piso. Silvia me siguió poco después y se sentó a mi lado. Le sacaron sangre. Mi hermana mayor estaba en la puerta.

—Me desmayo al ver sangre. ¡No puedo soportar verlo!

-No veo que te desmayes cuando tienes tu período. -Las palabras de mi madrastra destilaron desdén-. No pareces dudar en absoluto cuando le pides dinero a tu padre. Mírate poniendo todas estas excusas cuando sólo piden un poco de sangre.

—Mamá, te lo dije. Estoy teniendo mi período.

Llenaron un tubo con mi sangre para la prueba. Mientras me sentaba en una esquina y esperaba los resultados, Abril me consiguió una bola de algodón para la herida punzante. Envolvió su brazo alrededor de mi hombro.

-¿Tienes frío? Escuché que la gente siente frío después de que le extraen sangre. ¿Quieres mi chamarra?

Abril usó su brazo libre para quitarse la chamarra. La agarré del brazo y negué con la cabeza.

-Eso es demasiado. Es solo un tubo de sangre.

-Tus labios no tienen color. Deja de preocuparte tanto. Tu papá es un buen hombre. Estará bien.

—Tienes razón —asentí y luego me incliné hacia Abril.

Roberto estaba a poca distancia de mí. Estaba de espaldas a mí. Estaba haciendo una llamada.

Mi padre había tenido un accidente automovilístico y había aparecido. Sabía que no era por mí. Fue por Silvia.

No importaba. No me importaba en absoluto.

Los resultados de la prueba se publicaron en breve. La enfermera leyó su lista.

-Silvia Ferreiro es elegible para una donación de sangre. Le sacaremos trescientos centímetros cúbicos. ¿Se ha sentido mal o ha experimentado alguna molestia recientemente?

Silvia negó con la cabeza. Me acerqué a la enfermera con prisa.

-¿Y yo?

-Su tipo de sangre no es compatible con la del paciente.

No podemos usar su sangre. ¿Alguien más que aún no se haya hecho un análisis de sangre? -La enfermera estiró el cuello y echó un vistazo a la entrada del laboratorio—. Tú.

Señalaba a mi hermana mayor.

-Eres la hija del paciente, ¿no? Ven y hazte un análisis de sangre.

-No, no puedo hacerlo. -Mi hermana retrocedió-. Estoy teniendo mi período. Lo dije antes.

—Analicen la mía.

Roberto acababa de finalizar su llamada. Se quitó la chamarra y se la tiró a su secretaria. Me retiré a la parte de atrás del grupo. Estaba aturdida y miré a Abril.

—¿Por qué no puedo donar mi sangre a papá?

-Sus tipos de sangre no coinciden. Esas cosas pasan.

-¿De verdad?

-Por supuesto. A veces, los tipos de sangre no coinciden entre padres e hijos.

Mi madrastra había estado a nuestro lado todo el tiempo. Ella interrumpió nuestra conversación de la nada.

-Isabela, ¿cuál es tu tipo de sangre?

Le dije sin pensar:

-Soy tipo A.

—¿Qué hay de tu madre?

-O.

La expresión del rostro de mi madrastra cambió de manera drástica. Parecía antinatural. Me di cuenta de ello sólo después de que ella terminó con su interrogatorio.

La reacción de Abril fue mayor que la mía. Ella se puso de pie de inmediato.

-Sra. Ferreiro, ¿por qué está tan preocupada por estos detalles? ¿Qué tiene de extraño que un niño tenga un tipo de sangre diferente al de sus padres?

-No hay nada extraño en eso. Pero según mi conocimiento, el tipo de sangre de tu padre es B. Si el tipo de sangre de su madre es O, ¿cómo es que ambos tuvieron un hijo con el tipo de sangre A?

-Sra. Ferreiro, debería tener cuidado con lo que dice. Eso no es de risa.

Mis pensamientos estaban hechos un lío. Extendí la mano hacia Abril y la agarré del brazo. Entonces, le negué con la cabeza.

-Detente. Tomemos asiento en alguna parte.

Mi padre todavía estaba en la sala de urgencias esperando una transfusión de sangre. No estaba de humor para discutir con mi madrastra sobre tales asuntos.

Habían estado obsesionados con los detalles de mi nacimiento desde que mi padre me trajo a casa.

Entonces llegó una enfermera corriendo por el pasillo.

-¿Son la familia del Sr. Ferreiro? ¿Por qué están todos aquí? El nivel de oxígeno del Sr. Ferreiro cayó de repente por debajo de setenta. Está grave en este momento. ¡Vuelvan rápido a Urgencias!

Mi cabeza se levantó de golpe. La sangre de Roberto goteaba lenta en una bolsa de sangre. Mi corazón estaba latiendo fuerte.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama