Una humana para el rey romance Capítulo 77

POV Yanet

Frente a mí una majestuosa figura deslumbra en la oscuridad, escuchó el sonido del agua caer suavemente.

Aquel sonido hace eco dentro de la cueva, desperté hace unos minutos y me di cuenta que yacía dentro de una catarata.

Me dolía mi cabeza y parte de mi corazón.

Ella se quedó inmóvil más su mirada reflejaba tristeza.

-Ya todo acabo - susurró

-¿Acabo? - pregunté, ella siguió observándome

-Ya nunca más volveré a lastimarlos - soltó un suspiro - ve Yanet, cuídalo y se su guía por siempre

Al oír aquellas palabras caí en la cuenta que ella estaba muerta.

-¿Estas muerta? - ella asintió suavemente

-Siento mucho haberte quitado a tu hijo - susurró suavemente - nunca debí de hacer tal cosa, soy una mujer mala. Perdí a mi esposo y casi pierdo a mi hijo ahora solo me queda pagar por mis errores - una lágrima bajo por sus mejillas, está brillaba - cuida a Leopoldo, dale el amor y compresión de una madre, haz todo lo que yo no pude hacer - soltó un sollozó - me hubiera gustado verlo convertirse en un gran hombre, casarse y darme hermosos nietos. Vería una sonrisa en sus labios y estaría ahí, junto a él. Pero mis errores me llevaron alejarme de mi propio hijo, de envenenar su corazón con odio y de manipularlo. Merezco más que morir, por eso te pido que no lo dejes solo, cuídalo y no dejes que el odio invada su corazón. Merece ser feliz, lo merece ¿Lo prometes?

-Claro - asentí varias veces

Mis ojos se empezaron a nublar, solté un par de lágrimas mientras la observaba. Ella se desvanecía lentamente, se iba con una sonrisa melancólica en sus labios.

Y con esa sonrisa desapareció.

Deje de escuchar el agua y el eco que este producía. Mi mente colapso y mi corazón empezó a palpitar fuertemente.

Beatriz había muerto, ya todo acabo menos mi dolor, el dolor que sentía por haber perdido a mi hijo.

Orión.

Deseaba escuchar su voz, ver su sonrisa.

Mi pequeño.

Me puse de pie gimiendo de dolor, toqué mi cabeza. Está dolía mucho al igual que mis costillas.

Pero fue en vano y nuevamente caí al piso, gemí de dolor.

Mi cabeza y costillas dolían mucho.

Mis ojos se cerraban lentamente, lograba escuchar que me llamaban, pero aquella voz cada vez se alejaba más y más.

Hasta que me deje llevar por la oscuridad.

(...)

Abrí mis ojos.

La habitación era iluminada suavemente por el sol a través de las cortinas y estás danzaban al compás del viento que suavemente susurraba.

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