NARRA RAQUEL
De todas las personas que imaginé que quizás podría encontrarme, jamás pensé que él sería una de ellas, por lo que, el hecho de solo verlo me sorprendió, era algo que no me esperé.
Ahora, él venía caminando en dirección a mí con aquella confianza y seguridad que lo caracteriza tanto. Tenía ambas manos dentro de los bolsillos de su short rojo, usaba unos lentes de estilo aviador y los mechones de su cabello apuntaban en diferentes direcciones, dándole un aire más casual, más relajado.
En cuanto se detuvo en el borde de la piscina frente a mí salí de mi trance, y note que tenía indicios de una barba que apenas le comenzaba a crecer. También note que no traía camiseta.
Él saco las manos de sus bolsillo, y se quitó los lentes; — Hola — dijo con una sonrisa.
Todavía en mi confusión, dejé que la pregunta saliera de mi boca de manera automática:
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Erick: Lo mismo que el resto de las personas, supongo, tomándome unos días de descanso y relajación.
— Oh... — Fue lo único que salió por mi boca.
Erick: ¿No piensas salir de ahí? — Cuestionó arqueando una ceja.
— Ah, sí, si — digo, y nadando me acerque al borde de la piscina, justo donde Erick estaba de pie frente a mí.
Él me ofreció una mano y al tomarla me impulso hacia él para que pudiera salir de ahí.
— Gracias — le sonreí en cuanto estuve fuera de la piscina.
Erick: No es nada. — Respondió él, devolviéndome el gesto. — ¿Desde cuánto estás aquí?
— Desde hoy — Digo, exprimiendo la falda de mi vestido para quitar el agua. — Vine con Joel por cosas de su trabajo, no sé — Me encogí de hombros, restándole importancia al asunto. — ¿Y tú?
Erick: Desde hace dos días, por eso no te había llamado, perdona.
— Oh, tranquilo — Alce la mirada hacia él, encontrándome con sus ojos verdes mirándome. Le sonreí — No pasa nada.
Erick: Si tú lo dices — Dijo, su sarcasmo haciéndose presente. — ¿Y cómo has estado tú y... Nuestro bebé? — Preguntó, la comisura derecha de su labio se elevó un poco al pronunciar aquella dos palabras.
Abrí la boca para responderle, pero en cuánto Jimena apareció a mí lado acompañada de Joel la cerré rápido, y ella habló.
Jimena: ¿Raquel, a ti qué te pasó? — Pregunto, su ceño levemente fruncido en un gesto de clara confusión.
Joel: Si, ¿Por qué estás empapada de agua? — Preguntó, igual de confundido que la chica a mí lado.
— Es que unos niños me tumbaron sin querer cuando pasaba por la orilla de la piscina.
Ví como sus bocas formaron una "O" en cuanto les expliqué, luego sus miradas cayeron sobre Erick quién permanecía frente a mí en silencio.
Jimena: Ah, hola Erick — Le sonrió sin mostrar los dientes.
Erick: Hola — Le devolvió la sonrisa.
Joel: Que casualidad encontrarte justo aquí
Erick: Si, la verdad sí, es mucha casualidad — Respondió. — ¿Podemos hablar un momento? — Le pregunto al pelinegro.
Joel: Oh sí, claro.
Erick: Vamos al mini bar — Le propuso. — Ahí podremos hablar con calma y, a solas — Por un segundo me miró, luego su mirada volvió a mí amigo.
Joel: Está bien — asintió, y me miró. — Tú ve a la suite, necesitas cambiarte de ropa.
Erick: Si, o puede darte un resfriado — dijo de acuerdo con el pelinegro.
Jimena y yo les miramos desconcertadas en todo momento, tratando de comprender su repentina actitud el uno con el otro.
— Eh, ahora subo
Erick: Bien, vamos — Le dijo al pelinegro, y ambos se marcharon después al mini bar de la esquina.
Jimena: ¿Desde cuándo estos dos son amigos? — Frunció el entrecejo, siguiéndolos con la mirada mientras ellos caminaban al mini bar, yo hice lo mismo.
— No tengo ni la más mínima idea — Digo igual de desconcertada. — Hasta donde sabía, se odiaban, más Joel a Erick — Desvíe mi vista hacia Jimena quién seguía mirándolos.
Jimena: Bueno, como sea, es algo bueno que dejen de comportarse como idiotas y traten de llevarse mejor — Se encogió de hombros, y me miró.
— Si, tienes razón — Digo, y los miré una vez más.
Ambos yacían sentados frente al mini bar, y reían por algo que Erick había dicho. Extrañada por su actitud tan repentina, ladee mi cabeza y hundí mis cejas sin dejar de mirarlos hasta que, la mirada de Erick chocó con la mía; él me regaló una sonrisa coqueta y me guiñó un ojo, rápido dejé de observarlos.
— Mejor subo, no es nada agradable estar así — Le digo a Jimena, y comencé a dar pasos hacia el interior del resort.
Jimena: Claro, te acompaño — camino atrás de mí, y pude escuchar que soltó una risita.
***
Jimena: ¡Un momento! — elevó la voz un poco.
— ¿Qué haces? — Reí por su comportamiento tan repentino.
Jimena: Tampoco pretendo que sepa que estoy tan nerviosa por cenar con él que no sé que ponerme — Susurro, luego camino hasta el clóset donde guardo todo con una rapidez impresionante y volvió a la cama. — ¡Pasa! — Le dijo sentándose en la cama.
Vimos la puerta abrirse, y después a Joel asomarse por la misma.
Joel: ¿Aún no estás lista? — Pregunto frunciendo el ceño en cuanto vio a la morena.
Jimena: Eh, es que...
— ¡Es mi culpa! — Intervine. — La he estado entreteniendo y no le ha dado chance de arreglarse — Sonreí sin mostrar los dientes.
Joel: Oh, bueno — hizo una mueca. — Solo te quería avisar que me adelantaré, te espero en media hora abajo — Le aviso a Jimena
Ella asintió y Joel después cerró la puerta, y en cuanto escuchamos sus pasos alejarse Jimena se levantó de la cama.
Jimena: ¿Media hora? ¡Demonios! No podré estar lista dentro de media hora — Se quejó.
— Si hubieras elegido que ponerte hace una hora ya estuvieras lista — Le recordé. — Pero ya, no es hora de quejarse — Me levanté de la cama, y me dirigí al clóset. Me detuve al abrir la puerta, y la mire. — Ve a ducharte, mientras escogeré lo que te pondrás.
Ella asintió con la cabeza, agarró una toalla y sin más entró al baño.
***
Jimena: ¿Cómo me veo? — Pregunto en cuanto estuvo frente al espejo.
Yo estaba detrás de ella, apoye mi barbilla de su hombro derecho y le sonreí.
— Hermosa, te ves hermosa — digo con sinceridad. Ella me sonríe.
Jimena: Gracias — Se giró hacia mí, y me abrazó.
— No es nada — Le dejé saber, segundos después, me separé de ella. — Pero ya, toma tu cartera y baja, Joel está esperándote
Ella asintió y tomó su pequeña cartera que hacía juego con su vestido rojo vino.
La acompañe hasta la puerta de la suite, y una vez que se marchó pude respirar con calma.
No tiene ni idea de lo que le espera en esa cena. Pensé, e inconscientemente una sonrisa se formó en mis labios.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: VENDIDA (COMPLETA)