Vendiendo mi virginidad... AL CEO romance Capítulo 37

PDV Teresa

Salí del restaurante y camine lo más rápido que pude, no quería quedarme ni un minutos más en ese lugar.

Estaba molesta y alterada, creo que tenía la adrenalina a 1000% teniendo en cuenta lo que había hecho.

Había golpeado a mi jefe, a mi jefe, el tipo que me sobreexplotaba y me había estado acosando sexualmente desde que había empezado a trabajar para él y debía admitir… que se había sentido muy bien.

Y además de golpearlo, también había tomado mi dinero en su cara mientras él observaba, estaba nerviosa, pero a la vez excitada, no puedo creer que había hecho todo esto.

El hecho de que ahora con el empleo de Tomas ya no necesitaba tener que aceptar cualquier empleo que pudieran darme, me había motivado a hacer eso que hice… también el hecho de tener a Saint, el cual termino por incitar toda esta situación.

Ahora que lo pienso, creo haber dejado a Saint plantado, me había llamado y aun así me fui, que mal, él me defendió de mi jefe, quizás debí esperarlo, aunque no quería continuar nuestra charla sobre lo que hicimos en el club.

No sé si dejar a Saint atrás fue lo correcto o no, me había ayudado pero al mismo tiempo su presencia incomodaba debido a sus preguntas y todo lo demás.

— ¿Qué debería haber hecho? ¿Debí esperarlo? —pensé, mientras cerraba los ojos y continuaba caminando por la calle con mi corazón aun latiendo frenéticamente por lo que había acabado de pasar.

Continúe caminando con los ojos cerrados, hasta que sentí que choque algo.

Abrió los ojos al instante, y puedo ver como una motocicleta cae al suelo… había chocado una moto...

— ¡Mierda! ¡¿Sera que alguien me…?!

— ¡¿Qué estás haciendo maldita zorra?! —me grita un hombre de unos 30 años, el cual está acompañado de una mujer.

Ambos tenían chaquetas negras y se encontraban hablando a poca distancia de mí, obviamente él era el motociclista al cual le pertenecía la moto.

Ambos caminan hacia mí, el motociclista está muy enfadado, me mira fijamente con ojos como si quisiera matarme.

— ¡Maldición! —maldigo en mi mente, mientras pienso en huir, pero el motociclista llega junto a mí y me toma por los hombros.

Es más alto que yo, y más fornido.

Me invade el miedo al instante.

— ¡Maldita zorra! ¡Si dañaste algo en mi moto te aseguro que me lo vas a pagar! —me grita le motociclista mientras me mira y me sacude por los hombres.

Tiene bastante fuerza, mis hombros empiezan a doler.

— ¡Revísala mujer! —grita el motociclista a la mujer que lo acompaña.

La mujer camina hacia adelante, se agacha y empieza a revisar la motocicleta… le empiezo a rezar a Dios por que la moto no se le haya dañado nada… si le daño algo no sé qué me hará el motociclista.

—Por favor, que está intacta —pienso, mientras la mujer revisa la moto con sus ojos.

—Que mal niña, la has averiado —dice la mujer mientras alza la mirada y me ve.

— ¡Maldición! —maldigo, mientras veo a la mujer, la cual me ve con una sonrisa.

— ¡¿Qué le averió?! —grita el motociclista.

— ¿Qué le daño? Pues todo —dice la mujer mientras sonríe.

— ¿Qué? ¿Todo? ¿Cómo puede saber eso? A penas y si la reviso con la mirada, no era una técnica o maquinista, pero sabía que para poder saber si algo estaba dañado se necesitaba darle un revisión a profundidad.

— ¡Maldita zorra! —me grita el motociclista.

—N-no… no fue a propósito —murmuro mientras lo miro.

—Vas a tener que reponérnosla niña —me dice la mujer.

— ¡¿Reponerla?! —suelto mientras giro mi mirada para ver a esa mujer.

Toda esta situación me estaba dando mala espina, había chocado la moto y la había hecho caer, es cierto, pero una moto no se dañaba fácilmente, y no solo eso, sino que para poder saber que partes se habían dañado se necesitaba darle una buena revisión con esmero, y eso es algo que esta mujer no hizo.

Tenía un muy mal presentimiento de toda esta situación.

— ¡¿Vas a tener que comprarme una moto nueva?!

— ¡¿Una moto nueva?!

— ¡Si! ¡Y tienes que darme el dinero para eso ya mismo! —me grita el motociclista.

¿Cuánto podía valer una moto nueva? ¿Cientos… o miles de dólares?

—Pero, no tengo tanto dinero, y menos aquí conmigo —le digo al motociclista.

¿Qué es lo que va a hacer? No tenía como pagarle nada, y además… creo que ya podía adivinar que estaban haciendo.

Aprovecharon mi choque con la moto de este tipo para tratar de extorsionarme dinero o algo más, de seguro pensaron que era una presa fácil, es decir, una chica joven, sola, a medianoche, era una víctima perfecta.

Todo lo que había juzgado hasta ahora decía que la situación era así, la moto solo se había caído, eso no era suficiente como para dañarla, sin mencionar que la mujer ni siquiera la reviso de forma adecuada.

Estos dos trataban de extorsionarme.

— ¿No tienes dinero? Entonces tendrás que pagarnos de otra forma —dice la mujer, mientras se acerca a mí.

— ¿De otra forma? Pero… ¿Cómo? No tengo nada de valor conmigo excepto unos 100 dólares, si quieren pueden llevárselos —les digo a ambos, esperando que ese dinero sea suficiente.

— ¿100 dólares? Eso no es suficiente niña —dice la mujer mientras sacude la cabeza.

— ¿Ah no?

— ¡No! ¡¿Piensas que conduzco una moto de 3 categoría?! ¡Esta moto como la vez vale más de 2000 dólares! ¡Debes darme ese monto si quieres que te deje ir! —me grita el motociclista.

— ¡¿2000 dólares?! ¡No tengo tanto dinero conmigo! ¡Solo tengo 100 dólares! —les digo en un último intento de convencerlos.

—Bien niña, tomares tus 100 dólares si esto es lo único que posees —me dice la mujer.

—Gracias a Dios —suspiro en mi mente, mientras siento un leve sentimiento de relajación.

—Pero además de los 100 dólares tienes que darnos algo más a cambio —me dice la mujer.

Cuando escucho esto último, siento un hormigueo que recorre todo mi cuerpo, tengo un mal presentimiento.

—Pero… no tengo nada más de valor conmigo.

—Niña, eres una chica, y una bastante bonita, las mujeres tenemos siempre algo muy valioso que podemos dar en cualquier momento… y más si se les va a dar a un hombre —dice la mujer, mientras sonríe.

¿Algo valioso que podemos dar en cualquier momento? ¿A qué se refiere con…?

— ¡Maldita sea! —maldigo en mi mente, ya que me había dado cuenta de que quería decir la mujer con esas palabras.

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