¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 192

La cara de Alain brillaba y oscurecía bajo la luz, el deseo que sentía no desapareció, encima se hizo más y más fuerte.

—Ya lo entiendo.

De repente, Cynthia dijo algo sin sentido.

Alain frunció el ceño.

—¿Qué has entendido?

—Yaiza también sabía de esto, fue ella quien me envió un mensaje para tentarme a aparecer.

Dijo eso deliberadamente para distraer la atención de Alain.

Por supuesto que Yaiza estaba enterado del asunto, ya que todo lo de aquel entonces fue provocado por ella.

Al pensar en Yaiza, el rostro del hombre se ensombreció.

Cynthia quiso salir de su abrazo sin hacerlo notar, pero Alain presionó su hombro y se dio cuenta de que ella lo hizo a propósito para distraerlo.

Había un evidente apetito sexual en sus ojos.

—Ya no soy joven, ¿cuánto tiempo quieres que espere?

Mientras lo decía, su cuerpo se inclinaba cada vez más, luego bromeó junto a sus orejas:

—Dicen que el amor surge haciéndolo.

¡De repente!

Cynthia se quedó pasmada por un momento.

«¿Cómo puede decir tal cosa? ¿No siente ninguna vergüenza?».

Alain le apretó la cara, sus rasgos faciales se vieron arrugadas ante su gesto, él miró la detenidamente, sus ojos desbordaban una sonrisa profunda.

—Sí es que tampoco eres muy hermosa, ¿por qué me gustas tanto?

—Si no soy hermosa, entonces por qué quieres...

Cynthia se calló rápidamente, casi soltó sin querer “¿por qué quieres tirarme?”.

Ella se sonrojó, deseando desaparecer inmediatamente.

«Qué vergüenza».

Especialmente delante de él.

Alain se rio y preguntó a sabiendas:

—¿Por qué quiero qué?

—Levanta, que tengo hambre.

Cynthia intentó liberarse.

El rostro de Alain se puso serio, bajó la cabeza y la besó.

—¿No te vale que te llene con mis besos?

Cynthia no supo qué decir.

¡Toc, toc!

Los ojos de Cynthia se iluminaron. «¿Quién ha venido tan oportunamente? Justo no encontraba una excusa».

—Date prisa y abre la puerta.

Cynthia lo empujó.

Alain no se movió, su rostro no estaba tan alegre como antes.

«¿Quién ha venido en un momento tan inoportuno?».

¡Toc, toc!

—Papá.

La llamada a la puerta estuvo acompañada de una voz infantil.

—Alessia.

La voz de Cynthia tembló, era su hija.

Ella miró al hombre que estaba sobre ella, sintiéndose un poco descontenta porque su hija no estaba llamando mamá, sino papá.

—Papá, ¿estás ahí?

Enseguida hubo otra llamada.

Por muy reacio que fuera, Alain tuvo que levantarse, su hija estaba esperando afuera.

Ordenó la ropa de Cynthia, esta le apartó la mano a regañadientes, como si estuviera molesta porque su hija no le había llamado. Ella la parió y la crio durante seis años, pero ahora se volvió tan cercana a ese hombre.

Alain notó su disgusto y le frotó la nariz.

—¿Tienes celos de tu hija?

Cynthia no dijo nada, se limitó a inclinar la cabeza y atar el cinturón de su ropa.

—Somos padre e hija, nos une la sangre.

Era su hija biológica, no era de extrañar que fueran tan cercanos.

Cynthia no quería hablar con él, así que caminó rápidamente para abrir la puerta. Alessia no sabía que Cynthia había vuelto y llamó a papá en cuanto se abrió la puerta.

Cuando vio que era Cynthia, se quedó atónita por un momento, luego sus ojos se enrojecieron y se sintió agraviada.

—Mamá, ¿dónde te escondiste? Papá y yo llevamos mucho tiempo buscándote, te extraño mucho.

Mientras hablaba, se arrojó a sus brazos, abrazó su cintura con fuerza y ​​se metió en sus brazos.

—Mamá.

Tenía miedo a que su mamá volviera a esconderse, porque en ese caso no volvería a verla.

Mauricio estaba junto a la puerta. Alain y Cynthia llevaban un día entero en la habitación, por mucho que tuvieran que decir o hacer, lo habrían acabado ya.

Así que tomó la iniciativa y trajo a los dos niños. No les dijo a los dos niños que habían encontrado a Cynthia, planeaba sorprenderlos.

Álex fue al baño cuando Alessia llamó a la puerta, aún no había regresado.

Cynthia se agachó para tomar el rostro de su hija, la pequeña parecía haber cogido peso, tenía el rostro redondito.

—¿Dónde te escondiste, mamá? ¿Por qué no pude encontrarte?

La niña hizo un puchero con su boquita rosada.

Cynthia no sabía cómo responder a la pregunta de su hija, así que simplemente la abrazó. Solo entonces vio a Álex de pie en la puerta, su delgado cuerpo estaba erguido, sus manos estaban colgando a los costados mientras las apretaba en puños.

—Álex.

Cynthia miró a su hijo, estaba más delgado y el contorno de su rostro era más marcado, era igualito a Alain.

Extendió la mano a su hijo.

Álex tenía los ojos enrojecidos y el cuello recto, pero de pronto se echó a llorar.

—¿Dónde has estado durante tanto tiempo? ¿Sabes que me he preocupado mucho por ti?

Cynthia le daba pena rechazar a su hija, aunque su pie estaba herido, se inclinó para abrazarla.

Álex miró a su hermana y suspiró.

—Qué niña más caprichosa.

Cynthia tocó la cabeza de su hijo.

—Tú también eres un niño.

Álex frunció los labios, pensó que no sería tan ignorante como su hermana, porque si solo sabía pedir que la gente la abrazara, ¿qué uso sacaría a sus piernas?

Cuando un grupo de personas entró en el ascensor, Alain frunció el ceño, se preguntaba por qué parecía alguien que sobraba allí.

Su hija ya no se apegaba a él, y Cynthia también lo “dejó de lado”.

Estaban en el tercer piso, no se tardaba nada en bajar. El elevador se detuvo con un pitido, Mauricio quiso tomar la delantera para guiar el camino, pero Alain lo detuvo cuando salió del elevador.

—Espera.

Mauricio se dio la vuelta y quiso preguntarle lo que quería, pero al coincidir con sus ojos, no pudo decir nada.

Silenciosamente retrajo sus pies y se quedó dentro.

Por su lado, Cynthia pensó que tenían algo que decir, así que sacó a sus hijos primero.

Mauricio no habló hasta que Cynthia se fue.

—¿Quieres decirme algo?

«¿No es algo contento que hubieran encontrado a Cynthia? ¿Por qué tiene una cara de disgustado como si alguien lo hubiera ofendido?».

Mauricio auto reflexiono en su interior, «Creo que no lo he ofendido... Si hay algo que quería decirle que lo diga sin más, ¿por qué lo dejaba en ansias?».

—Esto...

—No me divorcié de ella.

Justo cuando Mauricio no pudo contenerse por preguntar, Alain finalmente habló.

Mauricio parpadeó, preguntándose lo que significaba eso.

«¿Acaso me he equivocado tratándola como “señorita Cynthia”?».

—Entonces, ¿a partir de ahora la llamo señora Paramés?

Mauricio trató de obtener una respuesta preguntando.

De los tres amigos, Alain era el mayor y Cristián el más pequeño.

—Sí.

Mauricio no supo qué decir por un instante.

—A tus órdenes.

Mauricio preguntó si iban a salir o no, porque el ascensor iba a subir de nuevo.

Alain reflexionó un momento y preguntó:

—Dime, ¿cómo se desempeña una relación amorosa?

Mauricio casi perdió el equilibrio.

«¿De qué está hablando?».

El tema cambió demasiado rápido, no pudo seguir su ritmo.

«¡¿Que cómo se desempeña una relación amorosa?! No parece algo que él diría».

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