—Estoy embarazada.
Nelly abre los ojos tanto que creo que se le saldrán de su lugar.
—¿Qué? –cuestiona incrédula.
Aclaro mi garganta y la miro a los ojos.
—Estoy em ba ra za da. –separo la palabra.
—¿Cómo fue que te diste cuenta?
—Diego me lo dijo, estaba insistiendo en que probara medicina experimental y yo no quería. Entonces me dijo que estaba embarazada, que lo hiciera por el bebé.
—¿Cuánto tienes?
—Tres semanas.
—¡Oh por la lechuga, vas a ser mamá!
–brinca emocionada.
—Shh, baja la voz, papá aún no sabe, en unos días es su cumpleaños y quiero que sea sorpresa.
—Tienes que decirle a Jared.
—No lo sé, no ahora. Tengo miedo de que vuelva solo por compromiso. Si decide volver sin que sepa nada sobre este bebé se lo diré.
—¿Quién más sabe a parte de mi y Diego?
—Nadie, siéntete afortunada.
—Lo soy, créeme.
—Mañana iré a ver a Luca, mi ginecólogo. Él nos ayudó a tener un bebé.
—Alabado sea Luca. –bromea–, imagina como se pondrá tu padre con la noticia de que será abuelo.
—Estará feliz, y será un excelente abuelo.
—Uno muy guapo si me lo preguntas.
—Ajá, uno muy guapo eh, empiezo a creer que ha vuelto.
—¿El qué ha vuelto?
—El amor que siempre le tuviste a mi padre.
La cara de Nelly parece tomate, yo lo único que hago es reír porque sabe que es verdad. Nelly siempre estuvo enamorada de mi padre muchísimo antes de que él se fuera. Entonces eramos unas niñas.
—Eres odiosa. –señala.
—Una odiosa con un papá que te trae lela.
—¡Oye, no digas eso!
—Te gusta mi papá, te gusta mi papá.
–canto burlona.
—¡Dafne cállate! –pide riendo.
—No, hasta que lo aceptes.
—No haré eso. –se cruza de brazos.
—Bueno, te gusta mi papá, te gusta mi...
—¡Chicas! –abre de golpe mi padre la puerta. Nelly parece estatua, creo que ni siquiera respira.
—¡Papá!
—Lo siento, pero era importante que supieran esto, en unas semanas se hará un evento llamado “baile rojo” un evento con causa ya que es para recaudar fondos y ¿adivinen quien tiene boletos? –dice emocionado.
—Uh...¿Usted? –cuestiona Nelly.
—¡Sí! Y vamos a ir, tu madre no quiere, es una aguafiestas, pero ustedes si ¿verdad?
—Yo encantada. –responde con rapidez mi amiga.
—Yo también.
—Pues no se diga más. –sale contento de mi habitación y Nelly tira una almohada en mi cara.
—¡Oye! No puedes golpearme estando embarazada. Te de mandaré. –bromeo.
—No tienes pruebas ni marcas así que pierdes el tiempo. –se mofa.
—¿Te has puesto a pensar en como sería la vida de ambas si como por arte de magia mi papá y tú estuvieran juntos? –cuestiono.
—No sé como sería tu vida, pero definitivamente sé como sería la mía, amiga. Y pinta para muy buena.
—Sigue así de odiosa y no te dejaré que te le acerques a mi padre.
—No es como si fueras una oposición querida.
—Te odiamos. –digo tratando de sonar seria.
—¿Quienes?
—Mi bebé y yo.
—Él no puede odiarme. Soy su tía genial y seré su abuela.
Esta vez le arrojo la almohada en la cara logrando que caiga de la cama, no puedo evitar reír tanto que mis costillas duelen. No me imagino una vida en donde Nelly se haga llamar mi madrastra pero tampoco la imagino sin ella.
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—Estas cometiendo un error Amanda.
—Cállate, lo hago por mi hija.
—Dafne no siente nada por Diego, ella ama a Jared.
—Eso es un capricho, no lo ama. Siempre me dijiste que soñabas con nuestros hijos juntos, ¿qué sucede ahora?
—Dafne y Alexander tuvieron lo suyo y hasta ahí, si no fue más allá no puedes forzarlos a nada. No mandas en el corazón de tu hija.
—Diego San Román es el mejor hombre para Dafne, no lo ama eso lo sé. Pero con el tiempo lo amará.
Termino de mandar el correo a la dirección que la secretaria de Jared me dió, ojalá nunca vuelva.
—¿Por qué te empeñas en hacerle esto a tu hija?
—¡Por qué no quiero que cometa errores!
—Los errores son parte de su vida Amanda. No puedes sólo hacer las cosas por ella. Debe aprender a vivir, ya no es una niña.
—¡Es mí hija! Y sólo yo sé lo que es bueno para ella. Yo nunca te dije como educar a tu hijo cuando su madre se largó.
—No es igual, yo nunca influi en las decisiones de mi hijo, cometió errores y aprendió en el camino.
—Y míralo ahora, llorando por los rincones a causa del romance que vive mi hija com un hombre mayor divorciado y con una hija. Debes sentirte orgulloso.
—Cometes un grave error. Tu hija va a odiarte, no digas que no te lo dije.
Pongo los ojos en blanco, ridículo, si cree que va a impedir que aleje a Jared de la vida de mi hija se equivoca. Él no es bueno para ella, Diego si.
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Suspiro y releo la revista que tengo en las manos, Luca no esta y no quiero que nadie más me atienda. De cierta forma me hace sentir confiada, porque Jared lo estaría. Me pregunto dónde estará, qué hará y con quién. Quizás la pelirroja este con él.
—¿Dafne?
Levanto la mirada y siento que el corazón se me saldrá por la boca mientras ella me sonríe ampliamente.
—Grecia, ¿Qué haces aquí?
Sin responderme ella me envuelve en un gran abrazo y yo torpemente se lo devuelvo.
—¿Cómo has estado?
—Bien, gracias. ¿Y tú?
—Pues creo que esta prohibido quejarse. –sonríe–, tengo algunas cosas de las cuales no puedo librarme.
—¿Pero todo bien?
Ella hace una mueca y niega con la cabeza.
—Podríamos, no sé, comer algo juntas cuando salgas de... ¿A qué vienes?
—Ah... bueno por qué soy mujer y las mujeres visitamos a los ginecólogos porque... somos mujeres.
Grecia me mira con cara de confusión y sonríe.
—Eres muy graciosa Dafne, ya entiendo por qué mi padre esta locamente enamorado de tí.
Y ahí esta mi corazón latiendo frenéticamente al escuchar la declaración de Grecia.
—¡Marín! Qué gusto verte. ¿Qué te trae por acá. –cuestiona Luca.
—Bueno yo...
—Te espero en la cafetería que esta enfrente, ¿Te veo allá? Me gustaría hablar. –cuestiona Grecia.
—Sí claro, ahí te veo.
—¿Qué quieres decir con eso?
–cuestiona.
—No lo entenderias. Gracias por todo Luca, lamento haber arruinado tu bata.
—No importa, cada que la vea recordaré este día. Llámame Marín, quiero estar a tu lado.
—Luca yo...
—Shh, no digas nada. Quiero que estes bien, tú y renacuajo.
—Gracias, lo estaremos.
Abro la puerta y salgo de ahí. Debo verme con Grecia quien me saluda en cuanto me ve salir. Me fijo para cruzar y llego hasta la mesa donde esta.
—¿Todo bien? –cuestiona.
—Si, todo bien. Revisiones de rutina.
—Excelente. Dafne yo quiero disculparme por aquella vez en el hospital.
—Descuida Grecia, comprendo que no debe ser fácil.
—Gracias por entender. ¿Cómo esta mi papi bello?
Parpadeo varias veces antes de fruncir el ceño.
—Yo... supongo que bien.
—¿Cómo que supones?
—Grecia, Jared se fue, no sé a dónde y no sé por qué. Hace una semana.
—¿Qué? ¿Es alguna broma?
—No, no tendría por qué mentirte.
—¿Fue por ella? –pregunta molesta.
—¿Por quién?
—Mabel, ¿por ella se fue?
—¿Qué tiene que ver ella en todo esto?
—¿No lo sabes? Mi madre me dijo que esa mujer es muy mala, trató de ponerme en tu contra, ella me dijo que tú le estabas haciendo daño. Esta dispuesta a quedarse con mi papi, esta loca. No lo permitas Dafne.
—No esta en mi Grecia, Jared se fue dos días después del accidente. Cuando supo que de una o de otra forma moriría.
—¿Morirás?
—No lo sé, Diego me dijo que...
—¿Quién es Diego?
—Mi doctor, él que dijo que tenía muchas complicaciones y podía morir.
—¿Papá te abandonó por eso?
—No lo sé, no sé porque se fue.
—¿Pero lo amas? ¿Tú lo amas?
—Muchísimo Grecia, lo amo.
—Arreglaré esto.
—No es necesario Grecia.
—Claro que sí, sé que soy rara pero me gustaría ver a papá contigo. Me han contado que jamás lo vieron tan feliz hasta que llegaste a su vida.
—Gracias Grecia, significa mucho para mi.
Grecia toma mi mano y al querer quitarla tira el vaso de agua sobre mis papeles, me levanto por instinto y ella los toma para evitar que se mojen. Todos se caen al suelo, Grecia mira con atención las imágenes de la ecografía, mí ecografía. La levanta y sus ojos se han llenado de lágrimas.
—¿Estás embarazada? –cuestiona en un tono que no puedo descifrar.
—Grecia yo puedo explicar...
—¿Lo estás? –vuelve a preguntar.
—Sí. –suspiro.
—¿Es de...papá?
—Sí, tengo tres semana y aún estaba con él.
De pronto Grecia hace algo que me deja muy sorprendida.
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