¡Vuelve conmigo,mi cariño! romance Capítulo 261

Era una llamada de Arturo, inexplicablemente se puso tensa, por alguna razón, Arturo le recordaba directamente a Anastasia.

—Contesta la llamada, yo volveré primero.

Chloe pensó que le daba cosa coger el teléfono con ella a su lado.

Cynthia vaciló porque tenía miedo de que Arturo le hablara sobre el tema de Anastasia, no tenía intenciones de seguir involucrándose con ese asunto.

Pero el timbre de la llamada no se cortaba. Al parecer si no contestaba, Arturo no iba a colgar.

Finalmente, respiró hondo antes de cogerla. Pronto llegó la voz de Arturo:

—¿Te has ido hoy?

Cynthia dijo:

—Nos hemos retrasado por algunas cosas, nos iremos mañana.

—Entonces, ¿qué tal si quedamos hoy?

Dijo Arturo.

Cynthia estaba parada al lado de la carretera, se miró los pies.

—Tengo algo que hacer, me temo...

—Te marcharás mañana, ¿no vas a despedirte de mí?

Cynthia guardó silencio.

—No te quitaré mucho tiempo.

Arturo dijo de nuevo.

Ya que Arturo dijo eso, no podía negarse más, por lo que solo pudo estar de acuerdo:

—¿Vienes a buscarme?

—Le digo a alguien que te recoja, no puedo ir a buscarte ahora.

—Pues nada, dime dónde estás y tomaré un taxi para allá.

No quería perder el tiempo esperando a que alguien viniera a recogerla.

—Bien, espérame en la villa, llegaré pronto.

Cynthia guardó silencio un momento.

—Okey.

Caminó hasta el costado de la carretera para tomar un taxi, esperó unos diez minutos antes de conseguir uno. Luego de subirse informó la dirección.

Después de media hora, el automóvil se detuvo en la villa y Cynthia pagó para bajarse.

Arturo había avisado a Claudia. Por eso cuando Cynthia salió del coche, Claudia la saludó con una sonrisa.

—Señorita Cynthia.

Cynthia se acercó. Había convivido unos días con esa chica y la conocía.

—Hace frío afuera, ¿por qué has salido?

—El señor me pidió que la esperara aquí, dice que vendrías enseguida.

Claudia sonrió y dijo:

—Entremos.

A Cynthia no le resultaba desconocido el lugar, después de todo, había vivido unos días en la villa.

Al entrar en el salón, Cynthia se quitó el abrigo y lo colgó en una percha. La habitación tenía calefacción, no se sentía frío dentro. Incluso se pasaba calor con el abrigo puesto.

Claudia fue a preparar el café.

—Pensé que no tendría más oportunidad de verte.

Ella vino con una taza de café caliente y lo puso sobre la mesa.

—En realidad, el señor es bastante bueno.

En cuanto a las dos mujeres que aparecieron en la vida de Arturo, le agradaba más Cynthia, no sabía por qué, solo pensaba que Cynthia era más amable y fácil de tratar.

Anastasia le daba una sensación siniestra, no le gustaba.

Cynthia no se sentó, sino que caminó hacia la pecera que estaba colocada al costado de la ventana, fingiendo no haber escuchado las palabras de Claudia.

—¿Aún estáis criándolos?

Recordaba que cuando fue rescatada se lesionó el pie y le era difícil desplazarse, Arturo temía que se aburriera, por eso trajo a esos peces para que pasara el tiempo.

Esos peces eran realmente una especie rara, con colores brillantes y aspectos extraños. Metió la mano en el agua y jugueteó con la cola del pez. El pez se sobresaltó, se alejó nadando rápidamente, eso le pareció gracioso a Cynthia.

Claudia se hizo a un lado, mirando al pez en el agua.

—El señor los alimenta todos los días personalmente.

Cynthia miró hacia arriba, «¿Arturo tiene tanto tiempo libre como para jugar con los peces todos los días?».

Claudia se rio.

—Claro que me refiero a cuando está en casa. Normalmente suelo cuidarlos más, les cambio de agua y les doy de comer, pero mientras esté, se ocupa de darles de comer.

Cynthia estaba distraída viendo cómo los peces nadaban felizmente porque alguien estaba jugando con ellos.

—Dicen que el pez solo tiene una memoria de siete segundos. No estaría mal que los humanos también tengamos la opción de olvidar algunas cosas que queremos olvidar.

De repente, sonó una voz masculina baja por detrás. Cynthia volvió la cabeza y vio a Arturo rodando su silla de ruedas hacia este lado.

—¿Has esperado mucho?

Preguntó Arturo.

Cynthia negó con la cabeza.

—No, acabo de llegar.

Arturo hizo rodar su silla de ruedas hasta la pecera y le hizo un gesto a Claudia.

—Sal, quédate vigilando fuera y no dejes entrar a nadie.

Claudia miró a Cynthia y luego a Arturo, al final no dijo nada, solo inclinó la cabeza y se fue, cerrando la puerta.

El salón grande se quedó en silencio instantáneamente.

Cynthia miró la puerta cerrada y arqueó las cejas.

—¿Me vas a contar algún secreto?

De lo contrario, ¿por qué echó a Claudia y no dejaba la entrada a nadie?

Arturo dijo honestamente:

—Sí, tengo algo que decirte.

Pero no era ningún secreto.

—¿Qué cosa?

—Siéntate y hablamos.

Arturo rodó su silla de ruedas y caminó hacia el sofá.

Cynthia lo siguió para sentarse en el sofá. El café que Claudia preparó aún humeaba. Tomó un sorbo. Cuando dejó la taza, escuchó a Arturo decir:

—Está bien, simplemente no dice nada y no quiere verme.

Cynthia hizo una pausa cuando dejó la taza. No dijo nada. Sabía de quién estaba hablando Arturo. En este momento, preferiría ser una oyente.

—Sé que le avergüenza verme.

Arturo habló por su cuenta. Ahora solo tenía muchas ganas de hablar con alguien, de lo contrario se sentiría muy deprimido.

—El médico ha dicho que tiene problemas psicológicos, la voy a enviar a un sanatorio.

Esperaba que Anastasia pudiera vivir como una persona normal en el futuro.

—Envié a alguien a recolectar evidencias del abuso que los Sempere le han hecho. Pronto, los malos serán castigados por la justicia.

Arturo estaba tranquilo cuando dijo esto. Luego de una noche de asimilación, sus emociones se habían estabilizado.

—Confío en que puedes llevarlo a cabo sin problemas.

Con la identidad y el estatus de Arturo aquí, no debería costarle castigar a dos malos.

Arturo miró a Cynthia.

—¿Tanta confianza me tienes?

Cynthia sonrió.

—No es que confíe en ti, simplemente tienes esta capacidad.

Arturo sonrió con amargura.

—¿De verdad quieres distanciarte de mí?

Cynthia giró la taza de café que estaba sobre la mesa.

—Si quiero distanciarme de ti no estaría aquí.

No tenían rencores entre ellos, ¿por qué necesitarían distanciarse?

Arturo se rio.

—Tienes razón.

Cynthia levantó los ojos.

—¿Sólo quieres decirme esto?

Arturo miró directamente a Cynthia durante unos segundos, tenía dudas en su interior, pero aun así preguntó:

—Has visto a Carmen, ¿verdad?

Cynthia se sorprendió porque el tema de Arturo cambió tan rápido. Antes estaban hablando de Anastasia, ¿por qué de repente mencionó a Carmen?

Además, también conocía a Carmen.

Pero al pensar que Santino era su padre adoptivo, no era de extrañar que supiera algo.

—Está en la Ciudad B, ¿cómo podría haberla visto?

Cynthia miró el café en la taza. Se lo prometió a Carmen, ni siquiera se lo contó a Alain, así que naturalmente tampoco se lo diría a Arturo.

Arturo la miró.

—¿Vas a guardar el secreto?

Cynthia lo miró.

—¿Qué pasa si la he visto? ¿Y qué si no la he visto?

—Me gustaría saber lo que te ha contado.

Arturo manifestó su propósito.

Sin esperar a que Cynthia respondiera, primero le contó lo que sabía:

—El maestro que te enseñó hacer la gasa de nube cantonés es el hermano de Carmen, Asher. Carmen es el primer amor de mi padre adoptivo. Fue por ella que no se casó en toda su vida. A mi padre le cortaron el dedo cuando estaba vivo. No te voy a esconder mi intención. Ahora mismo estoy investigando a la persona que le cortó el dedo.

Las manos de Cynthia se apretaron, «¿A Santino le cortaron el dedo?».

Sus pensamientos se movieron rápidamente. En ese momento, Carmen solo dijo que Elio la amenazó con Santino para que hiciera esa llamada a Alejandro, pero no dijo qué métodos crueles había empelado Elio para amenazarla.

«Entonces, ¿Elio le cortó el dedo a Santino para amenazar a Carmen?».

—Él me crio y me dejó el negocio familiar, tengo que hacer algo por él.

Arturo miró fijamente el rostro de Cynthia. Era consciente de que Cynthia debía saber lo que sucedió en ese entonces y quién le cortó el dedo a su padre adoptivo.

Cynthia tenía dudas en su interior. La familia Bezos era complicada de tratar, encima tenía relación con la familia Paramés.

Si lo contara, Arturo definitivamente tomaría represalias contra la familia Bezos, en ese caso, ¿haría público lo que pasó en ese entonces?

En ese momento, la identidad de Alain se vería expuesta.

«No, no puedo correr ese riesgo».

—No tengo ni idea...

De repente, la puerta se abrió y Claudia entró corriendo presa del pánico.

—¡Señor! Alguien está causando problemas en la entrada.

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