VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari) romance Capítulo 11

UN AÑO Y SEIS MESES DESPUÉS.

Habían transcurrido un año y seis meses desde que por su bien y el de sus hijos, su padre preocupado y hastiado por su actitud y su deseo de autodestrucción, lo sacudió y le hizo reflexionar en como llevó su vida durante las tres últimas semanas después de haber concluido la búsqueda de Anabella. Ahora era completamente otro, se había dedicado a sus negocios, pero su prioridad eran sus hijos, toda su atención se volcó en ellos, le gustaba cuidarlos. Desde que había cambiado su vida, pasaba mucho tiempo con ellos.

Los primeros días fueron realmente difíciles, primero contarles que él era su padre, se sentó con ellos en la sala acompañados por su padre, Alicia y Amine. Se agachó ante los niños, colocándose a su misma altura y empezó a hablr con ellos—Taddeo, Camillo necesito conversar con ustedes. Debo contarles algo muy importante—los niños se quedaron viéndolos con curiosidad.

Taddeo le dijo —Entonces si es importante dinos de una vez Sebastián, ¿Por qué estás nervioso? —el hombre respiró profundo estaba realmente nervioso, tenía temor de las reacciones de sus hijos, que lo rechazaran porque hasta ahora la relación había sido muy buena o por lo menos con Camillo, con Taddeo era otra cosa a veces tenía altos y otros bajo.

—No estoy nervioso, solo busco las palabras correctas para poder explicarles—en ese momento Sebastián extendió su mirada hacia su padre y compañía, buscando apoyo por parte de ellos pero se mantuvieron inamovibles. Al darse cuenta que no iba a recibir ayuda de ellos para resolver esa situación siguió hablando—. Saben que todos tenemos un padre y una madre. A veces por errores que cometemos los adultos, no estamos con nuestros hijos y muchas veces nos vemos en la necesidad de tomar caminos distintos y aunque esas decisiones cuando pasan los días pesan, no podemos volver atrás y entonces uno aprende a vivir con ellas—. Sus hijos lo observaban uno desconcertado y el otro alzando una ceja, por ello sin más preámbulo les dijo—. Lo que quiero decirles es que yo soy su padre.

Camillo inmeditamente se levantó del mueble donde estaba sentando y le brincó encima para abrazarlo, dando un grito—¡Tengo a mi papá! ¡Tengo un papá!—exclamaba alegre el niño. Él se sintió feliz con la actitud de su hijo. Al soltarlo fue donde sus abuelos y les dijo feliz—. ¡Escucharon! Abuelitos, Sebastián es mi papá —estaba que no cabía de la emoción.

Sebastián miró a Taddeo quien se mantenía inmutable, su padre le interrogó—Taddeo ¿Qué opinas de la noticia? —su reacción era la que temía.

—No me estás diciendo nada nuevo. Supe que eras mi padre desde el primer momento en que nos vimos, nos parecemos a ti y eres el único hijo de mi abuelo. Además te había visto en revistas—expresó con una mueca—, está muy bien saber de ti, pero quiero ver a mi mamá ¿Dónde está ella? Apareciste y ella se fue, yo quiero estar con mi mamá no contigo —espetó frunciendo el ceño.

Sebastián se pasó las manos por el cabello, tendría que seguir manteniendo lo que le habían dicho, no creía que era el momento de decirles lo de su madre—Taddeo, Anabella está de viaje, ya te lo habíamos dicho.

—Pero ¿hasta cuándo estará de viaje?, tiene mucho tiempo fuera. Y la extraño mucho y ¿Por qué ni siquiera habla por teléfono?

Sebastián estaba sin palabras, no sabía que hacer ni decir, no quería que sus pequeños sufrieran, eran muy chicos para lidiar con la ausencia de su madre, no era justo que tuvieran que vivir esa pérdida —Pronto sabrás de tu madre hijo. Mientras porque no vamos a jugar fútbol que tanto te gusta—.Taddeo se quedó viéndolo, sin embargo luego de un momento, aceptó ir y así evitó Sebastián que su hijo siguiera preguntando y los mantuvo entretenidos haciendo otras cosas.

Tres semanas después de que decidió cambiar de actitud frente a la pérdida, Alicia, Amine, su padre y él, se sentaron junto a ellos y decidieron contarles la verdad, no podían seguir diciéndoles mentiras, era necesario contarles la razón de la ausencia de su madre, no podían seguir ocultándola, los recuerdos de ese día se agolparon en su mente —Taddeo, Camillo, hijos —pronunció él con un nudo en la garganta, trataba de mantenerse entero, pero no pudo evitar que su voz le temblara —. Su mamá no vendrá... —hizo una pequeña pausa, para contener su dolor— Ella se fue al cielo, papito Dios decidió llevar a su mamita junto a él.

—No hay problema papi —manifestó Camillo con inocencia—, vayamos a buscarla para decirle que ahora podemos vivir todos juntos.

Su hermano lo observó con una mueca —Camillo, lo que quiere decir Sebastián, es que nuestra madre murió, su corazón dejó de latir, no se fue a ningún sitio, ¡no podemos, ni volveremos a verla jamás! —Terminó alterado.

Taddeo lo seguía llamando por su nombre, pero se había dado cuenta que lo hacía para molestarlo y ver su reacción, pero él no se daba por aludido, sabía que debía ganarse la confianza de sus hijos.

Todos se sorprendieron al escuchar como un niño de tres años y diez meses, tenía ese conocimiento sobre la muerte; ya para ese entonces, él se había dado cuenta que su hijo mayor se comportaba distinto a Camillo y tenía una capacidad de razonamiento superior, pero desconocía que tenía un coeficiente intelectual alto, fue después cuando lo empezó a llevar a las citas del psicólogo que estuvo al tanto.

Ese día sus hijos lloraron desconsolados, —Quiero a mi mamita. Por favor papi— decía Camillo.

—¿Por qué Sebastián? ¿Tú a pareciste y ella se fue? ¿Por qué? Nosotros éramos felices sin ti —decía el niño enojado, mientras sus palabras se clavaban como dagas en su corazón.

Viendo a sus hijos así terminó con los ojos humedecidos por las lágrimas—No saben cuanto siento que estén sufriendo éste dolor. — se sentía impotente ante el sufrimiento de sus hijos, solo los abrazó hasta que se quedaron dormidos, ese día durmió con ellos.

El más afectado resultó ser Taddeo, aparentaba mayor dureza y madurez, pero a la vez era muy sensible.

Los meses fueron pasando irremediablemente, había aprendido mucho con ellos. Sebastián trataba de cubrir las necesidades emocionales de sus hijos y aunque aparentemente Camillo superó la pérdida de su madre, se hizo más taciturno, aunque menos cariñoso, por otra parte, los constantes ataques de ira o episodios de tristeza y de depresión de Taddeo, a veces lo arrastraban, y aunque su hijo mayor había mejorado, no lo había superado del todo.

En ese momento les preparaba el desayuno como usualmente lo hacía, le encantaba cocinarles, en ese momento estaba terminando de prepararles Tacos de Carnitas, había hecho un curso para aprender a preparar comida mexicana, pues era la preferida de sus hijos, aunque lamentablemente para él, por mucho que hubiese aprendido, según sus hijos no se comparaba con la sazón de su abuela Alicia, quien por ser nativa de México tenía el sabor en la sangre; su relación con ella no había mejorado, apenas se toleraban, ahora era ella quien lo odiaba, cada vez que tenía oportunidad le recriminaba el comportamiento que había tenido con Anabella lo hacía, él ni siquiera le debatía, aguantaba sus desplantes e insultos, se lo tenía merecido, aunque ella se cuidaba de hacerlo delante de los niños.

Su rutina diaria con sus hijos era prepararles el desayuno y comer juntos, a veces compraban comida en la calle, otras veces Alicia la preparaba o Amine, luego los llevaba al colegio y los buscaba, los ayudaba con sus tareas escolares, bueno a Camillo, aunque supervisaba a los dos, jugaba con ellos e incluso los acompañaba a las fiestas infantiles donde los invitaban.

Tenía una lucha constante con Alicia y Amine, quienes querían asumir dichas responsabilidades y aunque no las descartaba como ayuda, porque siempre estaban allí para ellos, él no evadía esos momentos con sus hijos, ellos lo llenaban como persona y le inspiraban a seguir adelante, los amaba profundamente, había aprendido a conocerlos e identificarlos por su carácter y cualidades.

A veces se enfrascaba en una pelea con el más difícil de carácter, Taddeo, tenía mucho de él y no se refería a lo físico que ya eran de por sí tres gotas de agua, sino en ese temperamento endiablado de quererse salir con la suya, se sonrió, mientras subía a la habitación de los niños a despertarlos, su muñeca, aunque ya no estaba con ellos, le había hecho el regalo más grande de todos, sus hijos, eran su mundo.

Entró a la habitación abrió las cortinas de la habitación para que entrara la luz. De inmediato los rayos del sol atravesaron las ventanas iluminando la habitación. Los niños dormían juntos, no habían querido separarse, ambos se sentían seguros así, aunque la mayoría de las veces dormían con él.

Sebastián suspiró mientras abrazaba a ambos niños tratando de calmarlos diciéndole —No digas eso hijo, no habría podido soportarlo, hubiese enloquecido de no tenerlos y en cuanto a lo que Dios decidió respecto a tu madre, simplemente no tengo respuestas, hay situaciones para las cuales no se tienen y está es una de ellas. Pero quiero que tengan presente, que soy su padre y siempre estaré para ustedes —pronunció mientras acariciaba a los niños, desde que le habían dicho de la muerte de Anabella, Taddeo estaba más irritable, pasaba de un buen humor a una rabieta en cuestión de segundos y aunque lo habían llevado a psicólogos para que lo ayudaran a superar esa tragedia, no habían tenido el éxito deseado.

Nada había sido fácil, tenía miedo de no ser un buen padre para sus hijos, a veces se sentaba a hablar con su padre pidiéndole consejos de como cumplir ese papel, y su padre le decía que cuando había amor no podías errar. Él cuestionaba eso, había amado a Anabella y por una venganza equivocada, había cometido el peor error de su vida.

Eran muchas las veces que se sentía fracasado, la muerte de Anabella le seguía doliendo y era difícil consolar a sus hijos cuando él tampoco lo había superado, aún la lloraba y reclamaba el porqué se había ido. ¡Dios! ¿Hasta cuándo iba a dolerle? Respiró profundo y guardándose lo que sentía, consoló a sus hijos. Luego de un rato les dijo—. ¡Deben ir al colegio!

—Padre por favor, queremos pasar el día contigo —le pidió Camillo con ojos entristecidos. Él era quien más le recordaba a Anabella, esa mirada transparente, su inocencia, su timidez, pero a su vez la alegría que reflejaba por la vida, su sencillez, era su recordatorio constante de la mujer que amó y que jamás olvidaría, había prometido que nunca más amaría a ninguna otra mujer. Y con Camillo siempre terminaba cediendo.

—Está bien, por hoy no irán al colegio. Vámonos a pasar un día en el parque, y nos llevamos una pelota de Fútbol ¿les parece?

—Si padre e invitemos a las abue Alicia y Amine y al abuelo Giovanni. ¿Qué tal les parece la idea? —Preguntó Camillo.

—Me parece bien porque así podré jugar de pareja con mi abuelo. Pero ¿Habría que ver que tan buena idea le parece a mi papá invitar a mi abuela Alicia? —expresó Taddeo con curiosidad mirando a su padre esperando su reacción.

Sebastián se dio cuenta de su mirada escrutadora y respondió —No tengo problema alguno de invitar a Alicia, es su abuela, la esposa de mi padre, mi madrasta ¿Qué objeción tendría? —expreso observando a su hijo.

—Seguro —dijo el niño con una sonrisa.

Había veces que Taddeo lo asustaba, era demasiado suspicaz, parecía un adulto en cuerpo de niño y si a eso se le sumaba su desarrollo emocional y cognitivo, sus cualidades especiales, debía hacer sus mejores esfuerzos para dar respuestas concretas a las necesidades del niño.

Un par de horas después, estaban todos en el parque La Favorite, todos vestían deportivo, empezaron su recorrido por las largas avenidas, observaron las diferentes instalaciones deportivas, a Taddeo le encantaban los carros de carrera, por ello se pararon un momento, mientras él realizó un recorrido con Sebastián, el niño estaba emocionado, hablando que había sido genial que cuando creciera iba a ser piloto de carrera, su hermano le respondió que él sería jugador de fútbol y sería el mejor del mundo, ambos amaban también ese deporte o mejor dicho los Ferrari eran amantes del fútbol, de hecho a su memoria llegaron recuerdos de Anabella con trece años jugando al fútbol con él, pero ella era una tramposa, había fingido que tenía un dolor, él estaba cubriendo su arco, pero al verla salió asustado a socorrerla, cuando ya estaba cerca de ella, dejó de fingir y corrió directo al arco y anotó, eso fue motivo de risa para ella, que se cansó de burlarse de él.

Luego de salir de la pista, se dirigieron a la cancha de fútbol, después de una hora de juego resultaron ganadores Camillo y Sebastián. Taddeo se molestó con su abuelo y expresó que la próxima vez haría equipo con su padre porque no le gustaba perder, sin embargo, luego de un rato su enojo se había disipado.

Al salir de allí, hicieron un picnic en la hierba, comieron unos ricos emparedados con jugo de fresa y diversos frutos, los niños conversaban con sus abuelos mientras Sebastián los observaba, hablaban de muchos temas, no paraban de hacer preguntas haciendo ameno el momento, hasta que llegó la hora de regresar a casa y enfrentarse nuevamente a estar en esa casa sin ver nunca más a Anabella.

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