Una segunda oportunidad romance Capítulo 97

1... 2... 3... Inhala... y exhala.

Estaba sentada afuera al aire libre entre los árboles, respirando con cuidado mientras me concentraba en aclarar mi mente. Había estado trabajando en estas técnicas durante las últimas dos semanas, y estaba avanzando muy bien. O, al menos, eso parecía. No estaba segura de qué tan bien funcionaría cuando llegara el momento de usarla.

Sin embargo, definitivamente había mejorado. Crear distancia parecía haber funcionado un poco, ya que con cada día que pasaba, sentía su presencia un poco menos. Casi lo suficiente como para que me preguntara si era posible esperar a que me librara completamente de ella. Lo único era que, desgraciadamente, al ritmo que iba, para eso podrían pasar meses o incluso años. Tiempo del que posiblemente no disponíamos, para mi decepción. Conformarme con fortalecer mi mente tendría que ser suficiente por el momento.

Pero... también había algunas desventajas en mi mejora...

Me levanté del suelo y me sacudí antes de caminar de regreso hacia la cabaña. No es que no me gustara ir allí, pero mentiría si dijera que no se había vuelto... difícil.

Al entrar, me quité inmediatamente los zapatos junto a la puerta principal y estaba a punto de gritar que había vuelto, pero algo llamó mi atención antes de que pudiera hacerlo.

Allí, acostado en el sofá, vi que Aleric se había quedado dormido y lucía muy tranquilo.

Lo que daría por acercarme, acurrucarme junto a él... sentir su calidez a mi alrededor... saborear sus labios contra los míos.

Sacudí rápidamente la cabeza para alejar esa idea lo más posible. Estos pensamientos eran más frecuentes estos días cuanto más recuperaba el control de mí misma. Al igual que las emociones negativas que Thea me había inculcado, las mías propias me estaban causando problemas en ese momento.

… No es que importara, de todos modos.

Durante las dos semanas que habían pasado, no pude evitar notar cómo parecía que Aleric me estaba evitando. Se sentaba y charlaba solo durante pequeños periodos de tiempo antes de marcharse bruscamente, ya fuera a su habitación o a otra patrulla. La verdad es que empezaba a sentirme un poco sola.

Y aunque yo me había prometido no involucrarme con él de forma romántica, eso no parecía impedirme pensar en él de esa manera. Una parte de mí ansiaba su atención, aunque fuera solo un poco. Diablos, incluso un contacto visual adecuado de vez en cuando, habría estado bien.

Sin embargo, parecía estúpido pensar que él estaba tratando de alejarse de mí... ¿No? Seguramente estaba pensando demasiado las cosas, incluso si él se había ido literalmente a mitad de la conversación unos días atrás... y había empezado a comer en su habitación más a menudo... o rara vez iniciaba una conversación a menos que tuviera que...

Suspiré y me senté en el sillón frente al sofá para observarlo.

¿Qué demonios iba a hacer al respecto? Esto estaba dificultando mi entrenamiento con todas estas incertidumbres añadidas en mi cabeza.

Ceder y confesar mis sentimientos me parecía egoísta... sobre todo cuando estos días parecía que él no quería realmente nada conmigo. ¿Tal vez extrañaba su casa? ¿Le molestaba que tuviera que hacer de niñero? Si le decía la verdad y conseguía lo que quería, ¿sería solo una reacción del vínculo de pareja opuesta a lo que él realmente quería? Esa era la principal pregunta que me hacía desde hacía semanas. Una que todavía me pesaba.

… Pero entonces, ¿qué era un acto egoísta más en la pila de cosas que ya había hecho en esta vida? Si era solo una última vez que podría hacer algo que sabía que no debía... cuando se sentiría muy, muy bien... seguramente eso estaría bien, ¿no?

El otro día lo había visto accidentalmente justo después de ducharse, vislumbrando su pecho antes de que se pusiera la camisa. Eran momentos como ese los que hacían difícil hacer lo correcto. Especialmente cuando todavía podía recordar cómo se sentía presionado contra mí, lo perfectamente que encajaba allí...

“… ¿Por qué me estás mirando fijamente?”, refunfuñó él de repente con los ojos aún cerrados. Esto me tomó lo suficientemente desprevenida como para hacerme saltar de sorpresa.

Mi pecho empezó a acelerarse como si me hubieran pillado haciendo algo que no debía, aunque solo había estado sentada en silencio todo el tiempo.

“Y-yo... yo mmm, acabo de volver de... mmm el entrenamiento”, tartamudeé con las mejillas sonrojadas.

Él se sentó erguido y empezó a frotarse los ojos con una mano, terminando cada movimiento pellizcándose el puente de la nariz. Parecía que realmente había estado profundamente dormido si actuaba así de cansado.

“... ¿Y qué estás haciendo ahora?”, preguntó él, todavía sin mirarme.

¿Acaso estaba todo en mi cabeza cuando parecía tan evidente que él estaba molesto conmigo? ¿Tal vez había hecho algo desde que llegué allí para hacerlo enfurecer?

“Estoy... ah, ¿estoy sentada aquí?”.

Él asintió con la cabeza en silencio. “Muy bien, iré en otra patrulla antes de la cena entonces”.

Y tras eso, él se levantó y se dirigió a la puerta.

“E-espera, acabas de despertarte. No es necesario que te apresures a salir todavía. Luces cansado”.

Sin embargo, él no se dio la vuelta ni respondió de ninguna manera mientras empezaba a ponerse los zapatos. Extraño, ya que habría pensado que él preferiría transformarse para patrullar. Algo para lo que no necesitaría zapatos.

Pero su descarada indiferencia a la hora de reconocer lo que había dicho despertó mi propia molestia, una que había estado reprimiendo a propósito estas últimas semanas creyendo que estaba exagerando. Estaba claro que no me lo estaba inventando si ya ni siquiera me contestaba.

“Aleric, es en serio”, dije mientras me levantaba para acercarme a él. “¿Hay algo que te está molestando? Desde que llegamos aquí es como si apenas pudieras mirarme”.

Teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando en ese momento, no esperaba precisamente que me hiciera ningún tipo de cortesía, pero al menos pensé que podríamos mantener una conversación. Él no había actuado de forma tan extraña cuando aún estábamos en Neblina Invernal. Esto parecía algo que había comenzado a ocurrir desde que habíamos llegado a ese lugar.

“Aria, déjalo”, dijo él, todavía sin voltearse.

Pero yo estaba cansada de esto. Cansada de vivir con una pared de ladrillos.

“Aleric”.

Y le agarré del brazo, lo cual lo obligó a girarse y mirarme. Una visión que casi me hizo retroceder al vislumbrar su rostro.

O, más exactamente, un vistazo a sus ojos.

Porque eran oscuros. Lo suficientemente oscuros como para decirme que su lobo amenazaba con salir a la superficie.

Me quedé mirando fijamente algo detrás de él, literalmente cualquier otra cosa, demasiado nerviosa para encontrarme con sus ojos.

“Estaba pensando en... cómo desearía que las cosas entre nosotros se hubieran arreglado antes de que yo lo arruinara todo”, respondí. “Sobre cómo ahora estás conectado a mí sin importar si lo quieres o no. Sobre cómo, después de todo lo que he hecho, ahora estás atado a una chica que está rota”.

“¿Y cuándo pensabas contarme todo esto?”, dijo él y se acercó para que le mirara. “¿Cuándo ibas a dejarme tomar esa decisión? Entiendo tu situación, Aria, de verdad, lo entiendo. Sientes que tienes una responsabilidad por las cosas que has vivido, porque una vez viste un futuro en el que escenarios similares acabaron mal... pero yo no soy un niño. Déjame decidir por mí mismo y tomar mis propias decisiones, buenas o malas. No necesito que seas responsable de mis elecciones”.

“Es solo que... yo no...”.

“Entonces no me uses como excusa porque te da miedo ser vulnerable. Solo dime eso”.

Y me quedé allí inmóvil y me encontré con su mirada mientras todos mis miedos al rechazo y a la culpa volaban por mi cabeza.

Ni siquiera había necesitado dar detalles y, sin embargo, él había detectado exactamente los problemas que me retenían. Esto era una prueba de cómo, una vez más, era capaz de leerme tan bien. Que, a pesar de la ausencia del vínculo de pareja para mí, todavía había una conexión entre nosotros que era más profunda. Algo más fuerte e irrefutable.

Él tenía razón. Debería habérselo dicho. Debería haberle dado la oportunidad de tomar la decisión por sí mismo en lugar de asumirla en su nombre.

“Entonces, dime... Y quiero decir, dime honestamente esta vez...”, dijo él, sacándome de mis pensamientos.

Su mano se acercó entonces a mi cara y colocó justo debajo de mi mandíbula para que no me apartara. No es que hacerlo hubiera pasado por mi mente ni un segundo. De hecho, lo único que deseaba era fundirme por completo en su contacto, ceder por fin y dejar de sentirme culpable por desearlo.

“Dime en qué has estado pensando estas últimas semanas”, susurró él mientras acercaba su cara a la mía.

“He estado...”, empecé diciendo, pero mi cerebro se quedó en blanco mientras su proximidad me hacía sentir otro escalofrío.

Y sus labios... estaban justo ahí. Prometiendo darme el alivio que tanto ansiaba últimamente.

“Aria”.

Volví a enfocarme y le miré a los ojos.

“Dime”, repitió él.

Pum.

“He estado pensando en... ti”, respondí. “En lo mucho que te deseaba”.

… Y esas palabras acabaron siendo lo último que dije antes de que todo se volviera totalmente borroso.

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