¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 205

El anciano no le quitó la curiosidad.

—Sabrás quién es cuando lo veas, ahora concéntrate en cenar.

—Entonces, ¿cuándo va a estar de vuelta?

Preguntó Cynthia.

Ella estaba un poco emocionada, también tenía su suposición:

—¿La conozco?

—Por lo general pareces bastante paciente, ¿cómo es que no te has podido controlar ahora?

El tono del anciano era un poco serio.

—La paciencia es algo esencial.

El anciano se puso de pie.

—Que te aproveche, voy a entrar primero.

Cynthia asintió. Se percató de que había sido un poco impulsiva. Teniendo en cuenta que le dijo eso hoy, sentía que estaba dispuesto a contarle lo que quería saber.

Ahora, solo tenía que esperar pacientemente la llegada de su hermana, en ese momento tal vez las dudas que tenía en mente se resolverían una por una.

Comparado con la tranquilidad del patio trasero, el patio delantero estaba mucho más animado.

Como Cynthia quería quedarse, Arturo tampoco se fue, pero no trajo a nadie, solo lo siguió su mano derecha, Pablo. En contraste con la gente que había alrededor de Alain, parecía débil con un solo súbdito a su costado.

El flujo del río corría sin obstáculo, la superficie del río brillaba como si innumerables estrellas cayeron al río.

En ese momento, los dos niños jugaban al ajedrez con Cristián, Chloe y los demás. Por su parte, Alain estaba solo en la entrada del puente mirando hacia el patio trasero.

El pueblo era diferente a la ciudad, no tenía luces en todas partes, por la noche estaba todo a oscuras. Solo podía ver los alrededores cuando la luz de la luna era suficientemente luminosa.

En ese momento, el patio trasero estaba completamente a oscuras y no podía ver nada, mucho menos la figura de Cynthia. Se metió las manos en los bolsillos, pero no recogió su mirada, como si esperara que ella apareciera en algún momento.

—No me esperaba que tuvierais tan buena relación.

Arturo rodó su silla de ruedas para detenerse junto al río, sonrió levemente.

—Parece que sientes pasar una eternidad durante los días de espera.

El rostro de Alain brillaba y oscurecía según los reflejos de la luz, se dio la vuelta con frialdad y contempló desde su altura.

—Si tanto te interesa la privacidad de los demás, te aconsejo que te metas en la profesión de paparazzi, quedarte en un pequeño lugar como la Ciudad Blanca está limitando tus capacidades.

El rostro de Arturo cambió levemente, pero nadie pudo verlo en la noche oscura.

—Tengo curiosidad de por qué dejas que los dos niños tomen el apellido de tu esposa, ¿será que no estabas enterado del asunto cuando la señorita Cynthia dio a luz a los hijos?

En los últimos días, Arturo sacó algo de información hablando con Álex, se enteró de que cuando Cynthia les dio luz, estaba divorciado de Alain.

Por eso los dos niños tomaban el apellido de Cynthia.

Arturo se rio.

—Pensé que no tenía ninguna oportunidad, pero ¿parece que no es el caso?

Alain vislumbró una pequeña sombra oscura al lado de la puerta. Al ver que miraba hacia su dirección, la sombra se escondió de inmediato. Enarcó las cejas, supuso quién era, pero no lo demostró.

Levantó los párpados, su hermoso rostro llevaba la frialdad de siempre, sus ojos lucían profundos.

—Pues veré si eres capaz o no.

Arturo sonrió levemente.

—Bueno, teniendo una oportunidad es mejor que nada, ¿no crees? En realidad, tengo que darte las gracias por esta oportunidad.

Alain se bajó del puente sin prisa, ​​al pasar junto a Arturo, las comisuras de sus labios se arquearon levemente.

—A mi esposa no le gustan los cojos, si quieres conquistarla, primero ponte de pie.

Dicho eso, se alejó sin siquiera dedicarle una mirada más.

Arturo era incapaz de mantener la leve sonrisa que siempre tenía en su rostro, porque no poder andar era su mayor dolor.

Las manos que tenía sobre el apoyabrazos se apretaron lentamente y las venas azules del dorso de la mano se hicieron más evidentes, era notable lo enojado que estaba.

Los pasos de Alain se detuvieron por un momento, aunque no se dio la vuelta para verlo, suponía la mala cara que tendría Arturo en ese momento.

—Presidente Arturo, enojarse perjudica la salud.

Sonrió con desdén, luego siguió hacia delante. Cuando entró por la puerta, miró hacia la entrada, allí había una pequeña sombra reflejada en el suelo. Esa altura y tamaño determinaba que era un niño.

Y allí solo había dos niños: Álex y Alessia.

Alessia era demasiado inocente como para acercarse escuchar a escondidas, en cuanto al otro...

Sin duda, era Álex.

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