Vendiendo mi virginidad... AL CEO romance Capítulo 11

PDV Tomas

Llame a

mi chofer para que me llevara a mi casa, tenía varias cosas que hacer y quería

hacerlas pronto, y mientras esperaba, estaba pensando con respecto a esta

chica.

No

importa cuántas vueltas le diera, todo indicaba a una posibilidad, y es que

esta chica, era virgen.

Una

trabajadora profesional de este club, no tendría el tipo de actitud y

comportamiento que esta chica tuvo con él, esas mujeres eran profesionales,

mientras que esta chica…

En varios

sentidos, era torpe, y no solo eso, sino que mientras estaba dentro de ella, podía

sentir  muy estrecha.

¿Una

trabajadora profesional de este club seria así de estrecha?

Mi respuesta

a esta pregunta siempre era no, y entonces venía a mi cabeza otra pregunta.

¿Por qué

el club me enviaría a una chica virgen?

Este club

se dedicaba a vender chicas vírgenes a hombres ricos, por lo que enviar a una

virgen de a gratis a alguien como yo, no tenía sentido.

Empecé a

pensar en distintas posibilidades, pero no importa cuántas veces lo pensara, la

respuesta no llegaba a mí.

O al

menos así fue hasta que recordé el hedor a alcohol que esta chica irradiaba

cuando llego.

El

alcohol volvía tontas a las personas... ¿Era posible que esta chica bajo los

efectos del alcohol se equivocó de habitación?

Mientras

pensaba en todas las demás posibilidades, me di cuenta de que esta era en

realidad la opción más realista.

Una de

las chicas vírgenes que fueron subastadas termino por embriagarse demasiado, y

en medio de su borrachera, termino por acudir a una habitación equivocada, entregándose

al hombre equivocado.

Cuando

pienso en esto, me di cuenta de que era la mejor respuesta a mis preguntas,

pero también me di cuenta de algo más.

Técnicamente…

esta chica… seguía siendo virgen.

No llegue

a penetrarla por delante ni romper su himen, por lo que técnicamente seguía

“intacta”.

Cuando

esta chica se entere de que se entregó al hombre equivocado, quizás piense en

vender su virginidad otra vez a algún desconocido.

Cuando

pienso en esta posibilidad, me enojo bastante, sobre todo cuando empiezo a

recordar los ancianos ricos que frecuentan clubes como este en busca de

jovencitas que desvirgar con sus arrugadas manos.

Cuando

pienso en esta chica, compartiendo la cama con un viejo arrugado, me cuesta

contener mi enojo, y me arrepiento de no haberla tomado por delante.

—Si tan

solo no le hubiera hecho caso —murmuro, mientras la miro durmiendo.

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