Me agarré del pomo de la puerta y me quedé en la entrada. Uno no puede evitar escuchar a escondidas las conversaciones de otras personas, especialmente cuando la conversación se trata de uno mismo.
-La señorita Ferreiro es en realidad una dama bastante inteligente. Fue al estacionamiento esta tarde y borró la grabación de seguridad. Ayer, ella recuperó la piedra con la que la señorita Rojas lo golpeó inmediatamente después del incidente.
—¿Ha estado deambulando con ese cuerno en la frente toda la tarde? -Las palabras de Lafuente estaban llenas de burla y condescendencia.
—Sí. La señorita Ferreiro y la señorita Rojas tienen una amistad muy fuerte.
-Si fueran tan buenas amigas, ella no sería tan reacia a separarse del diez por ciento de las acciones de su empresa.
-Eso es comprensible, considerando que las acciones son lo que su difunto padre le dejó en su testamento.
-¿Estás de su lado? ¿Vas a pedir favores en su nombre?
Santiago se quedó callado.
El corazón de Lafuente debe estar hecho de piedra. Debe ser terriblemente duro. Tan duro que ni siquiera permitiría que Santiago hablara bien de mí.
¿Qué tengo que hacer? ¿Debería intentar rogarle de nuevo?
Me quedé paralizada en la puerta, con la mano alrededor del pomo de la puerta. Fue entonces cuando escuché a Lafuente gritar en voz alta:
-¡Trae tu culo aquí dentro!
Se enteró de que estaba escuchando a escondidas afuera. Entré tímidamente, con la cabeza hacia abajo.
-Ven aquí —dijo.
Me acerqué a su cama. Pensé que el valiente acto que había realizado esa tarde sólo sería descubierto después de que se hiciera el informe policial. Pero Roberto había estado observando todo lo que hacía, en todo momento.
Permanecí en silencio. Roberto golpeó el borde de la cama y dijo:
—¡Levanta la cabeza!
Miré hacia arriba. Tenía un pendiente de diamantes en la oreja. La luz del techo se reflejaba en su pendiente en el ángulo correcto, casi cegándome con su resplandor.
No pude entender el estilo gay. Sólo había visto celebridades masculinas con pendientes en las orejas, en revistas y en la televisión. Roberto fue la primera persona que vi con un arete en la vida real. Sin embargo, le quedaba bien, especialmente con su nuevo corte. Estaba a la vanguardia de la moda, un hombre de negocios que solía aparecer en las portadas de revistas de moda. Me quedé congelada mirando su pendiente. Le tomó otro golpe en la mesa antes de llamar mi atención. Había un tono burlón en su voz.
-Has estado deambulando por la ciudad, haciendo maldades toda la tarde. Espero que no le hayas dicho a nadie que eres mi esposa.
—Nadie preguntó, así que no dije nada. De todos modos, no es algo de lo que esté orgullosa -dije y resoplé con suavidad.
Roberto no esperaba una respuesta de mi parte. Se congeló, luego estalló en carcajadas de pura rabia. La mitad superior de su cuerpo cayó sobre la cama. Me preocupaba que pudiera morir de risa.
Santiago se había escabullido de la habitación sin que nos diéramos cuenta. Sólo quedábamos nosotros dos en la habitación.
Él siguió riendo. Sus dientes eran muy blancos. Las luces del techo caían sobre sus dientes y los hacían relucir tanto como su pendiente. Miraba sus dientes relucientes, perdida en su brillante resplandor, cuando su risa se detuvo de repente. El abrupto silencio me dio un susto.
-Isabela -gritó mi nombre.
-Sí -respondí como estúpida.
-¿De verdad crees que lograste destruir la grabación de video de anoche? -preguntó con un intenso brillo en sus ojos.
Su pregunta dejó en claro que no lo había logrado. Lo miré en silencio. Frunció los labios con una sonrisa. Lo hacía parecer amable.
-Tengo una copia del video en mi teléfono. Destruirás todas las copias del video si logras borrar la de mi teléfono.
No importaba si me estaba mintiendo. Tenía que intentarlo. Su teléfono estaba en la mesa junto a la cama. Salté a la acción, tomé su teléfono y corrí hacia la puerta, mientras trataba de desbloquearlo. Roberto no esperaba que le arrebatara su teléfono. Dio un salto de su cama y trató de detenerme, pero falló y cayó al suelo.
Sin embargo, no continuó la persecución. Sólo sonrió.
-¿No sabes que los teléfonos pueden bloquearse hoy en
El señor Serrano pensó que escondía algo. Dijo amablemente:
-No tienes que entrar en detalles si se trata de un asunto delicado.
-No tengo nada que ocultar -respondí-. Quería donar mi sangre para la transfusión de mi padre después de que tuvo el accidente, pero no compartimos el mismo tipo de sangre. El grupo sanguíneo de mi padre es B pero el mío es A.
-¿Está segura de no hubo ningún error?
—Sí. En ese momento había muchas enfermeras para asegurarse de que no se cometiera ningún error.
El señor Serrano se quedó en silencio por un momento antes de responder:
-Parece que esperabas esto.
No importaba si me había preparado para la eventualidad. Aun así me tomaron desprevenida.
-Señor Serrano -sollocé-, ¿qué debo hacer? Dígame y seguiré sus instrucciones.
—¿Tiene la intención de conseguir un abogado? Puedo darle algunas recomendaciones. La llevarán a la corte. No tiene más remedio que prepararse.
-¿Puede ser mi abogado?
—No puedo representarla porque soy el abogado que redactó el testamento. Sin embargo, puedo recomendarle un abogado que tiene mucha experiencia en el manejo de tales disputas. Solía ser su mentor. Recientemente regresó de los Estados Unidos.
-Gracias, señor Serrano.
-Señorita Ferreiro, no hay necesidad de que se preocupe. Independientemente de su relación con el señor Ferreiro, él dejo muy claramente en su testamento que le ha asignado una parte de su patrimonio. No existe una relación directa entre la asignación del patrimonio y el hecho de que sean parientes consanguíneos. Las posibilidades de que su madrastra y su hermana ganen la demanda son escasas a menos que encuentren alguna otra base para el caso. No se preocupe.
-Está bien -dije, y mostré una débil sonrisa-, entiendo.
-Sin embargo, señorita Ferreiro, los activos asignados serán congelados de forma temporal. Sólo serán accesibles después de que el caso quede cerrado. No podrá acceder a las acciones de la empresa, la casa o los fondos que se le asignaron.
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